85

1.4K 98 23
                                    

—No era necesario traer el tema.

—Lo sé. Pero tú preguntaste.

Abro la puerta de su lado y ella sube al auto. Antes de cerrarla, digo:

—Entonces no volveré a preguntar cosas.

El resto del camino hasta su casa no es más que silencio.

Sigo pensando en esa frasecita tonta suya hasta el día siguiente, sin embargo, no lo menciono de nuevo, como muchas cosas últimamente. Entre ellas, cuánto odio que mamá trate de derrumbar las paredes a mi al rededor con tanto esmero. Cuando alguien no quiere hablar sobre algo, simplemente lo dejas, no sigues presionando y esperando a que esa persona explote y quiera matarte.

Esta mañana nuevamente estuvo preguntándome si todo iba bien con Keyra, si quiero hablar sobre ello, si me gustaría visitar a un terapeuta. ¡Un terapeuta! Que quiero visitar a mi novia, joder, no a un condenado terapeuta. Escuché toda esa basura que dijo sin emitir sonido alguno, mientras preparaba mi cereal y me sentaba a comerlo en silencio.

—Entonces, ¿qué dices? —pregunta, tomando la silla frente a mí.

—¿Sobre qué?

—Sobre todo, hijo.

Me mira con esperanza y trata de esbozar una sonrisa leve en su rostro. Aquí es cuando hacerse el idiota siempre es el mejor camino.

—Oh, disculpa, má. Estaba distraído. —entonces cambio el tema y todo termina; —Oye, ¿necesitas que compre algo? Tengo que ir al súper.

Mamá suspira derrotada y asiente con la cabeza.

—Sí, la lista está sobre el mostrador.

—Genial, te veo más tarde.

Tomo la lista del mostrador, beso su frente y en un minuto estoy sacando el auto del aparcamiento para ir camino al súper. Sólo iba a comprar un chocolate para Keyra, y ahora tengo que comprar leche, condimentos, cereal, cereal dietético, té, y la lista sigue.

Todo el interior del supermercado está decorado de Navidad, lo cual hace que me pregunte si el restaurant de anoche realmente tenía luces sólo para verse bien o para estar ad hoc con la temporada. Ni siquiera estaba al tanto de que Diciembre ya ha comenzado, pero al parecer sí. Tal vez debería empezar a comprar los regalos.

Al llegar a la caja pongo todas las cosas sin demasiado cuidado sobre la cinta, mientras una mujer de avanzada edad y cejas gruesas pasa todo por el visor de precios con una rapidez impresionante.

—O vives solo, o te enviaron a hacer las compras—dice.

—O me ofrecí yo mismo para evitar una conversación aburrida.

Sonríe y ladea la cabeza, dándome la razón.

—Qué astuto. —lo último que pasa por el visor es el chocolate de Keyra. —Entonces esto debe ser para compensar el haber escapado de esa conversación.

—No. Ese chocolate es para mi novia—sonrío. —En realidad sólo venía a eso en un principio.

—Vaya, ¿Eres del tipo a la antigua? ¿Abres puertas y pagas por ella?

—Solo estoy enamorado.

Teclea un par de números y el precio aparece en la pantalla.

—No la pierdas, entonces—dice. —Son quince con sesenta.

—No quiero perderla—respondo, y sospecho que hablar sobre esto jamás dejará de doler. Sólo quiero acostumbrarme a la idea, pero es imposible.

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora