76

1.7K 102 25
                                    

De pronto advierto que Keyra está temblando sumamente despacio.

—Key, vístete—susurro en su oído antes de que empiece a caer dormida.

Abre sus ojos y asiente, sonriendo. Me incoporo y alcanzo mi ropa y la suya. Salgo de la cama para vestirme, mientras ella se viste aún debajo del cobertor.

—¿Puedo usar tu camiseta? —pregunta de pronto, con aires de timidez. Ha estado muy cohibida hoy, casi todo el tiempo.

Intento reprimir mi sonrisa por la gracia que su ternura me causa, para no avergonzarla aún más y le alcanzo mi camiseta. Vuelvo a meterme dentro de la cama. Espero a que esté lista, para volver a acomodarme con ella en mis brazos. Minutos después, caigo dormido.

Más tarde, y después de una larga conversación, convenzo a Keyra de ir a tomar su ducha para no retrasarnos con su ida a la quimioterapia y, mientras ella lo hace, yo ordeno un poco el caos que hay en la habitación y hago su cama.

Como Keyra se ha llevado mi camiseta con ella al baño, sólo me pongo la sudadera. Ya voy a pedirle la camiseta, si es que logro recuperarla y ella no se la queda, como aquella sudadera a la que hace un tiempo tuve que renunciar. No es como si me molestara que ella tenga mi ropa, de todos modos. Usar la ropa de su novio es algo que le gusta a las chicas, y verlas usarla, es algo que a nosotros nos gusta. No puedo negarlo.

Bajo a la cocina para buscar algo de comer, pero no hay mucho en el refrigerador. Me pregunto por qué ya nunca están en casa todas las personas que trabajan aquí, además de Jeff. Solían tener una cocinera muy amable, y una mujer que se encargaba del aseo. Algunos días también había un hombre que cuidaba el jardín trasero. Ahora jamás los veo cuando estoy aquí.

Comienzo a abrir cajones y puertas, en busca de utencilios para cocinar algo de las pocas cosas que sé. En realidad ni siquiera he pensado en algo, pero mientras no encuentre una caserola, no servirá de nada tener una idea.

—¿Qué haces? —pregunta mi voz favorita en el mundo, detrás de mí.

—Busco una caserola para preparar algo de comer—digo, sin dejar de buscar.

Keyra trata de empujarme con sus manos en mi espalda. —Yo lo hago.

—Hey, ¿qué estás haciendo, enana?—pregunto, enfatizando el hecho de que es demasiado pequeña como para poder moverme de mi lugar.

—Voy a cocinar para ti—sonríe, y advierto algo de maquillaje en sus ojos. Es modesto, y se ve hermosísima. —Siempre haces todo por mí. Es mi turno ahora.

—Bien, ya que insistes... —digo, más porque yo no soy bueno cocinando que por el argumento que acaba de darme. Nada de lo que haga por ella será suficiente, jamás.

Me siento sobre la mesa de diario y la observo.

—¿Qué vas a cocinar? —pregunto. Pero Keyra comienza a abrir y cerrar cajones y puertas, tal como yo lo estaba haciendo, y no responde a mi pregunta. Se ve como si nunca hubiese estado en la cocina de su propia casa antes, tratando de averiguar dónde está todo.

La contemplo haciendo sus cosas. No tengo idea de qué hace en realidad, pero parece tan decidida y sencilla cocinando. Me encanta. Pienso en nuestra conversación después de que hicimos el amor.

—Siento que estoy viviendo mucho más ahora—dijo. Aún estábamos descansando en su cama.

—¿Tengo que pensar que es gracias a mí? —le pregunté, riéndome con modestia.

Keyra se acomodó con sus brazos sobre mi pecho para mirarme de frente, haciendo que mi corazón se acelerara, sólo por la forma en que sus ojos estaban puestos sobre mí.

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora