Capítulo 22: Sinceridad

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Arthur se vio totalmente derrotado y aturdido, resulta que definitivamente había subestimado por mucho la inteligencia de Alfred, pero aun no quería tener que responder a esas preguntas.

—¿Q-qué la tierra que?—. Repitió en un nuevo intento de desviar el tema de conversación.

Alfred no dijo nada, solo se le quedó mirando con lo parpados caídos, solo luego de unos segundos que se hicieron eternos, en los que Arthur sentía como lo juzgaba con la mirada, el muchacho se dignó a hablar.

—¿Es en serio?

—De verdad, ¡Te juro que no tenía ni idea! ¿Cómo se supone que gira? ¿Acaso la tierra es redonda?—. Exclamó asintiendo varias veces, desesperado por desviar la conversación, sin darse cuenta de lo falso que sonaba.

—Arthur, deja de ponerte en ridículo y dime la verdad—. Le pidió nuevamente Alfred, luego de un prolongado suspiro de exasperación.

—D-de verdad no sabía qu...

—Que curioso que no lo sepas—. Le interrumpió Alfred quien ya no podía contener su indignación al ver que el britanico siquiera se esforzaba en mentirle. —Teniendo en cuenta que recuerdo perfectamente habértelo explicado cuando era pequeño, junto con muchas otras cosas sobre las estrellas, es más, nos metimos a escondidas en el despacho de la madre superiora y te enseñe el globo terráqueo que tenia de adorno.

Alfred guardó silencio nuevamente, esperando que sea Arthur quien hablara, sin embargo no fue como esperaba.

—Vaya, no recuerdo nada de eso—. Soltó intentando parecer despreocupado, más la tensión se sentía en el aire.

—Tampoco recordara entonces, que quisiste robarlo para obsequiármelo, ya que según tus textuales palabras "Ella solo lo tiene de adorno, tú le darás un mejor uso". Y te dije que ni se te ocurra, y me enoje contigo ya que me habías prometido que no robarías más.

Nuevamente se quedó callado esperando que Arthur tomara la palabra. Esta vez el británico siquiera se atrevió a hablar, se limitó a cerrar el libro y permanecer con la cabeza baja, atento a sus próximas palabras.

—Y al día siguiente te apareciste con un globo terráqueo mucho más bello, pintado a mano. —Entonces Alfred se puso de pie y camino hasta su habitación, pasados unos segundos regresó con el globo terráqueo, era demasiado pequeño, cabía en su mano, más que nada para que no fuera pesado ni difícil de ocultar, estaba viejo, descolorido, y cubierto de polvo en sus manos. —¿No recuerdas esto? Dijiste que lo habías hecho para mí, bueno... con ayuda de tus amigos mágicos claro, también dijiste que era especial, porque en el estaban todos los lugares que habías visitado, incluso los que ya no existen.

Entonces lo dejó sobre la mesilla de madera y comenzó a girarlo lentamente, Arthur reconoció su propia letra que indicaba lugares con tinta negra. Se sorprendió que el muchacho aun guardase ese regalo. Quiso decir algo, lo que fuera, pero las palabras simplemente no salieron.

—Ahora, ¿Vamos a seguir con esto, o vas a dejar de hacerte el tonto?

Pocas veces escuchaba a Alfred hablar de forma tan seria, sabía que no era buen presagio.

—¿No te gusta la comida? ¿Es lo que ha estado haciendo mal? ¿Te disgusta la casa, o te da miedo salir? ¿Por qué actúas así?—. Volvió a preguntar el muchacho, confiado en que esta vez recibiría una respuesta sincera.

Sin embargo, Arthur, aun sin atreverse a mirarlo a los ojos, murmuró rápidamente algo ininteligible para luego volver a abrir el libro que aun tenia en una pagina al azar.

—¿Qué?

Entonces volvió a decir lo mismo, con el mismo tono y la misma rapidez, haciendo que el significado de sus palabras sea igual de esquivos que la primera vez.

Fairytale (usuk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora