Sumario

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Jennie miraba con positividad su nueva vida. Le era imposible no hacerlo; al fin y al cabo, cualquier cosa sería mejor que su vida en su anterior ciudad.

Los ojos oscuros de la chica brillaban cuando levantó su barbilla para mirar el cielo encapotado en Inglaterra. Estaba nerviosa a la par de excitada por comenzar de cero.

Lymington tenía un puerto precioso. Era un puerto primordialmente deportivo, lo cual llamó mucho la atención a nuestra joven protagonista.

Miró a su alrededor, a los pequeños y grandes veleros y barcos, y le llamó la atención ver uno que se llamaba «Jennie».

Se sonrió a sí misma.

//

— ¡Lalisa Manoban!

Un hombre de mediana edad se acercó a una chica alta, de piel pálida y ojos claros como en los mejores días de verano en Lymington. Sonrió de oreja a oreja y dio media vuelta para enfrentarse dicha persona, que resultó ser un viejo conocido.

— ¿Cómo está, señor Garner? —sonrió cortésmente y se peinó el flequillo con los dedos.

—Muy bien, ¡pero no tanto como tú! He oído que este año compites, ¿es cierto?

Las mejillas de Lisa se sonrosaron. Todo el mundo en el puerto de Lymington le conocía por ser una conocida regatista a pesar de su corta edad. No es que tuviera fama mundial, pero sí que era una persona que poco a poco estaba haciéndose un lugar en ese deporte tan duro.

—Así es —asintió con la cabeza—. Estoy muy emocionada por competir este año.

—Te toca ganar el oro esta vez, Manoban. Estoy convencido de que lo conseguirás.

—No estoy segura —confesó Lisa—. He estado más preocupada estudiando que entrenando, me he centrado mucho en los estudios.

Aquel hombre sonrió.

—Manoban, cuando alguien tiene talento...

No acabó la frase. Continuó con su enigmática sonrisa y enarcó las cejas. Justo después se marchó, despidiéndose de Lisa mediante una especie de saludo militar.

//

— ¿Te gusta la casa, Jennie?

La chica morena se adentró en el lugar. Estaba en una casa cerca del puerto y se sentía bien. Le gustaba el ambiente inglés sureño y le gustaba este sitio.

Asintió lentamente, sin decir ninguna palabra, y caminó por los pasillos hasta encontrar su habitación, cuya ventana daba al puerto deportivo.

—Hay muchos veleros —dijo silenciosamente, aunque su madre le escuchó—. ¿Hacen campeonatos?

—Eso he oído —contestó su madre, abrazando a su hija por detrás con ternura—. Ya sabes que no soy una experta en ese deporte.

—Me gusta —confesó la chica—. Me gusta mucho, mamá.

//

Lisa llegó a casa un poco cansada. A pesar de estar de vacaciones de verano oficialmente, tenía muchas cosas que hacer.

La familia Manoban era una familia de tradición marinera y pesquera, y cuando no competía, ni estudiaba, ayudaba a su padre con su barco. Tenía un nombre muy curioso y, de hecho, se lo puso Lisa cuando era pequeña y era «Jennie». El motivo aún es desconocido hasta para Lisa, pero así se quedó.

—Ya estoy en casa —dijo Lisa, caminando por el pasillo que daba al comedor. Observó a sus hermanos pequeños jugando en el salón y sonrió al verlo—. ¿Están solos?

—Mamá acaba de salir a comparar —dijo uno de ellos, con el cabello dorado y liso que le caía por delante de los hombros.

—Y Sehun acaba de llamar —rio el otro, que era su hermano gemelo, y causó una risa contagiosa en él.

Los ojos de Lisa brillaron y corrió a por el teléfono para marcharse a su habitación y tirarse en la cama.

Sehun era su novio. Era el chico más guapo de Lymington, eso por supuesto. Con una cabellera azabache y unos ojos que parecían dos zafiros, se solía pasear por el puerto como uno más. Estaba enamorado del mar, sin embargo, no era regatista. Sencillamente amaba el océano desde la distancia.

El corazón de Lisa siempre latía con fuerza cuando pensaba en ese chico. En como el sol se reflejaba en su piel y sus pecas salían a la luz, en como sus labios dibujaban esa curva que formaba la sonrisa más bonita que había visto en su vida y como sus pestañas tan largas, tan perfectas, apuntaban hacia ella cuando Sehun le miraba.

—Ya has vuelto —su voz era tan dulce y grave como la recordaba y no dejó de sonreír—. ¿Cómo te ha ido el día?

—Cansado —suspiró. Rodó por la cama, colocándose boca arriba. El filo de la camiseta estaba algo subido y se le podía ver parte de la cintura.

— ¿Día duro en el puerto?

—Hmh —asintió lentamente y cerró los ojos—. Me gusta, no te lo niego, pero me cansa mucho. Hay que dedicarle mucho tiempo al mar.

—Te imagino tan guapa en el puerto, como si fueses una marinera italiana... —lo escuchó suspirar e, incluso, lo escuchó sonreír—. Me encanta escuchar la pasión que tienes por todo esto.

—Jamás será igual que la de mi padre.

—Son cosas incomparables, Liz.

Se incorporó y caminó hasta la ventana, que daba a una casa que estaba a escasos metros. Si giraba su cabeza a la izquierda, podía ver el puerto y también podía oler esa esencia salada, propia del mar.

Se fijó en una cabellera larga que sobresalía de una de las ventanas de la casa que tenía en frente y que miraba justo en dirección al mar. Frunció el ceño.

— ¿Lisa?

— ¡Perdona! —recordó que estaba al teléfono con su novio—. Me había distraído. Continúa, por favor.

Pero sus oídos desconectaron.

Se dejó llevar por la brisa, por el olor, por todo el ambiente. Estaba enamorada de ese lugar tanto como lo estaba de Sehun, pero aun así siempre sintió que faltaba algo.

¿El qué?

Hermoso pájaro de verano → jenlisaWhere stories live. Discover now