Capítulo 23

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Capítulo 23

Ya había perdido la cuenta de cuántos días había permanecido encerrada. Sin embargo, no era la soledad, ni el hecho de no poder salir lo que más la desesperaba, sino la incertidumbre de no saber que sucedía a fuera y no poder hacer nada para ayudarlos, en especial no poder hablar ni ayudar a una persona en específico.

Todos los días se mantenía recostada a la pared, otras veces caminando de un lado a otro o realizando ejercicios con tal de mantenerse distraída, pero la mayoría del tiempo nada de eso funcionaba, y los recuerdos hacían que se derrumbara en el piso deseando estar muerta antes de permanecer más tiempo como una prisionera.

Por otro lado, por los tratos que le daban, podía deducir que no la querían muerta, pero sí les satisfacía mantenerla encerrada, pues cada cierto tiempo, en un horario que ella casi tenía memorizado, le traían comida y, según lo que podía distinguir tras años de haber trabajado allí, la querían mantener fuerte, no tanto como con la comida especializada que le daban a los biónicos, pero sí en buen estado. Lo mismo pasaba con las condiciones de aseo que tenía, comparadas con las que había visto de otros prisioneros.

Aun así, su vida se había llenado de dolor y confusión. Estaba consciente de que le daban un tipo de droga para mantenerla relajada, pero a su vez sabía que eso no servía para nada, o al menos ella no sentía ningún efecto (y cuánto deseaba que lo hubiera, al menos para no sentirse tan ajena a ella misma).

Constantemente suspiraba y miraba la compuerta, una y otra vez, con la esperanza de que se abriera, pero cada vez que la alarma indicaba el cierre de las instalaciones sabía que eso no pasaría y solo indicaba que le tocaría pasar otra noche en esa celda, en la cual se congelaría hasta que le castañearan los dientes.

Sin embargo, luego de 33 días de encierro, la compuerta se abrió, dejando entrar una ligera ráfaga de viento.

Se levantó rápidamente algo confundida, pensando que tal vez solo se trataba de un sueño o una fantasía al tener tanta desesperación por salir, pero cuando vio entrar a los dos guardias supo que no era así.

—Prisionera 48 —dijo el hombre en un tono fuerte—, levante su mano derecha.

Emily miró a ambos hombres con cierta confusión, pero aun así hizo lo que le dijo el guardia sin debatir sus palabras.

El otro guardia tomo una pequeña caja y de ella sacó lo que Emily pudo reconocer como un CM. —¿QuÉ está pasando? —preguntó alarmada.

—No se le permite hacer preguntas —dijo el otro guardia, mientras tomaba su brazo para colocarlo, pero ella lo apartó.

— ¡No! —Negó alarmada y se alejó hasta pegar contra la pared, —No dejaré que me pongan nada hasta que alguien me explique qué está sucediendo, aún tengo derechos —recalcó.

El hombre frunció el ceño y la miró como si lo que hubiera dicho fuera una total incoherencia. —Señorita Jensen, eso es algo que usted perdió hace mucho al entrar a este lugar.

Los miró confundida y trató de golpear a uno, tal y como una vez Nick le había enseñado en algunos entrenamientos. Sin embargo, su fuerza no fue lo suficiente y este devolvió el golpe de forma brusca, tirándola al piso, mientras que el otro colocó una aguja en su cuello, introduciendo un líquido amarillento que poco a poco fue dejándola inconsciente.

 Sin embargo, su fuerza no fue lo suficiente y este devolvió el golpe de forma brusca, tirándola al piso, mientras que el otro colocó una aguja en su cuello, introduciendo un líquido amarillento que poco a poco fue dejándola inconsciente

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