Aparco fuera de la casa de Keyra, aún recordándome a mi mismo que esa mujer no me conocía, no sabe quien soy, ni quien es mi novia. Y no estaba obligándome a hablar sobre ello, sólo quería conversar con alguien y yo aparecí en su caja.

Toffee abre la puerta de mi auto y se aferra a mí en un instante. Mi pulso comienza a correr inmediatamente, golpeándome en los oídos, porque sé que algo malo está sucediendo. Tiro de ella para mirarla y que me de una explicación.

—¿Qué sucede? Toffee, ¿Qué pasa? ¿Dónde está Keyra?

—¡Está bien, está bien! —exclama, pero su voz no la acompaña. Una lágrima se escapa de su ojo y termina en la comisura de su boca. —Vomitó mucho esta mañana, pero ya está bien. Es solo que he estado aguantándome esto todo el día, odio tanto verla así, Nialler.

Salto fuera del auto y cierro la puerta detrás de mí. Vuelvo a abrazarla. Toffee jamás se ve así, jamás deja que nadie la vea mal.

En realidad, Toffee jamás está mal.

Beso su pelo y la presiono, sin saber muy bien qué más hacer.

—Está bien—digo. —No tienes que ser fuerte todo el tiempo.

—Sólo estoy cansada—suelta en un aliento.

—Está bien.

—Necesito un descanso.

—Está bien.

Fijo la mirada en un punto perdido mientras escucho los pequeños sollozos de Toff hundidos en mi sweater. En este punto de mi vida no sé cómo reaccionar ante nada. Comprendo a Toffee, pero no me siento capaz de decir algo para hacerla sentir bien, porque sé que no existe tal cosa.

De pronto veo a Keyra aparecer tras la puerta de entrada de la casa. Toff la dejó a medio cerrar.

—Toff, viene Keyra—murmuro en su pelo y ella automáticamente se aleja de mí y limpia las lágrimas de sus pestañas inferiores, mirando hacia arriba, como hacen siempre las chicas cuando se tocan los ojos.

Ese día, al ver a Toffee colapsar, me doy cuenta de que desde ahora en adelante todo el mundo al rededor de Keyra comenzará a colapsar poco a poco, tal como yo hice cuando Straw dijo que ella moriría. Todos podemos ser fuertes en cierta medida, pero todas las personas tienen un límite. Incluso el más optimista y sereno ser en el mundo. Y Keyra es precisamente nuestro punto de colapso.

Con el paso de los días observo a Key dibujar todo el tiempo, aún más de lo que hacía antes, y ahora no lo hace en su pequeña libreta vieja, sino en grandes formatos. Cuelga con cinta pliegos de papel grueso en la muralla y con sus carboncillos comienza a trazar líneas y dibujar toda clase de cosas. Todos los días es un nuevo dibujo.

Uno nuevo. Cada. Día.

El problema surge cuando la cinta deja de soportar al papel y cae al suelo, entonces automáticamente viene un pequeño berrinche de su parte, pero pronto lo supera y termina dibujando acostada boca abajo sobre la alfombra.

He decidido que voy a regalarle un atril en Navidad, entonces ya no tendrá que lidiar con ese problema y le será más cómodo dibujar.

—¿De nuevo ese tonto reloj? —pregunto un día en cuanto me doy cuenta de lo que intenta hacer sobre el papel.

—No es tonto. Y quiero mejorarlo—dice. Se mueve de un lado a otro, dándome la espalda y frotando su dedo contra el carboncillo para expandir su efecto. Hacía un tiempo había dejado esa obsesión por los relojes. Parece ser que ha vuelto.

—Lo has dibujado un millón de veces. ¿Qué hay de las cosas que dibujabas antes? —odio ese maldito reloj.

—Ya las he dibujado.

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora