Capitulo 9

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Capitulo 9

–¡hola Sam! –grité de alegría al verlo moviendo su cola frente a mi. Dejé la puerta abierta a mis espaldas, Jullie venía detrás de mi. Entré a la cocina y dejé en el desayunador algunas cosas que pasamos comprando para la cena. Haremos pizza. Uh, eso nunca pasa de moda. Es deliciosa.

–podrías esperarme... –se escuchó la voz de Jullie un poco molesta, entró a la cocina y se sentó en uno de los bancos de ahí– no tienes que molestarte conmigo, sabes que eso puede pasar...

Puse mis ojos en blanco. Ahí iba otra vez, en todo el camino de vuelta no ha hecho mas que preguntarme porque Cristopher ha cambiado su actitud, ¿como voy a saberlo? para mí también fue una sorpresa.

–Cristopher puede querer otra oportunidad contigo... –finalizó. La miré seria. 

–¿podemos cambiar de tema?

–¿porque te molesta tanto? Chelsea si en verdad lo hubieras olvidado no te alteraría hablar sobre él... –dijo, negué con mi cabeza.

–no es que me moleste. Te lo juro, ya no me interesa, es algo...del pasado –finalicé, Jullie soltó un suspiro y guardó silencio– oye...¿me vas a ayudar a preparar la pizza? –pregunté sonriendo. Volvió sus ojos a mi y sonrió también, asintió. 

–estaba deliciosa, y no lo digo porque aporte a hacerla –murmuró Jullie. La miré con los ojos entrecerrados. Sí había ayudado, pero no puede llevarse todo el crédito, ambas ayudamos. Pero decidí no contradecir, estaba totalmente satisfecha, la pizza es mi vida. Aparte del helado. 

–¿dónde está Sam? –pregunté. Generalmente siempre estaba con nosotras al momento de comer, pero ahora no lo había visto por ningún lado. Jullie se encogió de hombros. Me puse de pie y busqué por todos los rincones, pero nada del gran peludo. 

Jullie dijo que lo buscaría en los cuartos.

–Sam, Sam, amigo ¿dónde estás? –repetía lo mismo una y otra vez.

Busqué debajo de la mesa, nada. En la sala, nada. Estaba empezando a preocuparme, Sam era el que nos ayudaba a que nos sintiéramos en casa y con compañía. Jullie gritó mi nombre desde mi cuarto. Caminé a paso rápido hacia su voz, pero ella estaba esperándome en la puerta.

–¿lo encontraste? –pregunté. Dudó un momento y asintió. Fruncí el ceño, evitaba mis ojos, movía sus manos sin razón y su rostro estaba ligeramente rojo. Estaba nerviosa. –bueno, déjame verlo...

–el caso es... –interrumpió tomándome de los hombros para retroceder y sacarme del cuarto. –es que...tienes que prometerme que por nada del mundo, sin importar lo que veas que resguardarás la calma.

Pidió. Entrecerré mis ojos, ¿porque no me dejaba pasar y asunto arreglado?

–deja de bromear y déjame pasar... –la rodeé para entrar. Si, estaba Sam ahí. Si, estaba bien, sin golpes. Y si, tuve que prometer que guardaría la calma. Sam se estaba comiendo mis zapatos. Abrí la boca sorprendida.

–¿estas bien? ¿quieres agua? yo puedo traerte agua... –decía Jullie. Me acerqué a Sam y le quité el zapato que tenía entre sus patas. Ahora solo quedaba la suela, literalmente. 

–es un desastre –susurré. Miré a Jullie quien me miraba con ojos suplicantes. Sabía que pensaba que me enfadaría, pero no lo estoy. De hecho no me afectó en nada. Son solo zapatos, venden demasiados en las tiendas. 

–no fue su intención, sabes que Sam le gusta jugar mucho. No le vayas a hacer daño. –pidió una y otra vez. Reí. 

–tranquila. No voy a hacerle nada. ¿Qué clase de personas crees que soy? –dije– son solo zapatos. 

Jullie sonrió y bajó a Sam de mi cama, que era en donde devoraba los zapatos. Ahora tengo tres zapatos sin su par. No importa. 

Salí de mi cuarto y le acaricié la cabeza a Sam que ahora parecía mas contento, movía su cola. Al llegar a la sala, grité:

–¡Jullie, tú pagarás todos los zapatos! 


El Jefe 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora