—Y bien. —Comencé. Quería conocerla un poco, pero hacerla sentir cómoda y bienvenida a la vez. —¿Quién eres, Keyra Johnson? Digo... ¿Qué te gusta, qué haces por la vida?

Ella desvió la mirada y entrecerró un poco sus ojos. Estaba pensando en algo. —Bueno... vivo en San Clemente. Quiero decir, vivía. —Se corrigió. —Pero sólo estaré aquí por dos años, luego volveré allá.

Por alguna razón que desconozco, se sintió un poco desepcionante oír eso. Es que dos años no parecen tiempo suficiente para conocer a una persona. Menos a una tan cerrada como ella parece serlo.

Dejé que siguiera hablando. 

—Me gusta dibujar. —Fue todo lo que agregó.

—¿Algo más? —Insistí. 

—Uhm... —Volvió a entornar sus ojos. ¿En serio era todo lo que tenía para decir sobre sí misma? ¿Su color favorito, al menos? —Me gusta beber café. 

Fascinante. 

Supuse que tendría que, yo mismo, comenzar a hacer preguntas. Pero era algo difícil hacer una selección. Habiendo tantas cosas que preguntarle a alguien nuevo, y elegir las precisas, sin hacerle sentir incómoda, era algo complicado. 

Ella parecía abierta a responder, sin embargo. Entonces comencé: 

—¿Naciste ahí? ¿En San Clemente? 

—Sí. —Dijo, con una sonrisa orgullosa y un movimiento de cabeza incluído.

...

Esto no iba a ser fácil. 

—Y, ¿qué tal? ¿Te gustaba ahí? —Moría por preguntarle con quién vivía, por qué vino a Londres y otras cosas más personales, pero no me parecía una buena idea hacerlo. No por el momento. 

—Me gustaba el calor y la playa. Pero admito que estaba un poco encerrada en un círculo. No sé si vaya a extrañarlo, para ser honesta. 

—No pareces una persona que no tenga un millón de amigos por doquier. 

—Pues lo soy. —Dijo sin problemas. 

—No pareces muy preocupada por ello, sin embargo. 

—No, no lo estoy. 

—Tampoco pareces alguien que hable mucho de sí misma.

De pronto comenzó a reírse, y con esa misma vocecilla risueña, dijo: —Creo que no parezco muchas cosas para tí.

—Lo siento. 

—No. Está bien. —Dijo. Y la conversación murió ahí. 

Abrí la boca para hacer una nueva pregunta, pero ella me interrumpió. —No es que no hable de mí misma. Es que creo que las personas tienen mucho que contar, y me gusta oír esas cosas. 

—Tal vez yo podría pensar lo mismo —La desafié. No porque quisiera comenzar un debate ahí mismo, no me considero esa clase de persona. Pero Keyra parecía tener una respuesta para todo, y me gustaba saber qué era lo que tenía en su repertorio. 

—Sí. Podrías. —Fue toda su respuesta. 

Nos quedamos un rato en silencio. Y a juzgar por la expresión en su rostro, era como si relamente lo estuviera disfrutando. El silencio, digo. Porque sólo suspiró y su semblante se serenó, sin dejar de mirar a la nada. Y lo interesante, fue que yo logré disfrutarlo también, casi tanto como ella. 

Hasta que me asaltó una nueva duda, y no pude evitar averiguar. 

—¿Tienes un novio en San Clemente? —Pregunté. Y esperé no sonar como si ella estuviese en el mercado.

Me miró con una expresión extremadamente graciosa, como si se hundiera en el pánico. —¡¿Dónde?! —Exclamó —¡Quítamelo! 

La miré, por completo atónito y descolocado en un principio, pero luego capté su idea y me largué a reír. Esta chica es extraordinaria. —Estás loca —Dije al fin. 

Y el resto de la noche fue aburrida y monótona. Tanto así, que la fiesta acabó un poco antes de la 1.30am. No porque se hubiese acabado la comida, o el ponche, o hubiesen cortado la música. Sino porque todo el mundo comenzó a irse, muertos de sueño y sumamente aburridos, incluídos nosotros y las chicas. 

Un golpe sobre la mesa me saca de mis pensamientos. Es Gauss, que acaba de lanzarme su plumón de pizarra. —Haga lo suyo, Horan. 

Recojo el lápiz de mi escritorio y arrastro mi silla hacia atrás, para acercarme a pasos flojos hasta el gran rectángulo blanco al fondo del salón, donde me espera una horrible ecuación de segundo grado que no me siento capaz de resolver. 

No lo logro, y me gano una mirada asesina de Gauss. Como sea, no es la gran cosa. 

Cuando suena el timbre de receso, Louis y yo prácticamente corremos a hacer fila en la cafetería. Ha sido muy difícil adaptarme a los cambios de horario que me proporcionó el paso de las vacaciones a la vida en el instituto, por lo que, durante toda la primera semana, he priorizado los últimos quince minutos de sueño y he tomado mi desayuno en los recesos, justo antes de comenzar a desfallecer por el hambre. 

—¿Ye haz bijado eb Gandy? —Comenta Lou, aún con la boca llena de muffin. 

—¿Disculpa? —Pregunto irónico y fallo al intentar reprimir una risotada. 

Él termina de tragarse la comida y vuelve a decirlo: —Que si te has fijado en Brandy. 

Miro a mi izquierda, donde las chicas se encuentran reunídas, unas cuántas mesas más allá. Megan y Johanna hablan tanto, que casi veo la línea de palabras salir de sus bocas, y es como si jamás fueran a detenerse. Mientras que Brandy tiene la vista perdida, y hasta suspira un par de veces. 

Me pregunto si se encuentra bien.

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora