Impresión de sol naciente

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Carla

Hoy el mundo pintó con pinceladas gruesas y luminosas el lienzo en blanco que era la fotógrafa, por lo que como si fuese una obra de Monet me quedé en silencio admirando desde la entrada de su cátedra, los pequeños detalles en aquella obra asimétrica donde la niebla matinal cubría el fondo de su cabello provocando que un par de mechones revolotearan en medio de su clase en el momento preciso en que ella se emocionaba por exponer alguna de sus técnicas favoritas en fotografía, mientras que los colores fríos hacían lo suyo apoderándose de su sonrisa al pintarla de un azul tan intenso que fue inevitable no quedarme prendida por la potencia con la que aquel color se coronó en el rostro de la mayor.

Y es que la ojiverde era impresionante por donde se la viese porque a diferencia de las personas más importantes que habían llegado a mi vida, ella no representaba en su totalidad colores cálidos que te recordaban a la sensación del sol rozando contra tu piel sino que más bien, ella era esa paleta cargada de colores potentes que habían sido extraídos directamente de la sabiduría que te da la vida a través de los golpes, los años y las experiencias.

Lo que la convertía en una especie de caleidoscopio lleno de balas perdidas que ella estaba dispuesta en utilizar cuando menos te lo esperabas, dándote esa sensación de no saber por dónde pasar en aquel campo minado, pero a su vez también te ofrecía en bandeja ese toque de adrenalina adictiva de querer saber más sobre sus procesos mentales y las razones por la que coexistía con aquellos colores bordados en su piel.

Pero además tenía a su favor algo tan genuino que no era capaz de describir qué era específicamente, pero de lo que sí estaba segura era que te envolvía y te invitaba a conocerla de una manera mucho más profunda, por lo que no me era difícil imaginar que por eso sin nombre, había conseguido tanta fama en el mundo de la fotografía, ya que básicamente su magnetismo era de otro mundo.

Cuando la clase terminó y sus alumnos comenzaron a irse, Diana me sonrió notando mi sombra al final de la fila y no dudó en ladear la cabeza divertida como si hubiese esperado este momento durante toda la semana y solo estuviese comprobando que me había atrevido a dar ese paso.

Por lo que me acerqué a ella con paso inseguro sin saber muy bien la razón por la que estaba ahí, pero tampoco quise llenarme de preguntas y simplemente me tiré hacia aquella acción imprevista que era visitar a la artista después de su clase.

—¿Así que te has quedado para aprender un poco más de fotografía? —preguntó con esa seguridad que ante una personalidad más bien tímida como era la mía, te abofeteaba inesperadamente ya que todo en ella demostraba los pilares firmes que tenía en su vida—, ¿te ha gustado la clase? —inquirió mientras apagaba el proyector y dirigía su sonrisa sempiterna hacia mi rostro con sus ojos verdes reluciendo y con un traje de vestir negro acentuado que marcaba cada uno de sus puntos fatales y sus curvas creando un camino de delirio para cualquiera que retuviese su mirada en los atributos de la mayor.

—Ha sido mejor que la que yo tuve hace trece años atrás —sugerí tragando saliva al desviar mi mirada al escote en v que se formó en su blusa al tener tres de los botones sin abrochar dejando a la luz el leve vestigio del sujetador negro que llevaba puesto.

La rubia sonrió complacida ante aquella respuesta y no dudó en recostar su cuerpo sobre el escritorio dándole esa pincelada egocéntrica que a cualquiera dejaría en el piso.

—Supongo que no tengo el honor de tu presencia solo por mi clase —tiró finalmente mientras sus manos se acoplaban a sus bolsillos y otra sonrisa en una tonalidad más seductora desbordaba en su rostro—, cuéntame, ¿qué tal París? —preguntó interesada a lo que respondí con una sonrisa.

—Muy bien, de hecho por eso venía —solté buscando en mi bolso el regalo que le había traído de la ciudad de las luces—, lo vi y pensé en ti —comenté orgullosa de la postal que había visto en una de las tiendas de recuerdos la cual me pareció curiosa porque justamente tenía de fondo una de las fotografías que la artista había tomado de París hace varios años atrás, por lo que pensé que le animaría ver que había estado presente sin querer en mi viaje.

Amar en tonos grisesWhere stories live. Discover now