Decimoctava parte

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Jennie y Lisa llegaron al muelle cuando ya era de noche. No hablaron del beso, aunque ambas se muriesen de ganas. Lisa no estaba tan arrepentida como creía que estaría y Jennie no dejaba de sonreír como una tonta.

Ambas caminaron a lo largo del muelle. Hablaban de cualquier cosa, evitando el gran tema. Jennie tenía miedo de que a Lisa se le cruzasen los cables y le dijera algo que le rompiese el corazón. Sin embargo, Lisa estaba demasiado confundida como para romperle el corazón a alguien —aunque, por lo que parecía, si le rompía el corazón a alguien, esa persona sería a Sehun.

A Lisa le había gustado mucho ese beso, y en realidad quería probar más, quería ver hasta dónde podía llegar, pero no sabía cómo hacerlo.

Se plantaron delante de la puerta de Jennie y ella metió la mano en sus bolsillos delanteros, en busca de sus llaves. Le sonrió cuando las tuvo entre sus dedos.

—Gracias por este día, Liz —sonrió tiernamente—. Me lo he pasado muy bien.

—Sí, yo también. Ha sido muy entretenido. Aunque... nos hemos perdido el atardecer —Lisa se ruborizó, al igual que Jennie—. Y era lo que quería enseñarte...

— ¿Vas a culparme? —Jennie rio, enarcando una ceja—. Te estoy dando la excusa perfecta para que volvamos a dar una vuelta en barco juntas.

Lisa se mordió el labio y suspiró.

—Me gustaría volver a repetirlo.

Lisa miró a Jennie intensamente. Continuaba mordiéndose el labio, y dudaba en si debía plantarle un beso en los labios o en la mejilla o, sencillamente, marcharse.

—Mañana estaré en el muelle, viéndote entrenar. Lo harás mejor que hoy, seguro.

Asintió con la cabeza y se encogió de hombros.

A Jennie le encantaba ver el lado humilde de Lisa, le enternecía el corazón. Pensó que no había cosa más bonita que ver esa sonrisa tímida de Lisa dibujarse en sus labios, con esos ojos de cachorro y ese simple gesto, cuando se encoge de hombros, como si no se diera cuenta de lo buena que es.

—Eres un gran apoyo, Jen.

Jennie sonrió otra vez.

—Ven aquí.

Extendió sus brazos y Lisa se acercó a ella. Notó como los brazos de Jennie le rodeaban con cuidado y le sujetaban, abrazándole con fuerza. Lisa se sintió bien, y rodeó sus brazos alrededor de ella, acariciando su espalda.

—Vas a ganar la competición de dentro de dos semanas —murmuró Jennie contra la clavícula de Lisa—. La vas a ganar. Confío en ti, ¿sabes? Del mismo modo en que tú confías en mí. Tú puedes con todo esto y más —besó su clavícula suavemente y suspiró—. Ninguno de ellos está a tu altura.

—Jennie, siempre me verás con buenos ojos.

—No me culpes por ello.

—Jamás lo haría.

//

Aquella noche, Lisa no pudo dormir. Tenía aún las mariposas en su cuerpo, encarceladas dentro de su estómago. Lisa quería dejarlas libres, pero ellas no querían marcharse.

Se dio cuenta de la gravedad de la situación. Debía hacer algo al respecto, hablar con Sehun o, incluso ver si realmente merecía la pena luchar por los sentimientos que tenía.

Espera, ¿sentimientos?

Lisa se sorprendió a sí misma al darse cuenta de que, efectivamente, tenía sentimientos por Jennie. No sabía de qué tipo, ni si eran lo suficientemente grandes como para ganarse el corazón de Jennie, pero estaban ahí.

Hermoso pájaro de verano → jenlisaWhere stories live. Discover now