Begin again

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Nuria

Ni siquiera había amanecido y ya todo mi cuerpo sabía que hoy iba a ser un día extenuantemente doloroso.

Y es que hoy lucía como esos días que llegan a tu vida con la necesidad de destruir tu estabilidad emocional a través de esas sombras silenciosas y escurridizas que se desplazan por cada punto cardinal de tu cuerpo plantando esa intranquilidad perpetua donde no hay tristeza porque ha pasado el tiempo suficiente como para que puedas lidiar con ella y no dejarla entrar.

Tampoco hay rabia ni mucho menos reclamos por las cosas que sucedieron en tiempo pasado, sin embargo lo que sí hay es algo mucho peor que aquella mezcla nostálgica, ese algo que te escuece el alma y que no te permite que un día como hoy pase desapercibido porque este sentimiento se alimenta de no solo la pena sino también de todo lo que has construido a través de las bases de la felicidad y ese algo es la soledad.

Esa soledad eterna que te recuerda una y otra vez como si fuese un disco rayado que no importa cuánto tiempo o esfuerzo hayas puesto para escribir nuevos capítulos de tu vida, la habitación en tu corazón sigue vacía, deshabitada a tal punto que hay tanto espacio sin ocupar que entre las paredes retumba el eco de no solo ese pasado que ya no existe ni existirá, sino que también están acumulados los gritos de ese futuro que nunca pudo ser y nunca será.

En aquella habitación ya no hay muebles ni atardeceres en la playa, ni mucho menos existen flores a las que hay que regar ya que todas se marchitaron con el pasar de los años y las inundaciones previas a que se deshabitara aquel lugar.

No hay finales felices ni promesas que cumplir, tampoco hay abrazos que crean vida cuando rozan con tu piel porque ellos se convirtieron en polvo el día en que mamá se fue de este plano terrenal.

No.

En aquella habitación no hay nada rescatable ya que solo existe la inmensidad de recuerdos destrozados que se expanden como una manta pintada de ese luto asfixiante que le quitó el sentido a mi vida porque todo lo que conocía era a través de esa mirada tranquila que me amó como nunca más nadie lo haría.

Y es que lo único que ocupa aquel lugar es esa agonía perpetua que te reduce a sentir cómo el pasado tira de sus hilos con el único fin de ahorcarte a través del recuerdo permanente del fuego de mis propios infiernos.

—Vaya mierda —bufé removiéndome incómoda en la cama mientras todos mis pensamientos se centraban en acumular sus mejores armas para combatir contra el crespón funerario de flores moradas que entre sus ramas me retenía a mi lado más cuerdo, consiguiendo con ello que toda mi energía se diluyera entre lágrimas que me negaba a expulsar ya que éstas ya habían caducado hace varios años atrás donde me había negado que la tristeza me destruyera y había tomado las riendas de mi vida repitiéndome la idea absurda de que el tiempo todo lo curaba.

No obstante, con el pasar de los años caí en que aquella frase tan vacía no era del todo cierta, ya que el tiempo no era el causante de tus cambios sino que más bien lo eras tú.

Podías tener años, décadas e incluso siglos a tu favor pero si tú misma no eras capaz de trabajar en ese mundo revuelto que te aprisionaba, entonces de nada servía el tiempo porque seguirías exactamente en el mismo punto de inicio.

Y a veces eso era lo más difícil, la seguridad de que has avanzado y no recaer en los viejos hábitos del ayer.

Un tímido suspiro cargado del último recuerdo que tenía de mamá antes de que el lupus se la llevara arribó en las costas de mis penas y con ello bautizó el primer grito de socorro del día, ya que aunque me negara a darle la importancia que tenía, la muerte de mamá había sido un acontecimiento que había marcado para siempre el rumbo de mi vida.

Amar en tonos grisesHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin