Capítulo 30

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Capítulo 30

Tras el horror que le produjo en ese momento la situación, llegó un lapso de gran calma, tanto en su cuerpo como en su mente, para luego encontrarse en un gran mar de colores. Podía sentir como el agua la rodeaba cada vez más y más; sintió pánico al no saber nadar, pensando que se ahogaría, pero, por más movimientos que hacía, solo lograba seguir siendo arrastrada. Aun así, no llegaba a ahogarse, a pesar de sentir aquel océano tan profundo.

La situación se repitió una y otra vez, hasta que escuchó que alguien le hablaba.

—Encuéntrame —decía la voz en un susurro, cada vez que lograba salir un poco a la superficie. —Encuéntrame —repitió, pero esta vez una gran luz chocó contra su rostro y fue allí cuando lo supo: allí se encontraba su primer recuerdo de la conexión mental que mantenía con Kate.

—Son excelentes, algo que jamás hubiéramos visto o esperado encontrar en este lugar habló el doctor, sonriente al ver a ambas gemelas en los brazos de su madre. —Son idénticas, pero no poseen ninguna anomalía, como comúnmente encontramos en la Ciudad Prohibida. Vienen de la parte norte y no tuvimos problemas a la hora del parto. Sin duda, si mostramos esto a los gobernantes y demás personas, todos tendrán más fe en estos ciudadanos —dijo con ilusión.

—Lastimosamente, las cosas no pueden ser así —dijo Lorenzo Mordinlan, con un tono serio, sin desviar la mirada de ambas hermanas.

—¿Disculpe? —habló el médico, sin comprender. No obstante, no le quedó tiempo para realizar algún movimiento, puesto que ya habían insertado una aguja en su cuello.

—No es personal, usted es bueno en lo que hace, pero las necesitamos —dijo Mordinlan con simpleza, dándole una última mirada al hombre que yacía en el suelo.

—Tendremos que hacer modificaciones en sus expedientes —le habló a uno de los asistentes. —Encárguense de su madre, saben que no será difícil sabiendo su origen.

—Pero, ¿qué haremos con el doctor?

—Aplicaremos la regla de protocolo 47, la que está en todos los contratos —respondió sin mucho interés en aquel hombre, pues en su mente no dejaba de mecanizar varios proyectos que podría realizar con las gemelas. —Quiero que tengan extremado cuidado con las niñas, son de vital importancia para nuestros estudios.

Sin titubear, aquellos dos asistentes fueron a hacer lo que se les había ordenado. Registraron la historia que previamente su director les había dicho, se llevaron al doctor con el permiso de un documento que él mismo había firmado sin saber de lo que realmente se trataba, pero que ahora era demasiado tarde para cambiar; y luego llevaron a cabo la tarea más difícil: mentirle a una madre sobre el verdadero destino de sus hijas.

El director no dejó de observar la situación, pero se limitó a no decir alguna palabra, como siempre lo hacía. Si se enfocaba demasiado en lo que hacían, sabía que su humanidad terminaría haciéndole recordar la crueldad de todo aquello.

—Tendremos que realizarles una revisiones previas, pronto estarán de nuevo con usted dijo uno de los asistentes. mientras tomaba a una de las niñas.

—¿Tardará mucho? Sé que están sanas, al menos es lo que parece por fuera. ¿Creen que tengan alguna anomalía? ¿Por eso quieren revisarlas? —habló la mujer con preocupación al ver cómo se las llevaban.

—Estarán bien, lo prometo, pero debemos asegurarnos.

Comenzó a sentir cómo el agua trataba de ahogarla de nuevo, alejándola de ese recuerdo sin poder sacar de su cabeza los gritos de aquella madre al saber que no volvería a ver a sus hijas.

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