Capítulo XI

443 47 43
                                    

No sé cuántas horas han pasado, ya me duele el trasero de tanto estar sentado y el calor es insoportable.

El ruido de una bocina llama mi atención, es el choche de Ken, ¡Por fin! Él me sonríe y hace señas para que me suba, lo hago aliviado de que adentro el ambiente sea fresco.

—Wonsik nos dijo que saliste hace horas y supusimos que te habías perdido. Salimos a buscarme, me alegra ser el primero en encontrarte, Hyuk me debe dinero ahora —me cuenta feliz mientras conduce el auto.

—¿Apostaron?

—Es divertido —ambos reímos— ¿Cómo te sientes? Ella nos contó que te conto todo —se ríe solo por su juego de palabras, me acomodo mejor en el asiento y miro por la ventana.

—Realmente no me gusta, nada de esto —respondo sincero—. No quiero verla —volteo a ver a Ken, que tiene la vista fija en la calle.

—Entiendo, te llevare a mi casa, ¿Sí?

—Gracias.

El resto del viaje mantenemos un silencio incomodo, al parecer este Ken no es charlatán y chismoso como el que conozco. No me parece que este mal, pero me gustaría que animara un poco el ambiente. Entramos a su hogar, él les llama a los demás avisando de que estoy en su casa, reviso su cocina en busca de comida. Dejo la flor azul en una taza con agua. No sé cuánto tiempo estuve a fuera pero tengo mucha hambre, por suerte encuentro una bolsa de galletas de chocolate, mientras las como preparo café para ambos. Ken se acerca y me mira extrañado. No de nuevo, ya me está analizando.

—Al parecer sigues recordando cómo hacer un café —un escalofrió recorre mi cuerpo por el tono que uso, no volteo a verle, sirvo los cafés en las tazas sintiendo el aroma exquisito y al ver lo textura espumosa por encima hace que me relama el labio.

—¿Qué quieres decir? —volteo a verle con ambas tazas, le paso una y él la agarra sin verme a los ojos.

—Que todo me parece muy raro, los doctores dijeron que no tenías amnesia, el psicólogo dijo que estabas fingiendo pero tú realmente no pareces recordarnos, sin embargo puedes recordar perfectamente cómo hacer las cosas —hace una pausa para beber de su café, mi corazón se acelera de los nervios. Tiene razón, es normal que se dé cuenta de eso pero ¿Por qué me analiza tanto? Acaso piensa que soy un clon o algo así—. Puedo asegurar que no estas fingiendo, pero entonces ¿Qué es? —¿Se lo digo? Pereceré un loco si lo hago, no me creerá, pero que importa si debo volver junto a mi Ravi.

—Ni siquiera yo lo sé —me encojo de hombros, él me mira confundido, agarro el vaso con la flor y lo dejo frente a ambos—. Esto me lo regalo un niño hoy en la plaza —Ken frunce el ceño, seguro piensa que quiero cambiar de tema. Me quito rápido el collar y lo coloco al lado de la flor—, y esto me lo regalo Obra de Arte.

—¿Obra de Arte? ¿Lo conoces?

—No. Hace cuatro noches me lo encontré por la calle y me regalo el collar, dijo que todos mis deseos se harían realidad al colocármelo —no dejo de mirarle a los ojos al contarle, tengo la esperanza de que puede llegar a creerme—. No lo creí al principio, aun así me coloque el collar y cuando desperté todo lo que conocía se hizo desconocido para mí

—No entiendo. ¿No eres Jung Taekwoon?

—Sí, soy Jung Taekwoon —muestras miradas se encuentra, no sé si me está creyendo o sólo me sigue la corriente—, pero todo esto no es lo que yo recuerdo, no es la vida que viví. Son las mismas personas pero no son como las recuerdo —guardo silencio uno segundos, Ken mira su taza pensativo—. ¿Me crees? Necesito que lo hagas, por favor.

—¿Estás diciendo que vienes de otra dimensión? O algo así —me mira a los ojos, está dudando y analizando lo que le digo, lo bueno es que éste Ken no se lo toma todo en broma.

Por Obra de ArteWhere stories live. Discover now