Los botes rojos

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Laura

Verla aún rondando en la esquina de mis recuerdos dolía.

Pero creo que era incluso más doloroso ser consciente de que su presencia había echado raíces en mí no solo porque así se lo había permitido sino también porque en el camino había sacrificado tantas partes internas, ya que mi plan a futuro era el de llegar a ofrecerle el mejor espacio posible para que ella pudiese crecer.

Y es que en todo el tiempo que duró nuestra relación, me encargué de regarla y cuidarla tan bien que actualmente su recuerdo ya no solo existía en las profundidades de mi memoria y de mis errores, sino que la actriz era parte hasta de esas zonas donde el sol nunca había rozado mi piel.

Es por esto que inevitablemente todo me recordaba a Nuria, donde su olor se esparcía hasta en aquellos lugares a los que nunca había ido y aquello era parte de mi tortura personal, ya que a pesar de que una parte de mí deseaba dejar de sentir en lo absoluto, también existía una parte más inconsciente y mucho más emocional que me rogaba que mantuviese su recuerdo un poco más porque las cosas podían eventualmente solucionarse.

Esa parte que no dejaba de hacer rabietas dentro de mí cada vez que recolectaba las fuerzas suficiente para atreverme a remover recuerdos y airear un poco aquel lugar oscuro en donde mi mente residía actualmente, debido a que según ella aún no era el momento para dejarla ir por completo porque a su parecer aún estaba vigente aquella conexión y todo era cuestión de tiempo para que las cosas se solucionaran y todo volviese a ser como antes.

Pero si era sincera conmigo misma, no estaba muy segura de que realmente quisiera volver a cómo estaban las cosas antes, ya que a pesar de que sí era cierto que durante la mayor parte de nuestra relación me había sentido en el cielo, esa sensación no era la única que se había colado entre los recuerdos del baúl de mi memoria sino que también lo había hecho el dolor punzante por la falta de comunicación la cual me había herido hasta la extenuación en más de una ocasión.

Como también estaban aquellos de los que no hablaba en donde el miedo de nunca llegar a ser suficiente para ella habían deteriorado parte de mi corazón.

Y ni qué hablar de la angustia constante de que no importaba cuánto me esforzara por siempre estar presente en su vida y ser lo más compresiva posible ante el hecho de que ella vivía una realidad completamente distinta a la mía, nada de esto había sido suficiente para que se quedara porque en los últimos meses de nuestra relación me sentía de todo menos una parte importante de su lista de prioridades donde todos parecían tener la suerte de quedarse con una parte de Nuria.

Todos menos yo.

Un suspiro amargo atacó mis labios ante aquella bomba nuclear que arrasó contra cada uno de mis pensamientos mientras mi mirada se quedó suspendida en los tímidos rayos otoñales que se colaban en las cortinas y el libro de la tabla esmeralda que le había regalado a Carla para su cumpleaños, el cual se encontraba a solo un par de centímetros de mí, ya que estaba en el velador y había sido quien me había confirmado sin necesidad de palabras que de alguna forma había llegado a su piso en algún momento de la noche.

Recargué mi cabeza contra la almohada en un intento desesperado de rescatar algo de lo que había sucedido anoche pero no llegué a nada más allá que el recuerdo borroso de las punzadas que habían dejado el detalle de que después de un mes en donde utilicé todas mis fuerzas para no hablarle a Nuria finalmente había caído frente a mis deseos irrazonables y le había marcado con la esperanza de al menos mantener una conversación como la de antes con ella.

Ya que de alguna forma que no lograba entender del todo ese era el final que necesitaba mi corazón.

Ese cierre que me confirmara que a pesar de todo, en algún momento de nuestra vida podíamos comenzar de cero y llegar a ser amigas porque si era sincera conmigo misma, ni siquiera extrañaba nuestra relación lo que realmente dolía era el hecho de que la actriz ocupaba gran parte de mi tiempo y no solo eso sino también de mi mente y de mis recuerdos.

Amar en tonos grisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora