Capítulo XIX

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Después de cenar lo que Leo preparo, ambos se sentaron en el sillón para hablar sobre lo sucedido esos días en los que el mayor afirma haber vivido.

—¿Era una chica? —pregunta Ravi sorprendido—, ¿Y era bonita?

—No tanto como ahora —afirma Leo con una sonrisa mientras acaricia la mejilla de su chico—. Así eres perfecto.

—Leo, eres demasiado gay.

—Mira quién habla —el mayor intenta no reír así que 'enojado' salta encima del menor para hacerle cosquillas.

Al terminar su historia no tan detallada, Ravi decidió contarle sobre él, un pasado que no quería recordar, pero que Leo se merece saber. Para entonces ya se habían trasladado a la cama.

—¿Estás diciendo que estoy casado con un Dios griego? —le mira a los ojos emocionado mientras junta sus cuerpos lo más posible, ambos están acostados en la cama, viéndose de frente, con las sabanas hasta el cuello por el frio y aunque tenían estufa no calentaba del todo la habitación.

—Un semidiós —aclara enredando sus piernas con las de su esposo, que sonríe y le da un beso en los labios.

—Esto es increíble, me gustas aún más.

—No creo que te guste si me vieras de la forma en la que era antes —dice sin pensarlo, Taekwoon frunce el ceño y levanta una mano para acariciar sus sedosos cabellos blancos.

—¿Por qué? ¿Cómo eras antes?

—Ah. Bueno, no importa —intenta evadir el tema pero su chico le abraza impidiendo que voltee el cuerpo.

—Dime —ordena con un tono autoritario. Wonsik suspira resignado, sabe que si no se lo cuenta le molestara toda la noche.

—Cuando nací era un niño normal, pero con el tiempo fui cambiando: a los siete años comenzaron a salirme tatuajes, a los doce años mi cuerpo estaba lleno de ellos, eran dibujos raros y palabras en griego. A los quince años mis ojos se volvieron rojos y también el contorno de ellos —suspira cansado, no le hace mucha gracia recordar su infancia—. Para los dieciséis años ya no podía salir de casa; mis cabellos eran blancos y mis uñas se convirtieron en garras. El pueblo me llamaba: demonio —ve la cara incrédula del mayor y entiende que no le está creyendo nada—. Está bien si no me crees, lo entiendo, es demasiado, mejor vamos a dormir.

—¡No! No, sí te creo —se apresura a decir—. Bueno, en realidad no, pero quiero creerte ¿No tienes una foto?

—Taekwoon, vivía en el medio del campo, repleto de gente antigua que apenas sabían mandar una carta —se sienta en la cama, estaba comenzando a enojarse así que respira profundo para no hacerlo.

—Lo siento —se disculpa el mayor, sentándose al lado de Ravi y llenándole el rostro de besos.

—No, está bien, yo nunca te lo conté, es mi culpa —se dan un dulce beso en los labios, uno de reconciliación por la casi discusión que habrían tenido—. Me crie con unos ancianos que trabajaban en el campo, aunque nunca supe de mis padres crecí rodeado de amor y cariño —agarra una mano del mayor y se pone a jugar con sus dedos.

—¿Cómo lidiaste con eso de los poderes?

—No supe de ellos hasta los siete años y pude controlarlos gracias a un chico que me ayudo, era un semidiós al igual que yo, se hacía llamar Zelo —como un flash Leo recuerda a su chofer de la otra vida, sonríe y acaricia los cabellos del menor—, ¿Qué pasa?

—No, nada, recordé algo —le resta importancia. No puede estar seguro de que era la misma persona, puede que sí y lo haya conocido como un humano normal. El chico era simpático seguro que el que Wonsik conoció también lo era—. Ese chico ¿Te ayudo?

Por Obra de ArteWhere stories live. Discover now