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Periodo en tiempo: Temporada: 1, Cap. 2 – Cap. 3

Keith no era bueno conociendo a gente nueva o relacionarse con las personas o simplemente convivir con otro ser vivo; fue por ello que le resultó un poco reconfortante tener a Shiro a su lado en aquella nueva y bizarra situación en la que había quedado comprometidos.

Los alienígenas existían y al parecer habitaban gran parte de la galaxia, la cual se encontraba bajo el poder de un despiadado imperio llamado Galra. Su líder, el emperador Zarkon, era el causante de la esclavitud de múltiples razas ante su deseo desorbitante de más poder. Increíble ¿no?

Bueno, faltaba más.

Había una increíblemente poderosa arma conocida como Voltron, un robot gigantesco formado por cinco leones mecánicos con la misión de salvar a la galaxia. Tan impresiónate maquina era piloteada por cinco paladines y Keith era uno de ellos.

A parte de Shiro, en otro tres había recaído tal importante misión, además de los dos últimos alteanos, Coran y la princesa Allura.

El chico solitario de cabellera oscura no solo ahora tenía que liderar con tal encomienda (la cual no temía cumplir), sino convivir con cinco extraños y algunos de ellos, no de su completo agrado.

–Keith –lo llamó Shiro mientras recorrían uno de los largos pasillos del casi solitario castillo. Marchaban despacio hacia los hangares de los leones específicos de cada uno –. ¿Eso era completamente necesario? –le preguntó ante el silencio de su compañero.

– ¡Hey! Él empezó –respondió éste con reproche.

Shiro soltó un largo suspiro. Keith, quien lo conocía desde hacía mucho tiempo, sabía el significado tras ese resoplido. Ya ha quedado establecido que el paladín rojo no era específicamente la persona más sociable, pero aquellos pocos individuos importantes en su vida, eran lo que más significaban para él. Shiro era uno de ellos.

Takashi, había estado a su lado durante una parte difícil de su vida, lo ayudó a salir adelante y sobre todas las cosas, valoraba demasiado su opinión. Fue por ello que resultó casi un golpe duro cuando éste le respondió:

–Esperaba mucho más de ti, Keith.

Fue como un gancho al hígado. Shiro lo entendía tan bien, que a veces le resultaba algo contraproducente. Soltando un leve gruñido en exasperación, continuó su marcha hacia el hangar de su león.

–Necesitas concentrarte – lo escuchó aconsejarle a través del comunicador, mientras las pantallas de su león se encendían en una poderosa luz roja –. No puedes permitirte exasperarte de esa manera.

–Lo entiendo –dijo Keith resignado tomando los controles y saliendo disparado a gran velocidad del castillo, en cuestión de segundo se encontró con el león negro flotando a unos cuantos kilómetros sobre la colina colindante del planeta Arus–. Pero sabes ¿No soy yo él de problema?

–Hablaré con Lance a su momento.

–Te estás tomando muy en serio tu papel de líder –no pudo evitar comentar Keith con leve tono burlón.

–Bueno, soy el mayor – fue la primera respuesta de Shiro –. Anquen ustedes me hacen sentir como si fuera su padre.

Keith no pudo evitar reír.

–Eres muy joven para ser mi padre.

–Ya fueron suficiente burlas por una mañana –agregó Shiro –; porque no mejor empezamos con unas cuantas vueltas. A ver si puedes alcanzarme.

Y sin más, el león negro salió disparado por el cielo en una estela blanquecina sobre la bóveda celeste del planeta Arus. Keith no pudo evitar su corazón acelerarse y salir detrás de Shiro con un solo movimiento de la palanca. Durante las primeras horas de aquella mañana, ambos pasaron volando y adaptándose a las capacidades de sus respectivos leones; Coran había dicho que era necesario generar un lazo con sus bestias robóticas, y esté solo podía ser más fuerte entre más tiempo pasaran con ellos.

Cuando finalmente terminaron, Shiro y Keith se rencontraron en la entrada del castillo una vez que salieron de su imponentes leones mecánicos.

–¡Eso fue increíble! –no pudo evitar emocionarse Keith quitándose el casco de un solo tirón.

Shiro se aproximó a él para colocar suavemente sus manos sobre los hombros.

–Recuerdo lo fácil que te resulta adaptarte a una nave –dijo Shiro con orgullo clavando sus ojos negros sobre los Keith –; en este momento esa capacidad tuya resulta muy ventajosa.

–Tú tampoco no lo haces mal. En especial después de un año perdido.

–Es como andar en bicicleta, nunca se olvida.

Ambos paladines soltaron una leve risita antes de volver a ser contacto visual. Ante los ojos de Keith, la mirada jovial de Shiro se suavizó de una manera que nunca había visto antes y una peculiar sonrisa se apoderó de sus labios.

–Hablaba en serio cuando dije que esperaba mucho de ti –dijo con una voz que erizó los vellos de la nuca al paladín rojo –. Acabamos de entrar a una guerra en la cual tenemos un importante papel. Debemos reforzar ese vínculo con los leones y poder formar a Voltron sin problemas. Será cuestión de vida o muerta la mayor parte del tiempo.

–Lo sé, Shiro –dijo Keith perdido en la mirada de su amigo, apoyando su mano sobre la suya –. Sabes que puedes contar conmigo.

Por alguna razón que le resultaba desconocida, el corazón de Keith se aceleró en lo que la sonrisa en el rostro de Shiro se volvía más grande, como nunca lo había visto en su vida.

–De eso no me cabe duda –dijo casi en susurró que dejo al paladín rojo sin aliento.

Sin más que decir, Shiro se dio media vuelta y caminó directo al castillo, dejando a Keith solo con sus pensamientos y los dos leones. Totalmente confundido, el joven tardó unos segundos en recuperar su respiración, pero su corazón siguió latiendo con gran intensidad en su pecho. Keith llevó una de sus manos a su rostro y comprobó que estaban calientes sus mejillas. ¿Acaso se había sonrojado?.... ¿Por Shiro? 

 ¿Por Shiro? 

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¿Dudas?

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