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¿Qué tan hermosa puede llegar a ser? No recuerdo haber estado tan loco por una chica antes de conocer a ésta. Mucho menos recuerdo haber conocido a alguien tan inocente, pero a la vez exótica como lo es Keyra, y dudo que exista alguien más como ella en el universo, porque ella es demasiado única, demasiado inusual. 

Cómo quisiera caminar con ella de la mano, que todo el mundo nos viera. Quisiera besar su sonrisa y sus largas pestañas, sorprenderla con cosas pequeñas y que las personas sonrían al vernos pasar. 

«Lástima que seas demasiado torpe como para llegar y besarla de la nada. —dice una pequeña parte de mí—. Porque sería genial si te atrevieras a dar el paso que sigue y conseguir a la chica.» 

«cállate», —me regaño. Un poco porque es cierto, y un poco porque tengo que cambiar eso cuanto antes. 

No lo pienso dos veces. De hecho ni siquiera una. Quito la taza de café de sus manos y la dejo a un lado, un poco enterrada sobre la arena para evitar accidentes. Y con la misma mano, recojo la suya entre mis dedos, apoyandonos sobre mis tejanos salpicados de arena. 

Acaricio su dorso con el pulgar. Estoy tan nervioso que me siento como un chiquillo de doce años, dando su primer beso con aparatos en sus dientes. Reparo en sus manos; dedos cortos y blanditos, incluso un poco rellenos en comparación con la contextura delgada del resto de su cuerpo. 

Ella suspira, por primera vez parece estar absorbida por algo más que sus pensamientos. Se ve inquieta, pero no hace nada por cambiar la situación, y no se aparta, por el contrario, su cuerpo se relaja de a poco, aunque no por completo. Me mira a los ojos, sonrío con ella. 

Cierro mis ojos e inspiro, disfrutando con demasía de este momento. Apoyo mi mentón sobre su cabello por un segundo, deposito un beso muy pequeño, y puedo oír como sonríe por eso. Es increíble.

—Espero que no le digas a nadie que me has visto llorar, Horan—me amenaza, pero su voz sigue siendo tenue. —Eso podría arruinar mucho mi reputación. 

La miro un segundo y dejo escapar la risa. ¡Está loca! 

Le sigo el juego. —Tu secreto está a salvo, Johnson. Sólo espero que esta escena no se repita, pues tendré que contarle a todos que eres una nena. 

Me mira con sorpresa, abriendo su boca como si estuviese indignada. Me da un golpe en el hombro.

—¡Heeeey! —Me quejo, aunque no me dolió en lo más mínimo. A cambio me gano otro golpe. Okay, okay. Le doy un empujoncito, sintiéndome culpable a pesar de lo suave que lo hago. 

Sus hombros se encogen, su sonrisa se agranda. Se ríe sin voz, como resoplando. Joder, me encanta. Me empuja, me muestra la lengua y se pone de pie en un saltito cuando me muevo, como si estuviese amenazándola, porque sabe que no tiene mucho tiempo antes de que comience a seguirla. Me pongo de pie y sale corriendo, y chilla como una loca. Eso es lo que me gusta de ella, que no le importa nada, y sus reacciones siempre son jodidamente extrañas, y estoy seguro de que ella lo sabe y aún así le da igual. 

Siento como si estuviera metido en la escena más cursi de alguna película de Nicholas Sparks, donde el tipo siempre sale corriendo y coge a la chica para meterla en el agua y ella no deja de reírse. Y me hace sentir un poco zonzo estar pensando en hacer lo mismo, pero de algún modo se siente distinto, porque la protagonista de las películas siempre lleva un vestido y está maquillada, con algun peinado perfecto de salón, y en cambio aquí es Keyra, vuelta loca, sin una gota de maquillaje encima y su cabello revuelto, sobretodo por el viento. Y no lleva vestido ni sandalias, lleva unos tejanos viejos que se rompieron al nivel de las rodillas, con un sweater que quizá mi papá hubiese usado en su época adolescente, de esos que ahora cualquiera consideraría como la prenda más nerd en el planeta. 

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora