—Entonces, ¿pensaste en algún lugar a donde ir más tarde? —pregunta de nuevo cuando estamos en mi habitación.

—Tengo todo planeado desde muy temprano en la mañana—digo. Mi voz es queda, pues estamos tumbados en la cama, sólo descansando mientras la lluvia débil choca contra la ventana.

—No me lo habías dicho, sin embargo.

—No. No lo hice —me río despacio.

Suspira con exageración, como si estuviese pidiendo paciencia antes de perderla. Me recuerda a mamá cada vez que Greg o yo hacíamos algo malo cuando éramos niños.

—Bien, ¿y cuál es el plan?

—Una cena en casa de mi papá. ¿Te gusta la idea?

—¡Me encanta! —exclama su voz floja. —¿Crees que le guste?

Aún no entiendo la razón por la que se cuestiona el hecho de agradarle a las personas. ¿Qué en ella podría no gustarle a alguien? Todo está bien, ella es educada, graciosa y todo, absolutamente todo causa un grado de fascinación en ella. Probablemente podría sentarme a hablarle sólo acerca de mi color favorito y seguiría queriendo saber más y más.

Me apoyo sobre mis codos y me inclino hacia ella para besarla. No tenía pensando hacer un beso largo, pero ya que ella me da el paso...

Deslizo lentamente mi lengua sobre la suya y me adapto a su ritmo tranquilo. La siento sonreír levemente, seguido de un suspiro.

—Vas a gustarle—digo. —Y mucho.

Sonríe y cierra sus ojos. Su mejilla apoyada sobre sus brazos cruzados. Deposito un beso en su frente, luego en su naríz, y su sonrisa crece un poco. Salto sus labios para seguir con el mentón. Cuando trato de acercarme a su cuello, encoge el hombro automáticamente y comienza a reírse sin dejarme tocarla, por lo que bajo hasta el dobladillo de su suéter y lo doblo algunos centímetros hacia arriba. Beso esa pequeña porción de su espalda descubierta y levanto la cabeza para averiguar si tiene alguna reacción, pero sigue quieta, respirando profundo.

La sorpresa ocurre cuando estoy a punto de volver a su lado y ella se queja. Mi sonrisa se expande lentamente cuando entiendo lo que busca.

Vuelvo a inclinarme sobre su espalda y vuelvo a besar el mismo lugar. Sigue quieta. Avanzo un par de centímetros hacia arriba y dejo otro beso ahí. A pesar de ser ella quien recibe estas caricias, siento un cosquilleo extraño en mi estómago cada vez que toco su piel con mis labios, pero lo ignoro y vuelvo a besar un poco más arriba en su columna. Se estremece. Sigo dejando pequeños besos a lo ancho de su espalda baja y cerca de su cintura.

Tomamos una siesta.

Cuando me despierto Keyra no está a mi lado y la habitación está oscura. Ahora llueve con más fuerza que antes de dormirme.

Meto mis pies en las zapatillas y bajo a trote las escaleras, para encontrarme con la tierna escena de Keyra tomando una taza de té junto a mamá. Terminaría de ser perfecto si la taza de mi novia estuviese llena de café en vez de té. Yo sé que lo disfrutaría mucho más, pero mamá es una bebedora de té empedernida y yo prefiero el chocolate. Greg también lo prefiere cuando viene de visita, por lo que el café siempre ha sido completamente innecesario en nuestra casa. Hasta ahora, claro.

—Alguien decidió despertar, al fin—mamá dice cuando me ve.

Keyra no dice nada, pero desliza su dedo índice sobre la sien y reprime una risa dándome a entender que hay algo mal en mi rostro. Me toco en el mismo lugar que ella me indica y siento un pequeño relieve en la piel. Claro, hay un pliegue de la almohada marcado en mi cara.

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora