Suspiro. Tal vez pueda acompañarla, poner sus regalos y volver a dormir al instante. Lo que sea porque deje de llorar, no vale la pena dejarla sentirse mal por esto, es absurdo, pero ella ni siquiera lo sabe.

—Bien. Vamos a poner los regalos —digo, limpiando las nuevas lágrimas en su piel. —Pero luego volverás a dormir, ¿de acuerdo?

Key traga saliva, sorbe por la nariz y asiente. Sus grandes ojos están algo irritados ahora y quiero besarlos para que vuelvan a verse tan hermosos como siempre.

—No te levantes, voy por algo para abrigarte —ordeno al salir de la cama y vuelvo a cubrirla hasta el cuello. Joder, hace muchísimo frío esta noche, y ella tenía que elegir este preciso momento para necesitar desesperadamente poner sus regalos bajo el árbol.

Saco al azar uno de sus abrigos del armario y vuelvo a su lado, me inclino hacia ella. Está comenzando a dormirse de nuevo y considero seriamente dejarla dormir y volver a acostarme, pero va a molestarse conmigo si lo recuerda mañana.

Sólo quiero hacerla felíz.

Acaricio los pocos centímetros de cabello en su cabecilla y sus ojos se abren con suma suavidad.

—Ven aquí. —la ayudo a sentarse sobre la cama y paso sus brazos por las mangas del abrigo.

—Están en el armario —susurra, apuntando por encima de mi hombro cuando aún no he terminado de abrochar los botones de su abrigo. Cuando abro el armario nuevamente, me doy cuenta de que la bolsa en la que metió sus obsequios se encuentra en la parte más baja de la repisa. Pongo los ojos en blanco sólo porque sé que ella no podrá verme, mientras me pongo de cuclillas para sacarlos de ahí y ponerlos sobre la cama.

—No veas el tuyo, no están envueltos —se apresura.

Me río y digo

—Está oscuro de todos modos, no puedo ver nada.

Las cosas que la inquietan siempre han sido las más inusuales y extrañas, pero ésta noche supera a todo lo que podría haberle preocupado antes alguna vez.

Tardamos como un minuto completo en llegar hasta las escaleras, y una vez ahí, la tomo en mis brazos para hacernos llegar al primer piso. Más vale que no haga ruido, si Will nos descubre va a matarme en un instante.

Las coloridas luces del árbol de Navidad se encienden y apagan de forma intermitente. Son casi tan hermosas como los ojos emocionados de mi novia al verlas después de dos días. Creo que de todas las personas en esta casa, ella es definitivamente quién más disfruta al ver esas lucecillas y quien tiene menos oportunidades de hacerlo. Estoy seguro de que Keyra estaría aquí las 24 horas del día sólo mirando este árbol si le fuera posible.

—Vamos, ponlos ahí —la animo, entonces se agacha lentamente hacia la alfombra y yo le alcanzo la bolsa de obsequios. —¿Quieres ayuda? —pregunto.

—No.

Le doy una como-quieras mirada, pero ella no me ve, pues está demasiado concentrada en acomodar cada objeto junto al resto de los regalos.

—¿Podemos mirarlo por un momento? —pregunta al terminar.

—Es la hora de dormir, amor. Podemos admirarlo mañana.

—Pero mañana va a ser de día —se queja.

No tengo la energía para verla llorar otra vez, ni para discutir con ella, por lo que accedo fácilmente.

—Sólo un momento —suspiro. —Ven aquí.

Keyra se pone de pie lentamente y la ayudo a caminar hasta el sillón más cercano al árbol. Un escalofrío me recorre al apoyarme sobre los cojines fríos, pero pronto vuelvo a entrar en calor gracias al cuerpo abrigado de Keyra sobre mí. Apoya su cabeza en el hueco de mi cuello y suspira.

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora