Capítulo 23: Problemas

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Decir que estaba decepcionado al descubrir su procedencia, es quedarse corto. Se trataba únicamente del teléfono celular que al parecer Alfred había dejado olvidado, el cual no paraba de sonar y vibrar, más debió admitir que se alegraba de que el muchacho no se encontrase en la casa, ya que seguramente habría estallado en burlas y carcajadas al ver la reacción que el británico había tenido.

El teléfono volvió a reproducir la melodía mientras que un número se veía en la pantalla. Arthur se alteró levemente ante esto y por poco lo deja caer al suelo.

La música cesó, y nuevamente comenzó a sonar, Arthur tomo el teléfono, y recordando las veces que había visto a Alfred utilizarlo posó su dedo sobre un pequeño círculo verde que aparecía en la pantalla debajo del número.

—¿Hola? ¿Arthur? ¿Estás ahí?—. La voz de Alfred preocupada sonaba tenuemente a través del aparato, Arthur se lo acercó al oído, entonces pudo escucharle con más precisión. —¡Por favor, dime que eres Arthur!

—¿Alfred? ¿C-como sabes que soy yo?—. Preguntó mirando a todas direcciones intentando encontrar el lugar desde el cual estaba siendo espiado.

—¡Gracias al cielo! Tengo que pedirte algo.

—¿Cómo es que puedo escucharte a través de esta cosa? ¿¡Acaso estas encerrado allí!?—. Preguntó alarmado al no poder pensar en otra excusa más coherente para aquel extraño fenómeno.

—¿Qué? No—. Dijo Alfred del otro lado. —Mira, te lo explicaré luego, pero necesito que hagas algo por mí ahora.

—¡No te preocupes!—. Exclamó Arthur preocupado. —¡Encontrare la forma de sacarte de ahí!

—¡Te estoy diciendo que...

Arthur alejó aquel artefacto de su oído y comenzó a correr de un lado a otro sin saber que buscaba, solo algo que pudiese servir de ayuda. ¿Cómo podía haberse metido adentro de esa cosa tan plana? ¿Qué clase de magia era esa? Y peor aún, ¿Quién le lanzaría semejante maleficio?

Solo se le ocurrió una forma de liberarlo, no era la mejor ni la más segura, pero sin un grimorio o un mago cerca no fue capaz de pensar en nada mejor.

Alfred seguía hablando; más bien gritando a través del teléfono, mas Arthur no le prestaba atención.

Con mano temblorosa el británico llevo su brazo lo más atrás que pudo para tomar impulso, y con un rápido movimiento, haciendo uso de todas sus fuerzas, lanzo el teléfono el cual se estrelló violentamente contra una pared.

Demás esta, intentar describir el calamitoso estado en el que quedó el artefacto, pero basta con aclarar que pequeños fragmentos de cristal se desprendieron de su pantalla.

Lógicamente, y para horror de Arthur, Alfred no escapó a través del cristal roto de la prisión que el teléfono suponía para él.

—¿Te encuentras bien Alfred? Ya puedes salir...—. Le indicó el británico arrodillándose junto al celular que ahora se encontraba inutilizable en el suelo. —¿Me escuchas?—. Preguntó un poco preocupado para luego levantar cuidadosamente el teléfono y llevárselo a la oreja esperando nuevamente escuchar la voz del muchacho.

—¡¿Alfred, sigues ahí?!—. Gritó extremadamente preocupado ante el silencio del contrario. —¡Contesta idiota!—. Volvió a gritar mientras golpeaba el celular fuertemente contra el suelo, rompiéndolo cada vez más y más, esperando que el joven saliera del mismo.

Una terrible sensación de pánico le invadió al pensar que había hecho mal y que ahora jamás podría sacar a Alfred de ahí, o peor, que lo había matado.

Fairytale (usuk)Where stories live. Discover now