Trigésima novena parte

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A veces a Lisa le gustaba observar a Jennie. Le gustaba verla ensimismada con sus cosas, concentrada, viendo como ponía su empeño, su corazón, su alma en las cosas que amaba. Había momentos en los que, cuando estaban juntas y Jennie estaba encima de ella, Lisa se perdía en sus ojos cafés brillantes.

No sabía cómo explicar cómo había llegado a esto, pero tanto Jennie como ella se habían deshecho de sus capas de ropa y estaban enredadas entre las sábanas, como la última vez que estuvieron en Southampton.

Las manos de Jennie se habían detenido en su cintura y hundía sus dedos en su piel, dejándole ligeras marcas mientras que los labios de Lisa capturaban su mandíbula en un pequeño mordisco juguetón. Bajó sus manos por su espalda, cubriendo su trasero y apretándolo ligeramente mientras movía las caderas al compás de las de Jennie.

—Dijiste que teníamos tiempo... y ninguna de las dos quiere dormir —susurró Jennie, besando sus labios repetidas veces—. El tiempo es oro y no quiero desperdiciarlo.

Lisa levantó las cejas y miró hacia abajo, viéndose desnudas. Justo después, miró a Jennie.

—Hmh, no creo que lo estemos perdiendo.

Jennie ladeó la cabeza, riéndose contagiosamente mientras miraba a Lisa, manteniendo esa sonrisa en sus labios. Se inclinó hacia ella y rozó su nariz con la suya, exhalando un suspiro contra sus labios antes de capturarlos en un beso más largo, notando como ambos cuerpos se ponían en tensión. Jennie cogió las piernas de Lisa y las colocó alrededor de su cintura mientras ella apretó sus caderas contra las suyas. Bajó sus manos poco a poco hasta llegar al centro húmedo de Lisa y frotarlo con cautela con sus dedos.

—Te quiero —susurró Jennie, y los ojos de Lisa se iluminaron casi al instante. Notó como su piel se erizaba y arqueaba la espalda cuando comenzaba a mover su mano, acariciándole con mimo.

—Y... y yo —titubeó, cerrando los ojos y mordiendo su labio inferior mientras notaba el tacto de Jennie, haciendo que le enviasen pequeñas descargas de placer alrededor de su cuerpo— a ti. Mucho —jadeó justo después.

—Lo sé —besó su cuello cálidamente antes de lamerlo con la punta de su lengua, mordiéndolo cariñosamente después mientras sus movimientos se aceleraron.

—Jen —levantó las caderas—. Jennie. Jen —gimió al notar sus cabellos rozado sus mejillas y sus dientes dejándole delicadas marcas en su piel.

— ¿Sí? —Jennie susurró en su oreja, mordiéndole el lóbulo justo después; uno de los puntos débiles de Lisa.

—Quiero saber qué se siente —suspiró otra vez, mirándole a los ojos—. Quiero que me hagas el amor, Jennie. Más que nunca.

Jennie abrió los ojos y se quedó quieta, mirándola.

— ¿Estás segura de que quieres eso?

Lisa asintió con la cabeza.

—Lo quiero de verdad. Te quiero. Lo digo de verdad. Y quiero demostrártelo ahora mismo. Es el momento perfecto.

Jennie no podía negarle a Lisa nada de lo que le pidiese. Se iría a la otra parte del mundo solo para hacerle feliz.

—No he hecho esto nunca así que... no sé si sea buena —murmuró Jennie—. Pero lo haré.

Jennie notaba como Lisa depositaba pequeños besos por su cuello, acariciándole la nunca con la yema de sus dedos. Rio armoniosamente, sintiendo como le hacía cosquillas y sentía un escalofrío recorriendo toda su espina dorsal.

Se humedeció los dedos y justo después tocó nuevamente el lugar más íntimo de Lisa. Ella se tensó un poco, lo cual era normal, pero Jennie trató de tranquilizarle con un dulce beso sobre sus labios mientras le acariciaba.

Lisa sabía que lo mejor era dejarse llevar, y era imposible no hacerlo cuando notaba el tacto de Jennie sobre su piel, sus suaves besos alrededor de su clavícula y sus dedos poseyéndole, haciendo de su cuerpo una obra de arte cada vez que Jennie le tocaba.

Arqueó la espalda cuando notó como un dedo acariciaba su hendidura completa, y cerró los ojos, gimiendo mientras movía sus caderas, acercándolas más a Jennie.

— ¿Te gusta? ¿Lo estoy haciendo bien?

—Sí —Lisa asintió, mordiéndose el labio—. Dios, sí. Me siento rara porque... tú sabes, pero me siento tan bien.

— ¿Te gusta esto? —Jennie con dos dedos seguía estimulando pacientemente a Lisa, deslizándolos suavemente y curvándolos un poco mientras se inclinaba para morderle la barbilla.

Lisa notaba sus pulsaciones en cada rincón de su piel, y sentía como su piel se erizaba con cada uno de los movimientos de Jennie, algo torpes, pero suficientes para ella.

Jennie no dejaba de regalarle caricias y besos sobre su piel, besos que Lisa deseaba poder conservar para siempre, y que sabía que sólo una parte de ellos podría llevarse al muelle al entreno. Eran los besos de una colegiala enamorada, cariñosos pero salvajes cuando se daba la ocasión, y eso encendía a Lisa aún más.

Llevó una de sus manos hasta el centro de Jennie y comenzó a frotarlo, moviendo más rápido su mano con suavidad mientras la miraba a los ojos.

Jennie murmuraba cosas que Lisa, o bien no podía entender o simplemente era incapaz de concentrarse en lo que le estaba diciendo, por muy bien que sonase. Perdió el control completamente cuando Jennie decidió ser una niña grande e intrépida.

—Voy a hacerlo —Jennie avisó, sintiéndola algo asustada—. ¿Bueno? ¿Estás... cómoda?

Lisa rio armoniosamente.

—Eres increíble, ¿sabes? Y hablas demasiado.

—No te quejes... lo hago lo mejor que puedo.

—Lo sé. Y me encanta. Me encantas.

Lisa volvió a ver a los ojos chocolates de Jennie, brillaban como dos soles y sus pupilas estaban ligeramente dilatadas una vez que notó como se adentraba en ella con cautela. Lisa gimió con fuerza, cerrando los ojos.

Le gustaba la sensación de notar a Jennie dentro de ella, y notar su otra mano alrededor de su cuerpo, protegiéndole.

Jennie devoró sus labios con ansia y fiereza mientras su mano se movía contra la cadera de Lisa, adueñándose de ella y complaciéndole aún más.

Todo a su alrededor parecía dar vueltas y lo único que podía ver a la perfección eran los cabellos de Jennie cayendo al vacío mientras le miraba desde arriba, con una sonrisa enorme, escuchando como se le escapaban suspiros y palabras incoherentes de su boca. Lisa le rogaba que no parase, que continuase, y le robaba un beso, ahogando un gemido en su boca.

Las manos de Lisa fueron a parar en su espalda, hundiendo sus dedos en su piel y dejando ligeras marcas cada vez que Jennie decidía adentrarse en ella con más fuerza. Sus piernas temblaban cuando Jennie dominaba su cuerpo.

Lisa se sentía toda una principiante —que en parte, lo era. Jennie sabía disimular bien su poca experiencia, tratando de entregarse a sí misma lo mejor que podía. Ella esperaba que Lisa supiese lo mucho que quería y que todo eso se vería reflejado en cada uno de sus gestos, miradas, besos robados y no robados.

Esa mañana, Lisa y Jennie eran una sola otra vez.

Jennie alcanzó su orgasmo debido a su constante roce con la rodilla de Lisa, arqueando su espalda y empujando más a fondo mientras cerraba los ojos, y utilizando su último suspiro en mencionar a Lisa. Tan solo unos segundos más tarde, fue el turno de Lisa de hacer exactamente lo mismo.

Lisa era consciente de que su vida había dado un giro ciento ochenta grados en el momento en que se fijó en Jennie, y se sentía agradecida por eso.

El mundo se había detenido por completo, los planetas se habían alineado, todo era sencillamente perfecto por una sola vez. ¿Qué tenía de mágico Southampton, que siempre les encerraba en ese apartamento mientras la vida fuera seguía?

Jennie se dejó caer sobre el cuerpo de Lisa cuando un rayo de sol golpeaba su piel desde la ventana de la habitación. Cerró los ojos, escuchando las pulsaciones agitadas de Lisa y su respiración entrecortada.

—Te quiero —susurró contra sus mechones de cabello, besándolos y cerrando los ojos mientras exhalaba un suspiro, tratando de recuperar el aliento.

Hermoso pájaro de verano → jenlisaWhere stories live. Discover now