Capítulo X

378 51 47
                                    

Al despertar me quedo unos minutos sentado en la cama antes de levantarme, al entrar a la habitación encuentro a Ravi aun dormida así que hago el menor ruido posible, busco mi ropa y entro al baño. Cuando salgo ella ya no está en la habitación; seguro está abajo desayunando. Abro la puerta y me asusto al verla frente a mí, ambos reímos mientras cambiamos de lugar, ella entra a la habitación y yo bajo para desayunar.

Saludo a Bom con una sonrisa que la hace sonrojar, desayuno solo de nuevo y al darme cuenta de que Wonsik no baja para ir al trabajo subo para saber que sucede. Entro a la habitación y la veo sentada en la cama, rodeada de cajas, libros y álbumes de fotos ¿Está llorando? Al verme sonríe triste y vuelve la mirada a la foto que está en su mano. Con cautela decido acercarme, ella mueve las fotos que están a su lado y luego me jala para que me siente, extiende la foto y yo la agarro con cuidado ya que parece algo muy valioso para ella. En la foto estamos todos juntos, ella con los cabellos largos abrazando por el cuello a Ken, yo al lado de Hyuk, quien se ve muy feliz mientras toma la foto, y Hakyeon abrazándome por la cintura.

—Era en secundario. Éramos muy unidos —dice Ravi apoyando su cabeza sobre mi hombro, limpia sus lágrimas mientras yo decido agarra uno de los álbumes, cuando lo abro ella lo cierra de golpe logrando asustarme, le miro confundido—. Son las fotos del secundario y yo quisiera explicarte algunas cosas antes de que veas las fotos —me pide con ojos llorosos, sonríe triste y acaricia mi mejilla con delicadeza sin dejar de verme con cariño. Wonsik sigue siendo tan sensible con respecto a lo sentimental, siempre le costó decir lo que siente y ahora creo que es mucho más difícil siendo una chica, se ve tan delicada y frágil, me muevo para rodearle con mis brazos, es tan cálida y pequeña, diferente a él que es tan grande y fuerte—. ¿Leo, que te contaron tus hermanos? —pregunta separándose de mí.

—Hyuk me conto como éramos de niños, más que nada sobre él. Y Ken no me conto nada de mí tampoco —ella asiente con la cabeza y se acomoda en la cama quedando de frente a mí.

—Te contare como nos conocimos —yo asiento enfocando toda mi atención en ella—: me cambia de escuela en segundo de secundaria, fue así como termine en el instituto donde tú ibas con tus hermanos. En mi salón estaba N así que nos hicimos amigas de inmediato, casi a mitad de año me di cuenta de que ella le gustabas, así que le insistí para que te hablase pero la muy tonta era muy tímida y no se animaba —ella sonríe al recordar y eso me hace pensar que ambas siguen siendo amigas—. Conoces ese cliché de: mandar a tu amiga a hablar con la persona que te gusta es mala idea —asiento en respuesta—. Bueno, eso fue lo que paso, yo fui en su lugar para hablar contigo, simpatizamos enseguida así que nos volvimos amigos, al poco tiempo te presente a ella y puedo jurar que lo de ustedes fue amor verdadero. Aunque eran tan tímidos los dos que ninguno se animaba a dar el primer paso, era muy divertido molestarlos y ver como quedaban rojos de la vergüenza —ríe a carcajadas pero yo le miro sorprendido, no parece ni un poco celosa, que raro—. Casi un año después comenzaron a salir pero ese era tu último año, fue muy triste, no se volvieron a ver cuándo entraste a la universidad. Yo tampoco te volví a ver pero siempre estábamos en contacto, éramos buenos amigos, de esas amistades entre un hombre y una mujer que casi no hay. Eras mi mejor amigo y aun lo eres —agarra mi mano con cariño, le sonrio y acaricio su palma.

—Ahora somos más que amigos —al decir eso ella se aleja un poco y me suelta la mano.

—Bueno, sí, somos marido y mujer pero... —se muerde el labio sin saber cómo continuar. Mi corazón se acelera con miedo adelantándose a cualquier cosa que ella pueda decir.

—¿Pero?

—Escucha, cuando estabas estudiando para hacerte cargo de la empresa surgió una crisis, lo iban a perder todo así que un socio de tu padre lo ayudo económicamente con un contrato que decía que su familia tendría la mitad de todo —traga saliva nerviosa. No la estoy entendiendo así que niego con la cabeza y busco su mirada, ella juega con sus manos evitando verme a los ojos—, para hacer eso posible no se les ocurrió mejor contrato que casar a sus hijos.

Por Obra de ArteWhere stories live. Discover now