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Laura
Un bufido cargado con todos los tonos posibles de la rabia y la frustración rebotaron en el salón de casa en el momento en que abrí la puerta y me sentí liberada de poder sentirme cómo me diese la gana y no tener la obligación de fingir que estaba bien después de un día horrible en el trabajo donde estuve a solo un centímetro de poner mi renuncia porque no daba más en una situación que era completamente insostenible donde ser la única mujer en la discográfica era suficiente como para infravalorar todas mis propuestas y no solo eso sino que además culparme de la mitad de los problemas o los retrasos con los demos cuando ni siquiera era parte de mi trabajo.
Resoplé abrumada ante la impotencia que me generaba no sentirme escuchada porque mis ideas no eran lo suficientemente buenas si yo las decía pero si las daban cualquiera de mis compañeros entonces eran casi genios musicales, ya que para mi jefe era casi inconcebible la idea de que tuviese el conocimiento suficiente en música como para dar mis propias opiniones o cambiar ciertas propuestas que no lograban explotar al máximo el talento de ciertas bandas.
Sin embargo, toda esa neblina cargada de estrés se disipó de a poco cuando pude escuchar el programa de los mini einsteins en la televisión de fondo como solía ser desde que Irene se había mudado a casa con Adri.
Por lo que la primera sonrisa del día apareció entre mis labios al buscar con la mirada a mi sobrino en el salón con la esperanza de que mejorara mi tarde pero al parecer no estaba en casa, ya que no pude encontrarlo en ninguna parte hasta que mi vista cambió de dirección y notó el perfil de papá sentado en la cocina con el ceño fruncido, la concentración bordeando sus facciones y una columna de hojas a su lado, por lo que supuse que estaba revisando los exámenes de sus alumnos.
Así que no tardé en tomar el control remoto del sillón y apagar la tele antes de caminar hacia la cocina con un suspiro cansado tirando de mi mente al pensar en que ya no daba más y que sentía que no iba a soportar hasta fin de mes para poder pedir mis vacaciones y así después de ellas poner al fin mi renuncia como tenía planeado, ya que no iba a regalarles ni un solo día extra ni mucho menos una disminución en mi paga.
Pero después del día que había tenido, aquella idea estaba algo difuminada por la rabia y la impotencia de no querer ver más a mi jefe.
—Así que te has quedado solo en casa —solté antes de abrazar a papá por la espalda y que él me regalara una sonrisa—, ¿dónde están todos? —inquirí.
—Irene está de guardia, tu madre salió a cenar con sus amigas y Adri y bueno tu hermano salió —mencionó a lo que asentí mientras me acercaba a la frutera que se encontraba en el centro de la mesa para tomar una pera.
—¿Adivino?,¿está con Camila? —pregunté divertida porque esa solía ser la opción confiable de lo que hacía mi hermano desde que había regresado a casa por vacaciones, si no estaba trabajando entonces estaba con su novia o en su defecto jugando a la play que por lo general era lo mismo que salir con Camila porque ambos eran fanáticos del FIFA 12.
—Salió con sus amigos como hoy tenía el día libre.
—¿Y sin Camila?, eso si es un milagro porque son un combo —aseguré entre risas mientras le daba una mordida a mi pera y mi padre reía dándome la razón—, creo que ella se pasa más por aquí que yo —determiné.
—Y sí —respondió antes de levantarse de la silla y acercarse para plantar un beso en mi frente con esa ternura encarnada que siempre estaba presente cuando me veía—, hola bebé, ¿qué tal el día? —me preguntó antes de acariciar mi mejilla y abrazarme a lo que tan solo bufé rodando los ojos mientras me desvanecía entre sus brazos tratando de no llorar por toda la frustración que llevaba cargando desde hace varios meses.
KAMU SEDANG MEMBACA
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