Capítulo 19 - 7 de Marzo: Todo está cambiando

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            Por eso Iris se había sorprendido tanto la primera vez que le presentó la propuesta y por eso ahora los acompañantes de McLachlan habían pasado de ser información clasificada a un precedente a señalar. Anton aprovechó las debilidades de Hawkins. Poca gente de la base conocía las ideas aperturistas de la comandante. Si la decisión no involucrase conflictos de seguridad, Anton sabía que Iris no se lo habría pensado, y hubiera dejado acudir a la Casa de Salud a quien quiera que lo hubiera solicitado.

            —Después de veinte años negándote a firmar el puñetero papel ¿por qué ahora y por qué con este chico? —le preguntó en una de las reuniones, una taza de café en una mano y la copia del expediente gubernamental de Aedan en la otra. Anton cayó entonces en la cuenta de que si Catherine no estuviera de por medio él habría apoyado la solicitud de Aedan de todos modos. No tenía la menor duda de que su interés era sincero; en realidad tenía mucho que perder y más bien poco que ganar de la experiencia, si es que había algo. Ni siquiera quedaría bien en su historia profesional de cara a la Academia Espacial si algún día decidía hacerlo público.

            Después de horas de negociaciones al respecto y de que Iris se tomase un par de días para reflexionar sobre ello sin tener delante a Anton, cuando aquel mediodía le llamó a su despacho ya tenía el presentimiento de que al menos eso iba a salir bien. Se preguntó si sucedería lo mismo en el siguiente paso; tendría que provocar al sentido del deber y la caridad de Catherine..

            Aún era pronto para pensar en ello, sobre todo porque las condiciones de Iris podían hacer que Aedan cambiase de opinión.

Aún faltaba media hora para el comienzo de su turno pero no le hubiera sorprendido no encontrarle en casa. Por fortuna Aedan abrió la puerta en cuestión de segundos.

            —Doctor Kavanaugh. —Aedan parpadeó sorprendido y se irguió mientras se secaba las manos apresuradamente con una toalla, como si un oficial acabase de presentarse para un registro sorpresa—. Buenas tardes.

            —Buenas tardes —No tuvo que decir nada para que Aedan le franquease el paso a la pequeña habitación, que olía a jabón y todavía tenía arena en el lavabo. Aedan accionó la recicladora al pasar a su lado y esperó. Anton nunca había disfrutado haciéndose de rogar, así que le tendió el sobre de inmediato—. El permiso de la comandante.

            Aedan se limitó a dar vueltas al sobre sin abrirlo y Anton temió que se hubiera echado atrás.

            —Muchas gracias —murmuró echando un vistazo dentro y volviendo a cerrarlo después.

            —Hay algunas condiciones. Como ya hablamos, los días que pases allí saldrán de tus propias vacaciones. Y no podrás volver a la base hasta que no termines tu permiso, tendrás que vivir en Suburbia.

            Durante un instante, en las tres primeras palabras de la segunda frase, pareció que un gesto reflejo le tensaba los músculos de la mandíbula, pero luego volvió a asentir.

            —Yo me encargaré de buscarte alojamiento. Además, en la Casa de Salud deberás hacer ver que eres habitante de las Nethers.

            —No habrá ningún problema —aseguró Aedan con seriedad, y Anton recordó que no era utopiano de nacimiento. Mucho mejor—. ¿Algo más?

            —De momento no. La comandante Hawkins me ha pedido que te repita que mientras estés fuera no recibirás ninguna clase de apoyo del Muro, pase lo que pase, y querrá una declaración firmada. Habrá que vacunarte y decidir los días, y también... —Un breve pitido desvió la atención de Anton por un segundo hacia la consola que se acababa de encender—. Tienes un mensaje.

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