Capítulo XVII

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Como un parpadeo.

Las tres almas que estuvieron allí ahora han muerto.

Se miran extrañados unos a los otros. Wonsik de un brusco movimiento empuja al niño en sus piernas, éste cae al suelo y se queja por el dolor, pero se calla asustado al darse cuenta de su situación.

"¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ellos?" se preguntan los tres al mismo tiempo, buscando respuestas en las miradas de los otros.

Hong Bin se mueve a un lado cuando Wonsik se pone de pie y camina por toda la cabaña, se abraza las piernas con miedo de que esos hombres sean personas malas que quieran hacerle daño, ahora entiende porque su madre le decía que siempre volviera antes de que el sol se ponga.

Taek Woon mira a todos lados preguntándose si fue secuestrado o si está soñando.

Won Sik no encuentra a nadie más en el lugar así que se acerca a la salida para ver si hay alguien fuera, se detiene antes de salir y retrocede unos pasos hasta situarse al lado del espejo, que está cerca de la puerta, se ve a sí mismo y no puede creerlo, ¿Dónde quedaron todos esos tatuajes? ¿Los colmillos y sus ojos rojos? Sus cabellos ya no son blancos ahora son de un oscuro castaño. Baja la vista a sus manos comprobando que no tiene tatuajes, se quita la remera sólo para apreciar su torso limpio de cualquier mancha, sonríe feliz sin darse cuenta. ¿Dónde estaban esos humanos locos que siempre lo utilizaban? ¿Acaso habían logrado quitarle los poderes? Sí, seguro era eso, luego lo dejaron tirado en esa cabaña para que no les causara problema. Esa era la única explicación.

Es libre.

Se coloca la remera con rapidez. Quiere salir corriendo de ese lugar, no le importan los humanos que están allí sólo quiere ser libre, pero una mano se lo impide, voltea con el ceño fruncido encontrándose con la mirada seria del hombre pálido de cabellos negros.

—¿Tú nos trajiste aquí? —pregunta Taek Woon mirando de pies a cabeza al castaño, que se suelta de su agarre y lo empuja con ambas manos— ¿Qué te pasa? —se acerca amenazador, Wonsik vuelve a empujarle haciendo que casi caiga por la fuerza que uso.

—No me toques.

—Ok —Taekwoon rueda los ojos y se queda parado donde está, a un metro de distancia del otro—. Creo que estamos solos en esta casa y dudo mucho que él nos haya traído —apunta a Hongbin que es una bolita en el suelo y los mira a ambos con miedo.

—¿Y qué hay de ti? —Wonsik mira de pies a cabeza al mayor, que niega y suspira cansado—. Pues yo no fui quien los trajo, lo último que recuerdo es estar en mi celda —un escalofrió le recorre la espalda al pensar en ese lugar. Lo odia y espera nunca volver.

—¿Te refieres a la prisión? —pregunta al tiempo que se aleja unos pasos del castaño, quien suelta una carcajada divertida pero que se oye macabra. No es su culpa, hace mucho que no reía si no era para asustar a los demás.

—Ojala fuera eso, sin dudas sería mucho mejor—Wonsik sonríe triste. Hongbin nota ese cambio y se pone de pie un poco menos asustado, en ese momento ambos adultos posan sus ojos en él.

—Yo-yo... bu-bueno —con los nervios a flor de piel mira el suelo y juega con el borde de su remera, vivir siendo maltratado lo habían convertido en alguien sumiso y asustadizo.

A Leo le causa mucha ternura ver al pequeño así y sin darse cuenta sonríe captando la atención de Wonsik, que le mira curioso, hace años que no veía una sonrisa sincera en un humano. El azabache se sonroja al darse cuenta de que es observado, porque no sólo el castaño le mira, sino que el niño también lo hace, ambos con los ojos más inocentes que había visto.

Por Obra de ArteWhere stories live. Discover now