Mil tormentas

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Laura

Eran apenas las dos de la mañana y ya tenía un total de cinco pesadillas cubriéndome hasta los huesos, por lo que supe que lo mejor que podía hacer era quedarme despierta y dejar de intentar volver a dormir ya que la noche no estaba a mi favor.

Alcé la mirada hacia el techo blanco tratando de relajarme y pensar en algo más allá de los destellos de mi vida pasada porque si seguía recordando ese pasado solo iba a conseguir que mi estabilidad emocional se rompiera tal cual había sucedido la última vez donde no había soportado mi cabello largo y había terminado cortándolo.

No obstante, esta vez sentía que la cordura colgaba de una cuerda tan frágil que podía llegar a hacerme más daño que un simple corte de cabello, por lo que respiré profundo como Elizabeth me había recomendado que hiciera cada vez que sentía que todo se distorsionaba y sin más comencé a tararear la primera canción que llegó a mi mente, la cual increíblemente se trataba de mediterráneo, ya que no había mejor calmante que la emoción con la que la voz de Carla le había dado vida a aquella canción.

Cerré mis ojos recordando a la rubia y cómo había provocado miles de emociones sin nombre dentro de mí al tenerla a tan solo un par de centímetros de mí.

Por unos segundos me quedé sin respiración y de manera inconsciente una sonrisa se implantó en mi rostro ante el torbellino de tranquilidad que me atravesaba cada vez que estaba con la artista.

Era como si tuviese el don de lograr que todos mis puntos cardinales se alinearan en el punto exacto donde mi pasado no existía y podía por primera vez sentirme una persona normal frente a todo lo que me abatía.

Con ella sentía que volvía a nacer y me convertía en la persona que deseaba ser, esa Laura que no tenía fantasmas pisándole los talones ni tampoco el remordimiento ni culpa de que toda una familia había sufrido de forma directa por algo que no era culpa de nadie.

Sentía que valía la pena cada segundo que vivía como también me hacía sentir la confianza que jamás tuve de que podía salir de aquel hoyo si me lo proponía.

Por primera vez las palabras de mi terapeuta comenzaron a tener sentido y ser más allá de lo que le dices a alguien lastimado para que vuelva a renacer.

No.

Con Carla no era cuestión de palabras que aumentaran mi autoestima sino que más bien se trataba de algo que no podía describir pero me ayudaba a crear las armas necesarias para tomar mi fortaleza interior y combatir contra todos mis demonios.

No estaba realmente segura de cómo lo conseguía, sin embargo, de lo que si era consciente era el hecho de que en los meses que llevaba conociéndola toda mi vida había cambiado y me sentía una persona diferente.

Ella me había cambiado sin siquiera desearlo y aquello me hacía sentir como la mujer más afortunada del mundo.

Por lo que frente a las mil tormentas que estaban tratando de hundir mi barco aquella madrugada, simplemente me di vuelta al otro lado de la cama, respiré profundo y dejé que mediterráneo me diera las fuerzas suficientes para volver a dormir en paz.

***

—¿Ya puedo quitarme la venda o...? —pregunté mientras sentía que había pasado un siglo entero desde que la rubia me había vendado los ojos con su bufanda roja porque quería darme una sorpresa, la cual tampoco tenía ni la más mínima idea de qué se trataba porque la artista me había sorprendido en la entrada de su casa con su idea de sorpresa y sin darme más explicaciones posicionó la bufanda en mi rostro.

—Aún no Lau, no seas impaciente —respondió ajustando un poco más la bufanda para que no pudiese hacer trampa aunque la verdad es que no veía absolutamente nada y tampoco tenía la más mínima idea de lo que estaba sucediendo.

Amar en tonos grisesWhere stories live. Discover now