Capítulo 15: Un paso más cerca de la magia

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—A ver— Alfred levantó su mano derecha para comenzar a contar los hechos con los dedos. -Dijiste que me odiabas, que soy egoísta y estúpido... y eso es solo lo que me acuerdo ahora.

Arthur no pudo evitar sentirse avergonzado, entonces si le había escuchado. Si antes no se atrevía a mirarle a la cara, ahora menos aún a hablarle, ni siquiera se había disculpado por eso, menos aún le había agradecido por dejarlo pasar.

—Sin contar que por tu culpa me atropellaron, desde que llegaste, no haces más que gritarme y complicar mi vida. oh cierto ¿También debo recordarte el hecho de que me abandonaste sin siquiera despedirte cuando era pequeño? Y muchas otras cosas que no me voy a gastar en contarte porque con tu estúpida mentalidad de hace mil siglos atrás no lograrías entender. ¿Son  suficientes razones para ti? O prefieres que continúe. 

Con cada palabra, Alfred iba perdiendo mas y mas la compostura, hasta que finalmente terminó gritando sin  darse cuenta.

Eso le bastó a Arthur para comprender lo mucho que las cosas habían cambiado. La persona frente a él, por ejemplo, ya no era un niño adorable, sino que se trataba de alguien a quien no conocía en lo absoluto, ¿Qué derecho tenía de pedirle un favor a un desconocido? Más aún a uno al cual al parecer tanto daño había causado. El británico se decía a sí mismo que si partió aquella vez para no volver, fue solo porque pensó que eso era lo mejor para el chico, cuanto se había equivocado... al parecer el daño que le causó su partida fue más grande que el que le habría hecho de permanecer a su lado. 

—Dime Arthur— Exclamó el americano llamando su atención.  —Dices que yo soy egoísta, ¿entonces como le llamas a alguien que se mete por la fuerza en la vida de alguien más y luego se va sin importarle el impacto que pudo haber causado en la otra persona? ¿Acaso no es eso egoísmo también?

 Si bien la atmósfera se volvió aún más tensa de lo que ya era, no hubo un silencio incomodo ya que la tos del inglés era tan fuerte y violenta que ya no podía controlarla. Entre sus constantes espasmos nerviosos, Arthur logró componerse lo suficiente para poder hablar. No llegó a advertir la mirada sorprendida y levemente preocupada de Alfred.   

—Lo siento...— Susurró Arthur avergonzado poniéndose de pie de forma abrupta, haciendo que el otro se sorprendiera aún más. 

—Parece que enfermaste por la lluvia, no me importa si te das un baño caliente— Le interrumpio Alfred sin mirarlo, no queria que el britanico notase su preocupacion. 

—No es necesario, me iré ahora, no tienes que cumplir tu parte del trato, prometo que no volverás a verme. 

Respondió Arthur, sin despegar la vista del suelo, pues no se atrevía a mirarle a los ojos una vez hubo logrado controlar un poco su malestar, solo que este le había dejado serias consecuencias, más allá del fuerte dolor de garganta que le causaba la tos, ahora tambien sentia como si sus cuerdas vocales fueran desgarradas con cada palabra que pronunciaba. Y como si las cosas no pudieran empeorar, en cuanto se dio la vuelta comenzó a sentirse ligeramente mareado. 

—¿A- Alfred?— Lo llamó en busca de ayuda mientras tanteaba las paredes con las manos ya que su vista de a momentos se oscurecía, el aire tampoco le llegaba. —No puedo... no puedo....— Su garganta dolía, el aire no era suficiente, y todo lo que le rodeaba lentamente perdía su forma y color, sus palabras se volvían jadeos, y su respiración se tornó agitada, intentando encontrar el valioso aire que al parecer escapaba de él. Entonces comenzó nuevamente: la tos y los espasmos que le impidieron pedir ayuda decentemente; aunque realmente no era necesario, con solo verle se le notaba que necesitaba ayuda. 

Y aún sentado en su silla del otro lado de la mesa, Alfred se debatía si ayudar o no. No podía negar que muy en el fondo sentía un gran aprecio por esa persona y que el verlo en aquel deplorable estado no solo le preocupaba, también le entristecía. Pero tantos años de terapia, de medicamentos, de miles de personas que le repetían lo mismo, habían terminado por convencerlo de que Arthur no era más que un producto de su imaginación. Lamentablemente la situación de su juventud se prestaba a darle credibilidad a esa hipótesis: un niño hiperactivo, con serios traumas y sin familia el cual se había creado un amigo imaginario, una figura protectora con la cuál sentirse seguro y querido, y era verdad realmente cuando estaba con Arthur sentia que nada era imposible. 

—No puedo respirar— Logró decir Arthur, sacándolo de sus pensamientos. Ahí estaba su figura protectora, la cual se dio la vuelta para poder observarlo. Tenía la mirada perdida en algún punto y gotas de sangre caían de su boca. ¿Qué explicación tendrían los psiquiatras y psicólogos para aquello? Lentamente todo eso fue perdiendo sentido para Alfred. El británico entreabrió sus labios para decir algo más, un pedido de ayuda quizá. Entonces el brillo abandonó completamente sus ojos. Arthur cayó al suelo inconsciente, más aun así seguía tosiendo y expulsando sangre por su boca, mientras que Alfred lo observaba con miedo, aun sin poder comprender si todo aquello era real o no, y sin darse cuenta, se encontraba ante la elección que el mismo Arthur había tenido que enfrentar muchos años atrás, cuando fue invitado a la colina mágica. Irónicamente, ahora era Alfred quien debía decidir si ayudar al británico, y con eso aceptar la fantasía, aun si también significaba perder su cordura o dejarlo ahí y aferrarse a la realidad que conocía.

Menos de un segundo fue lo que tardó en tomar la decision, y se maldijo por eso.

Las ropas de Arthur aún estaban mojadas y olían mal debido a la lluvia del día anterior, aun así no prestó demasiada atención a ello. 

Con cuidado, Alfred lo levantó en sus brazos, sorprendiendose de lo ligero que era para tratarse de un hombre adulto, y sin darse cuenta sonrió con nostalgia al recordar cuando en su infancia, Arthur lo cargaba con un solo brazo. 

Con cuidado lo cargó por el pasillo, llevándolo a una habitacion en la que Arthur pudiese descansar. No estaba muy seguro de que se debía hacer cuando alguien se desmayaba de esa forma, pero su instinto le decía que no era buena idea intentar despertarlo. 

—¿Que estoy haciendo?— Se preguntó Alfred en voz alta luego de depositar a Arthur sobre su cama, y sentarse junto él, por suerte este ya no tosía, pero su respiración se mantenía irregular y vaya que el pobre se veía demacrado. 

Estaba a punto de irse para dejarle descansar. Pero entonces, aun dormido, Arthur se aferró con fuerza a su brazo murmurando algo inentendible. 



(N/A): El próximo capitulo será totalmente dedicado a los traumas del Alfufu, para que no crean que es un empatico paranoico sin razón.

Fairytale (usuk)Where stories live. Discover now