Epílogo

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Era noviembre y Jennie hacía cerca de dos meses que se había instalado en Southampton y que había empezado la universidad. Lisa continuaba recuperándose poco a poco. Había estado yendo a rehabilitación para ir recuperando poco a poco la musculatura, y solían comprobar que todo estaba bien cada cierto tiempo.

—Hola...

Lisa tenía los ojos abiertos y observaba a Jennie justo después de haber mirado todo su alrededor. Había pasado un día desde que Lisa había despertado del coma, pero continuaban en el hospital para comprobar que todo había salido bien y no tenía secuelas serias.

—Hola —Lisa sonrió suavemente con los ojos adormilados. Miró como Jennie se sentaba a su lado y le cogía de la mano, besándosela cariñosamente—. ¿Cómo estás?

—Bien, bien —asintió con la cabeza mientras le miraba—. ¿Y tú cómo estás?

—No sé, cansada...

— ¿Cansada? Llevas cerca de tres semanas dormida, ¿y estás cansada?

Ambas rieron alegremente mientras se miraban. Lisa acercó su otra mano a la cara de Jennie y le acarició la mejilla suavemente, disfrutando de un silencio reconfortante entre ellas.

—Te he echado de menos —musitó Jennie, cerrando los ojos cuando los dedos de Lisa entraron en contacto con sus mejillas.

—Y yo a ti.

Southampton se teñía de colores ocres con las hojas de los árboles invadiendo las aceras de la calle. Estaba atardeciendo y los cielos se coloreaban de distintas tonalidades de magenta, haciendo de Southampton un lugar precioso incluso en otoño.

Jennie y Lisa vivían juntas, y esa era una idea que a todo el mundo le gustaba pero especialmente a ellas dos. Hacían exactamente lo que siempre habían querido hacer y dijeron que harían cuando estuvieran viviendo juntas. Parecía que jamás se cansaban de estar juntas.

Las noches caían y se volvían más frías, y cuando Jennie no quería cocinar, decidía pedir comida a domicilio y acababan tiradas en el sofá viendo alguna película que nunca terminaban de ver.

—Te estás quedando dormida, Jennie.

—No es verdad —murmuró con los ojos cerrados—. Sólo estoy cerrando los ojos.

—Eso es mentira, te has quedado dormida. Ven, vamos a la cama.

—Que no, que no. Que estoy bien —Jennie se acomodó aún más sobre el pecho de Lisa y sonrió tiernamente—. ¿Lili?

— ¿Sí?

—Tócame el cabello.

—Pero así sí que te dormirás del todo.

—Lo sé.

La casa era demasiado grande para ellas, pero sabían aprovecharla al máximo. Cuando Lisa tenía que estudiar, Jennie solía distraerle de cualquier manera posible. Lisa, por supuesto, no sabía decirle que no.

A menudo iban a Lymington, especialmente para que Lisa volviese a entrar en contacto con el barco. Aún no estaba del todo segura de volver a competir, pero al menos disfrutaría del mar sin esa dichosa presión.

Soobin continuaba viviendo en aquel puerto. Había conocido a alguien ahí, un cliente del restaurante del club náutico, amante de la vela y con un pequeño barco. Él era viudo y tenía una hija que estaba estudiando en Londres, así que tenía todo el tiempo del mundo para ella. Jennie había tenido el placer de conocerle, y la verdad es que parecía muy buen hombre, buen amigo de los Manoban, y también hacía feliz a su madre, así que no podía pedir más para ella.

Hermoso pájaro de verano → jenlisaWhere stories live. Discover now