—Bueno—dijo—, tu tienes un gran porcentaje de las razones por las que sigo aquí. —Lo que, por alguna razón, me hizo sentir intimidado. Keyra no suele decirme esas cosas. Y no es porque no sea sincera, sino porque tiene muchas otras cosas en la cabeza y demuestra su amor haciendo, con gestos y acciones, más que diciendo este tipo de cosas. —¿Qué? ¿No lo sabías, acaso? —preguntó, probablemente al verme un poco ruborizado. ¿Qué clase de perdedor se ruboriza porque su novia le dice algo así? Quiero decir, ¡acababa de hacerle el amor! Y sin embargo me avergoncé por una frase tan simple como esa. Oh. Tiene tanto sentido.

La besé en la mejilla y dije: —Sí, preciosa. —Luego besé su boca.

Después de eso, se molestó un poco por el hecho de tener sesión de quimio hoy, pero lo superó pronto, y entonces mencionó que Will confía mucho en mí, porque en vez de llamar a Mimi o a Mike para que cuiden de ella y la lleven a la clínica, él me lo pide a mí. Jamás lo había pensado antes, pero supongo que tiene razón. Will confía en mí.

Él me conoce hace años, por lo que eso me ha jugado a favor durante la relación con Key. No soy un chico desconocido que un día apareció en su casa siendo presentado como el nuevo novio incógnito de su única hija. Sin embargo, me siento muy bien ahora que me he dado cuenta, gracias a ella, de la buena relación que Will y yo tenemos.

Cuando Keyra saltó fuera de la cama, vistiendo sólo su ropa interior y mi camiseta, no pude evitar sonreír ampliamente, esforzándome por no soltar una carcajada en su cara. Es que, joder, se veía tan adorablemente graciosa usando mi ropa. Lucía literalmente como un vestido en ella. Pero ella lo hizo aún más gracioso al comenzar a caminar por toda la habitación, haciendo un exagerado movimiento de cadera y alzando sus manos con alegoría, cual modelo en un desfile de alta costura.

Keyra tiene salidas tan graciosas a veces, que me sorprende. Esa clase de ridiculeces sólo nacen en ella, y hasta su humor es inocente e ingenuo.

—Y luego yo soy el Señor Gracioso—alegué, aún riéndome, al recordar que ella una vez me había llamado así.

Keyra dió unos cuántos saltitos hacia mí y prácticamentese se estrelló contra mi cuerpo al abrazarme. Me miró desde su pequeña estatura, apoyando su mentón en mi pecho.

—Sí—dijo sonriente.

Cómo amo los días en que ella tiene este humor radiante. No cambiaría estos momentos por nada en el mundo.

Vuelvo a la realidad cuando una tapa de aluminio y un cuchillo caen al suelo junto a los pies de Keyra, haciendo un ruido estruendoso y molesto. Me alerto de inmediato al ver el cuchillo cerca de ella, pero me tranquilizo al ver que no cayó en sus pies y que ella lleva puestas unas botas que la habrían protegido de todos modos.

—Un buen chef jamás dejaría caer su tapa al suelo—bromeo, mirándola con suma seriedad e insuficiencia.

—Muy gracioso—espeta, dándome una de sus miradas asesinas.

—Estaba bromeando—sonrío ampliamente. —Te ves linda cuando cocinas. —Keyra deja todo lo que está haciendo para caminar hacia mí y darme un beso.

—Gracias—dice. —De pequeña quería ser chef.

—¿Ya no? —pregunto. Mi vista se desvía hacia tu trasero perfectamente formado cuando camina de vuelta al mostrador, para decir picando en trocitos lo que sea que está picando. En trocitos.

—No—responde con un tono casual. Su cabello liviano y escaso se mueve de un lado a otro, como si bailara en su espalda, por cada movimiento que ella hace.

Me alegro cuando anuncia que ha terminado de preparar la comida, porque estaba muriéndome de hambre, desde que no me detuve a almorzar después de clases por llegar aquí tan pronto como me fuera posible. Pone frente a mí un trozo de pastel muy naranjo y hecho en capas, y no puedo comprender cómo pudo tardar tan poco tiempo en cocinar algo así. Dice que Mimi le enseñó a preparar esto, pero que no recordaba muy bien la receta, por lo que parte de ella fue improvisada.

