Me río por la inocencia con que trata de encontrar una excusa que en realidad no necesita.

—Estaba bromeando—digo. Beso su mejilla y corto un trozo de crepe mientras explico: —En realidad tengo cosas aburridas que hacer hoy; llevar el auto al servicio técnico, comprar un par de cosas... Bla, bla, bla. Puedes venir conmigo y luego hacemos algo mejor. ¿Tenías alguna idea? ¿Un lugar en especial?

Su sonrisa comienza a crecer de a poco y vuelve a estar entusiasmada. Fue una broma tonta y me siento culpable ahora. Devuelve el beso en mi mejilla al mismo tiempo que yo me meto el trozo de crepe en la boca. —Eres lindo—murmura.

En respuesta abro la boca para darle una perfecta visión de mi comida masticada.

—¡Y asqueroso! —exclama golpeándome en un hombro.

Trago tentando de la risa y muy, muy orgulloso de lo que acabo de hacer.

—Mostrarle la comida de tu boca a tu novia es un acto completamente honroso y varonil. Sólo un verdadero hombre lo hace.

—Oh, claro —ironiza.

—Entonces, ¿algún lugar? —reitero.

—Para ser honesta, la única parte de esta enorme ciudad que he podido ver desde que llegué, sin considerar mi casa, tu casa y el instituto, es el camino desde el aeropuerto hasta mi casa, el día en que aterricé aquí. Lo que se reduce a dos casetas telefónicas y un poco de neblina.

—Oh.

—Ajá. Entonces, podemos ir a donde sea y estará bien.

—Iremos a Dondesea entonces. Sólo tengo que averiguar cómo llegar hasta ahí, porque tampoco yo lo conozco—me burlo.

A cambio recibo un empujón, seguido por un beso.

Terminamos de desayunar y nos quedamos acostados bajo las cubiertas de la cama mirando al techo, mientras Keyra me habla sobre el extraño sueño que tuvo anoche en donde entraba a casas de desconocidos para dormir una siesta.

Me gustan sus relatos por la forma en que describe cada detalle y por la forma suave en que su voz se desliza en el aire.

Nos quedamos en silencio por mucho tiempo y observo cómo la luz de la habitación cambia cada vez que una nube se cruza por delante del sol débil de la mañana.

Cuando vuelvo a mirar a Keyra, me doy cuenta de que se ha dormido. Deposito un beso en la comisura de sus labios entreabiertos.

—Te amo—susurro. Paso por encima de su cuerpo, ayudandome con los brazos para llegar hasta el otro costado de la cama sin tocarla ni despertarla.

Busco algo de ropa en el armario y tomo una ducha.

Ahí, debajo del agua caliente me pregunto si ella siente lo mismo que yo. Me pregunto si su pecho también da volteretas cuando me río con ella, o si de pronto tiene arranques de locura en los que muere por besarme, como me sucede a mí cada vez que frunce el ceño y se concentra pensando en algo. Me pregunto si ella imagina un futuro conmigo, si quiere ser mi novia para siempre, o si ha pensando en la diferencia entre gustar, querer y amar. Me pregunto si extraña mi mirada cuando le quito los ojos de encima por un segundo, si se siente un poco zonza al mirarme mientras le hablo. Me pregunto si ella me ama como yo la amo y si está perdiendo la cabeza como yo, sobre todo cuando sus dedos se meten entremedio de los míos al caminar.

Pero me conformo. Me conformo con amarla de la forma en que lo hago y no decírselo en voz alta hasta que sea el momento adecuado. Hasta que sepa que no va a salir corriendo si de pronto menciono las palabras.

Llamo a papá para asegurarme de que no tiene planes para hoy en la noche y me alegro al oír que no es así. Casi puedo oír su sonrisa satisfactoria cuando digo que llevaré a Keyra para cenar con ellos.

Más tarde conducimos por la ciudad hasta el reparador técnico. Mi auto lleva algunos días teniendo un ruido extraño cerca del asiento del copiloto, pero no he logrado descubrir qué es.

—Seguro se soltó alguna pieza pequeña en el interior —Keyra dice—. Un cable fuera de lugar dentro de la puerta o algo por el estilo.

Quiero reírme y burlarme de ella, diciendo que casi suena como si realmente supiera algo de autos, pero luce tan seria al decirlo, que prefiero cambiar esa burla por genuino asombro.

—¿Sabes sobre autos?

—Algo—dice. Me mira y sonríe con evidente orgullo de sí misma. —¿A que no esperabas que una chica manejara el tema?

—No es eso —Sí, es eso —. En realidad no lo esperaba de una persona que no conduce.

—Solía sentarme en el asiento del conductor mientras papá arreglaba su auto y revisaba que todo estuviera bien. Entonces siempre decía cosas como «Esto suena extraño, creo que proviene del capó» y al revisar, ahí estaba. Cada vez que hacía pronósticos antes de buscar la verdadera raíz del problema, era justo lo que él pensaba. Es como un experto —explica. Desvía su atención por la ventana al exterior, pero agrega: —En cuanto a descubrir la falla, claro. Porque cuando trataba de arreglarlo, terminaba por empeorarlo.

—¿Quieres decir que sólo aprendiste mirándolo?

—Sí. No es tan difícil.

Bueno. Ahora tengo una novia que va hasta mi casa para preparar el desayuno y que puede hallar el problema mecánico de mi auto mejor que yo sin siquiera saber conducir.

—Vamos a ponerte a prueba—desafío. —Cuando el hombre del servicio técnico encuentre lo que sea que está provocando ese ruido, veremos si eres tan buena como dices.

—Bien—responde con un tono casual y se encoge de hombros.

En la esquina siguiente doblo a la derecha y entro en el aparcamiento del establecimiento. Un grupo de hombres vestidos con overall se reparte en distintos sectores del lugar, encargándose de una enorme variedad de modelos y marcas de autos, cada uno con una necesidad diferente. Cuando apago el contacto y el motor se detiene, Keyra salta fuera de él y se cubre del sol con una mano sobre su frente, mientras uno de todos los sujetos que trabajan aquí se acerca a nosotros.

Le explico brevemente el problema sobre el ruido y me pide una hora para revisarlo y tenerlo solucionado. Parece simple.

Aprovechamos el tiempo en pasar al supermercado por algunas cosas que necesito: Loción post afeitado, un nuevo cepillo de dientes y una bolsa de papas fritas para no morir de hambre durante esta hora. Keyra compra una botella de té helado para ella e insiste en pagarla por sí sola. Desisto de pagarlo cuando me abandona en la fila de pagos para correr a otra caja.

Es tan obstinada.

—¿Pensaste en algo para hacer más tarde? —pregunta en el camino de vuelta. Estiro la bolsa de papas fritas para ella, quien introduce su mano y saca literalmente una.

—¿Tenía que pensar en algo yo mismo? —consulto. Ya lo hice, de todas formas.

—Claro. Iríamos a Dondesea, ¿lo recuerdas? Dijiste que buscarías la dirección.

—Touché —Admito riéndome.

Me mira divertida y abre la boca, dejándome una perfecta visión de la papa molida en su lengua. Es perfecta.

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Where stories live. Discover now