Capítulo 16: Amigo imaginario 1/2

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Aunque nadie entendía cómo es que las monjas no notaban sus ausencias; si milagrosamente se encontraba a la vista de los demás también podía vérsele hablando, jugando y riendo solo,o cual de vez en cuando se tornaba un poco aterrador.

—Tengo que ir al baño— Susurró Matthew para alejarse de su hermano. Dejando nuevamente a Alfred solo con sus pensamientos.

La búsqueda de ese dia fue más intensa y minuciosa que la anterior, Alfred incluso había revisado el refrigerador de ja cocina y bajo la alfombra unas tres o cuatro veces. A pesar de solo haber transcurrido dos días desde la desaparición del ingles, se sentía realmente angustiado. De pronto el orfelinato se había vuelto un lugar lleno de escondites en los cuales no podía dejar de revisar, más de una vez le habían regañado por meterse en el cuarto de las monjas, de las cuales, lamentablemente, muy pocas creían la historia de Arthur.

El cuarto día, las monjas tenían una sorpresa preparada para los niños: Irían a visitar una galería de artes que se había inaugurado recientemente; a algunos de ellos no les llamaba mucho la atención, otros en cambio se encontraban emocionados, pero todos estaban alegres de poder salir a pasear. 

La galería había abierto sus puertas al público hacía poco menos de un mes, y por alguna razon, habia pensado que seria una buena idea invitar a sus revoltosos e infantiles vecinos del orfelinato a una visita totalmente gratuita; la madre superiora, quien era una mujer extremadamente recta y conservadora, no estaba del todo de acuerdo, pero al ver que aquella invitación incluso había interesado a algunas de las monjas, a la larga terminó por ceder. 

Los niños estaban tan felices por la salida que incluso el recorrer el trecho que separaba el orfelinato de la galería (tres manzanas) se había vuelto una de las partes más divertidas del viaje: constantes canciones, juegos, miradas curiosas observando el mundo a través de las ventanillas del autobús. Alfred, quien se encontraba un poco mejor que el dia de ayer, parecía igual de feliz que el resto de niños ya que la salida le había ayudado un poco distraerse, definitivamente ese prometía ser un gran dia, aun si la galería no fuese divertida.

Los niños habían sido divididos en dos filas de siete, las cuales eran encabezados por dos monjas diferentes. Alfred era el segundo en su fila, detrás de la regordeta hermana Madeline. 

Mientras ambas monjas intercambiaban algunas palabras, el niño intentaba ver a través de los coloridos vidrios policromados que cumplían el rol de puerta.

Estos se abrieron dejando ver un enorme y larguísimo pasillo en cuyas paredes totalmente blancas había colgados miles de cuadros los cuales poseían un sinfín de vibrantes colores que incluso parecían brillar. Colgando del techo, cada cierta distancia, había bellas y elaboradas arañas de cristales también coloridos. Algunos niños entraron resbalando sus zapatos en el piso de marmol pulido, ganándose un regaño  por parte de la hermana Olive. 

—Escuchen niños, visitaremos cada sección de la galería, pero lo haremos por orden— Dijo la hermana Madeline intentando mantener el control ante la docena de curiosos y revoltosos niños que ya comenzaban a dispersarse. 

—Por eso no se separen, cualquier cosa que sientan curiosidad de ver, la veremos a su debido tiempo ¿Si?— Agrego la hermana Olive.

—¡Mira mira!— Exclamó Matthew emocionado mientras señalaba uno de los cuadros que ahí se exhibian entre tanto usaba su mano libre para zamarrear el brazo de su hermano. —¡Se parecen a Kumajiro.

Alfred observó atentamente la pintura al óleo en la que podían verse varios osos polares y mentalmente los comparó con el oso de peluche de su hermano. 

—Si, se parecen un poco— Respondió pensativo. 

A pesar de contar con un guia el cual se supone debía saber explicarles todo lo que allí había, eran pocos los niños que realmente escuchaban. Aunque cuando pasaron por una sección en la cual había específicamente esculturas de cerámica, algunos niños se asustaron un poco con la que había en el medio de la sala, la cual tenía una extraña forma, como si una persona estuviese convirtiéndose en árbol. 

Nuevamente en una sección dedicada totalmente a pinturas Alfred sintió un escalofrío y tuvo que contener una exclamación de asombro en cuanto vio el lienzo que se exhibía en unas de las paredes. 

No puede ser...— Se dijo el niño a si mismo mientras que inconscientemente caminaba en dirección de la pintura, ignorando la advertencia de no separarse que las hermanas habían dado con anterioridad, por suerte, la atención de estas dos se encontraba perdida en la explicación que el guía les daba sobre una pintura. 

La obra que cautivó la atención del niño, no era la más llamativa ni la más grande, pero si una de las más bellas. En ella podía verse un pueblo antiguo retratado en tonos oscuros y apagados; en lo que parecía ser el  centro del condado había una bella y elaborada fuente la cual tenía una pequeña torre en el medio y en la punta de esta podía verse la escultura de un niño pequeño con semblante entristecido. Parado frente él, un hombre adulto identico al muchacho observaba la figura del niño con una mirada vacía y pequeñas lágrimas cayendo de sus ojos. Pero esa estatua no era cualquier estatua, y aquel hombre tampoco era cualquier hombre. Alfred lo reconoció al instante, ese cabello, esos ojos, esas cejas. Era Arthur. 

Fairytale (usuk)Where stories live. Discover now