Después de probar su deliciosa comida y fastidiarla un poco cuando ella trata de hacerme adivinar qué es con exactitud, vuelvo a apresurarla para irnos a la clínica por su sesión de quimioterapia. Ahora sí es momento de irnos, si no queremos llegar tarde.

—Aquí vamos—digo, encendiendo el motor de mi auto, con Keyra sentada a mi lado. Su cinturón de seguridad puesto. —La gran aventura de la quimioterapia—bromeo.

Keyra pone los ojos y se remueve en el asiento. Me pongo en marcha, pero ella me detiene después de avanzar, como, básicamente nada.

—Para—dice. —Para. Para.

¿Qué demonios?

Piso el freno más fuerte de lo que quería y ambos nos sacudimos hacia adelante y de vuelta hacia atrás cuando el auto se detiene. Miro a Keyra, esperando una explicación.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—No sé.

Entonces me doy cuenta de que algo está mal, cuando veo su piel palidecerse y su ojos cerrarse en dirección al techo. Descansa la parte trasera de su cabeza en el respaldo del asiento. Tiro del freno de mano y quito el contacto para apearme del auto y abrir su puerta.

—Ven aquí. —Quito el cinturón de seguridad y la tomo en brazos para sacarla del auto. Creo que va a vomitar. —Respira profundo—digo, ayudándola a mantenerse de pie sobre el asfalto húmedo.

Keyra respira profundo, pero no abre sus ojos. Luce tal como se veía cuando se desmayó por primera vez, en nuestro castigo. Sus ojos están idos y no parece estar enfocando un punto en específico.

—Por favor, no vayas a desmayarte, amor —ruego. Keyra hace un ademán de colgarse de mi cuello con los brazos, pero falla al perder la consciencia en ese mismo momento. —Mierda, mierda, mierda.

La sostengo con fuerza y me arrodillo sobre la acera, para no dejarla caer. Abre los ojos de nuevo, pero se ve aún más débil. Al menos no ha alcanzado a estar más de diez segundos inconsciente.

Tengo que llamar a Will.

—Estoy despierta—dice. Estoy concentrado marcando el número de Will. —Ya estoy bien.

—¿Hola? —Will contesta en el teléfono.

Me apresuro en responder.

—Will, Keyra acaba de desmayarse. Aún estamos en casa y no sé si pueda llevarla a la clínica en este estado —digo, dudando de si es el mensaje correcto. Lo que quiero en realidad, es que él me diga qué debería hacer.

Miro a Keyra y el verde de sus ojos está rodeado por las pequeñas venas rojas en el área blanca. ¿Por qué tiene que sucederle esto ahora? Todo estaba tan bien hasta hace unos minutos. Ella se sentía perfectamente.

—¿Está consciente ahora? —pregunta Will.

—Sí—digo.

Keyra apoya su cabeza en mi pecho, ya ha dejado en insistir en que está bien, tal vez porque definitivamente no lo está. Mi pulso está corriendo demasiado rápido y sé que necesito controlarlo para que ella se sienta segura, pero se hace más difícil para mí cada vez que algo como esto le sucede.

—Escucha, Niall. Ahora mismo estoy preparándome para volver a casa. Espera unos minutos a que se recupere y dale algo que tenga azúcar. Estaré ahí en poco tiempo, llámame si algo pasa, por favor.

Estoy a punto de responder, cuando Keyra hace una arcada, inclinando su cuerpo bruscamente hacia adelante. Pero en vez de vomitar, sólo tose. Y tose de nuevo. Y cuando trata de apoyarse otra vez en mí, veo una mancha de sangre en sus vaqueros y al rededor de su boca.

—¡Joder, Keyra! —Tiro de ella hacia atrás, para asegurarme de que estoy viendo bien, pero ya no puede dejar de toser y la sangre sale como saliva de su boca. —¡Está sangrando, no sé qué le pasa! Te llamo luego.

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Where stories live. Discover now