Vigésima tercera parte

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Southampton nunca le había parecido tan bonito hasta ese día. Lisa había decidido enseñarle su piso por la tarde.

El trayecto en coche fue bastante agradable. Hablaban como amigas, y a veces se dedicaban alguna que otra mirada furtiva. Eran dos colegialas. Jennie supuso que hablarían más tarde, pero eso no le importó.

La casa de Lisa era preciosa. Era un pequeño apartamento cerca de la zona universitaria. Tenía un enorme salón con un sofá de piel oscura, y algunas librerías repletas de algunos libros, fotos y trofeos.

Jennie se paseó por el salón tranquilamente, observando el lugar. Miró a su alrededor y, cuando dio media vuelta, se encontró de frente con Lisa. Ella se apartó rápidamente y le enseñó el piano que había. Era de color negro, estaba perfectamente cuidado, y Lisa le ofreció sentarse para tocar un poco.

—Hace tiempo que no te escucho —le rogó—. Estoy segura que tienes algo bueno que ofrecerme.

—Voy a tocarte una de mis canciones favoritas, entonces —sonrió cariñosamente y se sentó.

—Genial.

Jennie paseó sus dedos sobre las teclas del piano y exhaló un suspiro. Comenzó a tocar con suavidad las teclas del piano y a cantar con la misma suavidad, como si estuviese cantando una nana.

—There used to be a graying tower alone on the sea. You became the light on the dark side of me.

Lisa no podía ni explicar lo mucho que le gustaba la voz de Jennie. Pensó en cómo sería tenerle cerca la mayoría de veces. Si Jennie viviese en Southampton durante la universidad, podrían verse a menudo. Y podrían tocar juntas. Y estar juntas.

—Love remained a drug that's the high and not the pill. But, did you know, that when it snows, my eyes become large and the light that you shine can be seen?

Caminó y se colocó al lado del piano, viendo a Jennie moverse adelante y atrás, como si sintiese la música correr por sus venas. De hecho, Lisa creía que era así, que realmente sentía la música de ese modo.

Jennie golpeó las teclas con fuerza.

—Baby! I compare you to a kiss from a rose on the gray. The more I get of you, the stranger it feels, yeah.

Jennie tenía los ojos cerrados, y cantaba como si le fuera la vida en ello. Las venas del cuello se le marcaban constantemente cuando alzaba la voz, y Lisa se quedaba sin aire cuando le escuchaba.

—And now that your rose is in bloom, a light hits the gloom on the gray. There is so much a man can tell you, so much he can say.

Jennie volvía a estar cantándole sus intenciones a Lisa. Parecía que era una tradición entre ellas. De algún modo, Jennie se sentía muy cómoda declarándole esa clase de sentimientos de ese modo. Nunca se le había dado muy bien decir las cosas y poder cantarle una de sus canciones favoritas a Lisa le hacía sentir bien.

—You remain, my power, my pleasure, my pain, baby. To me, you're like a growling addiction that I can't deny. Won't you tell me is that healthy, baby? But did you know that when it snows, my eyes become large and the light that you shine can be seen? Baby...

Jennie dejó de tocar y suspiró exhausta.

—Creo que es suficiente —rio, observándole y levantándose del taburete. Se colocó en frente de Lisa y sonrió otra vez, viendo como ella le devolvía esa sonrisa y se inclinaba poco a poco sobre ella para besarla en la frente.

—He estado pensando.

—Eso no es bueno. ¿Desde cuándo los deportistas piensan?

—Cállate... —le apretó las mejillas y sonrió—. Estaba pensando en ti y en tu vida universitaria. ¿Dónde vas a vivir? ¿Te trasladarás a Southampton?

Hermoso pájaro de verano → jenlisaWhere stories live. Discover now