Undécima parte

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Habían pasado unos días desde que Jennie y Lisa se habían besado. La madre de Jennie, Soobin, ya trabajaba en el restaurante y Lisa había comenzado a entrenarse para la regata.

Jennie había estado evitando a Lisa. En realidad se moría de ganas por verle, pero estaba terriblemente asustada.

Lisa, por otra parte, añoraba a Jennie. Había intentado contactar con ella, pero no había recibido ninguna respuesta. Sin embargo, a escondidas, y como de costumbre, le escuchaba tocar desde su habitación. Parecía frustrada y eso le preocupó bastante, y se dio cuenta porque cada día trataba de componer una canción y fracasaba —o eso se decía Jennie a gritos— en el intento.

Le escuchaba y le partía el alma. Y quería acercarse a ella, pero Jennie no daba señales de querer hacer tal cosa.

Eso le extrañó, repasó mentalmente varias veces lo ocurrido y no lograba entender por qué era ella la que se alejaba. Tendría que ser de la otra manera, ¿no?

«Jen, hoy entreno. Me gustaría verte por ahí. Espero que podamos vernos. Te echo de menos».

Así eran todos los mensajes. Tal vez no eran exactos pero el "te echo de menos" siempre estaba ahí. Y era verdad, Lisa le añoraba, añoraba estar con su amiga, tenerle cerca le hacía grande y ahora se sentía como una pequeña hormiga.

Le dolía reconocer que le necesitaba, y el sentimiento de culpabilidad le recorría por todo el cuerpo. No entendía nada de lo que le estaba pasando.

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Hace unos días.

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Lisa se acercó al restaurante del club náutico para pedir un sándwich. Tal fue su sorpresa que se encontró a Soobin, con el uniforme puesto.

— ¡Lisa, querida! Me alegro mucho de verte, cielo. ¿Cómo estás?

—Muy bien, señora Kim, ¿y usted?

—Llámame Soobin, cariño —asintió con la cabeza—. Estoy muy bien. Hace mucho tiempo que no te veo por casa, ¿todo bien?

—Sí, sí. He estado ocupada. Ahora estoy entrenando. Le he enviado varios mensajes a Jennie, llevo días queriendo quedar con ella, pero... —suspiró y se encogió de hombros—. ¿Cómo está?

—Ocupada. Lleva días tratando de componer una canción y nada.

—Sí, a veces le escucho desde mi ventana.

— ¿Le escuchas? —esbozó una sonrisa—. ¿Y ella lo sabe?

—Ella sabe que puedo escucharle, pero no sabe cuándo le estoy escuchando. Sus canciones son buenas, y su voz es agradable. Es como uno de esos pájaros bonitos del verano, que cantan su canción en las ramas de los árboles.

Soobin sonrió alegremente.

—Me alegra que pienses eso de mi hija, Lisa. ¿Sabe ella que piensas eso?

—No le he dicho eso del pájaro... pero sabe que me gusta escucharle.

—Bien. Me contó que te explicó todo lo sucedido en Seúl. Gracias por escucharle, y gracias por estar ahí.

—No tienes por qué dármelas, Soobin. No hay muchas chicas como Jennie y ella está ahí para mí, así que es lo menos que puedo hacer.

—Te aseguro que hay pocas chicas como Jennie y como tú, con buenas intenciones y que son puras de corazón. Ella se siente muy afortunada de tenerte, quiero que lo tengas en cuenta.

Hermoso pájaro de verano → jenlisaWhere stories live. Discover now