Capítulo 24

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Capítulo 24

—Entonces, ¿allí no me pueden pegar? —preguntó en voz baja la pequeña niña.

—No, corazón, allí no —dijo la mujer con una cálida sonrisa. —Hoy te harán una prueba para medir tu inteligencia y allí te asignaran con un grupo de niños de tu mismo nivel.

Ella asintió alegre y luego pensó un poco. —Pero... ¿Mis amigos también van a estar allí?

La mujer titubeó antes de darle una respuesta. —Amara, hay algo que nadie puede saber. Si lo saben, te van a hacer lo mismo que a tu mamá, ¿comprendes?

—Sí —dijo sintiendo un leve dolor en el pecho al recordarlo.

—Nadie puede saber que el color de tu sangre es distinta. Sé que eres inteligente, pero no puedes relucir de entre los demás, nadie puede saber nada sobre las cosas que pasan en la Zona Letal, ni mucho menos puedes hablar de tus amigos de antes. Si alguien se entera de eso, no podré ayudarte, ni a ti ni a tu hermano.

Contrario a otras veces., en ese momento deseó que el sueño continuara, pero por más que volvía a cerrar los ojos, no lograba conciliarlo.

—Es hora —dijo Ángela, dándole un toqueteo a la puerta de la cápsula, pero ladeó la cabeza al ver a la chica. Sabía que eso era un reto tanto para ella como para Amara. Le había hablado un par de veces y de cierta forma le parecía amigable; aun así, no le había hablado tanto como para considerarla una amiga.

—Tenía un hermano —susurró Amara aún sin mirarla—, o al menos eso creo —dijo al levantarse.

Ángela sintió una oleada de nervios que le recorría de arriba a abajo al escuchar esas palabras, pues, a pesar de no conocerla, demasiado se sentía horrible al ocultarle lo que sabía; pero, por otro lado, no encontraba el valor para hacerlo.

—Solo son sueños —se dijo a sí misma Amara y negó con la cabeza. —Lo lamento, solo dame unos minutos y prometo no generar ninguna distracción para entrenar.

—Descuida, iré a buscar a Damaris. Tengo entendido que ella y su hermana ya regresaron de la simulación.

Asintió y miró a Ángela,  bajó la mirada a sus manos y luego la levantó, prestando atención a la pared metálica que tenía en frente.

—Tu sangre es distinta —le resonaba en la cabeza.

Miró una vez más sus manos y la pared metálica que tenía en frente; no se lo pensó mucho, pues sabía que, si lo hacía, terminaría arrepintiéndose. Tomó aire a la hora de cerrar sus manos en un puño y comenzó a golpear con fuerza repetidas veces la pared. Golpeó una y otra vez hasta que sus nudillos se comenzaron a tornar de un color oscuro, pero no paró hasta conseguir que una de sus manos comenzara a sangrar.

Sintió una gota de sangre espesa que comenzaba a bajar por su mano derecha. Tragó saliva y se atrevió a mirar, comprobando que ese tono ni siquiera se acercaba al color rojo: al contrario, era algo oscuro, pero no completamente como para decir que era un color negro. No, no era negro; su sangre era color zafiro.

—¿Qué te hiciste? —dijo Ángela al regresar y mirar su mano sangrando.

—No es nada— se limitó a decir, para luego tomar un algodón y tapar la herida —, necesitaba comprobar algo.

— ¿Qué cosa? —Se acercó Damaris, mirándola con cierta extrañeza. —¿Segura estás bien?

—Sí —afirmó Amara, sin perder la vista de ambas. —¿Su sangre también es de este color? —y les mostró la herida.

Memorias PostergadasWhere stories live. Discover now