Vigésima sexta parte

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—No hemos hablado...

La cara de Jennie se escondió en el cuello de Lisa, quien ahora la abrazaba contra ella mientras trataba de recuperar el aliento.

—Creo que está todo dicho, Jennie —sonrió con ternura, y orgullosa a la vez—. Tan sólo observa la escena y recuerda lo que acabamos de hacer.

—No creo que lo olvide nunca —depositó un suave beso en su nuca y cerró los ojos—. ¿Es que ya te has decidido?

—Sí, Jen. Desde que llegaste a Lymington, no has hecho más que desmontar mi vida cada día que hemos pasado juntas. Pero, ¿sabes qué? No los cambiaría por nada.

Lisa miró al techo, dándose cuenta de lo que acababa de suceder y lo que acababa de decir. Quería a Jennie, y acababa de hacer el amor con ella. Su cama ya no era una cama, sino una nube en la cual Lisa estaba tumbada. Exhausta, eso sí, pero nunca se había sentido mejor. Nunca.

—Estarás contenta, ¿no? —Jennie rio—. Has cuidado de mí.

—Y voy a hacerlo por mucho tiempo, si me dejas.

Jennie levantó la barbilla para mirar los ojos de Lisa. Su cara se iluminó por completo, y asintió justo después.

—Jen, voy a ganar la regata el próximo lunes. La voy a ganar por ti. Voy a ganar a Sungkyung, voy a llevarme el oro. Ese trofeo será para ti —presionó sus labios contra la frente de Jennie—. Te lo prometo.

—Con que disfrutes compitiendo, a mí me basta. No tienes que preocuparte de nada, Lisa. Absolutamente nada. Ahora estoy bien.

—Voy a hacer que muerda el polvo —sonrió maliciosamente—. Y que pague por todo lo que hizo.

—Lisa...

—No, escúchame, Jennie. Escúchame bien. Voy en serio. Por primera vez en mucho tiempo, voy en serio. Va a arrepentirse de lo que te hizo. Te lo juro. Y todo saldrá bien, nosotras estaremos bien, y no tendrás que preocuparte de absolutamente nada.

Jennie colocó las palmas de sus manos sobre las mejillas de Lisa y la besó tiernamente sobre sus labios.

—Quiero estar contigo, Lisa.

Ella asintió y volvió a abrazarle con fuerza, aprisionándole entre sus brazos y sonriendo como siempre hacía cuando estaba cerca de ella.

—Creo que es obvio que yo también.

//

Lisa le pidió a Jennie que se quedase esa noche y no dudó en aceptar. Llamó rápidamente a su madre para avisarle, y las dos quedaron que volverían pronto al puerto por la mañana para que Lisa no se perdiera el entrenamiento.

—No sé qué podemos cenar —dijo Lisa, con tan sólo su ropa interior y observando la nevera—. Y no puedo dejar que cocines tú, que eres mi invitada. Tampoco es que haya mucha comida aquí...

—Podemos pedir comida o algo así —sugirió Jennie, observando a Lisa apoyada en el marco de la puerta—. ¿No? Yo tengo dinero.

—Y yo, y yo. Por eso no hay que preocuparse. Hmh —Lisa chasqueó la lengua—. Suena muy bien. Me parece bien. Voy a llamar.

Lisa salió por la puerta y Jennie le pellizcó el trasero, haciendo que Lisa riese a carcajada limpia y las dos se persiguieran mutuamente por la casa.

Lisa cayó sobre el sofá mientras Jennie estaba sobre ella, haciéndole cosquillas y besándole la espalda suavemente, tratando de aprisionar a Lisa contra el sofá mientras ella no dejaba de moverse.

Hermoso pájaro de verano → jenlisaWhere stories live. Discover now