Ares

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                                                                                              Laura

—Tus padres me han comentado que te ha ido muy bien trabajando en la tienda de discos —mencionó mi terapeuta mientras yo solo me encontraba concentrada en el gran reloj de pared que tenía en su consulta porque en una hora más iría a la casa de Carla como habíamos quedado la semana pasada.

—Sí, llevo un par de meses trabajando en la tienda de discos —respondí notando que la mujer de cabello rojizo cobrizo no dejaba de escribir en su libreta.

—¿Cómo te sientes al respecto? —preguntó de vuelta mientras su lápiz no dejaba de presionar a las letras para que escribieran palabras sobre su cuaderno—. ¿Cómo te sientes con el hecho de compartir constantemente con personas nuevas?, sé lo difícil que es para ti socializar así que deseo saber sobre eso, Laura.

Suspiré sin saber qué decir al respecto ya que a pesar de que habían días en que me costaba demasiado lograr una conversación fluida con los clientes, desde que Carla había aparecido todo parecía más fácil.

Con ella las palabras simplemente salían de mis labios como si fuese una persona normal, sin contar que tampoco me forzaba para mantener una conversación como lo hacía todo el mundo sino que más bien respetaba mis silencios y ella seguía el hilo de todo con una sonrisa que no dejaba de hacerme sentir segura.

Seguridad.

No estaba segura de cómo había sucedido pero aquella rubia bajita se había convertido en mi punto seguro, aquel en el que podía anclar mis pensamientos y que me permitía desenvolverme como una persona normal y no como la Laura que todos conocían.

—Hay una chica —sugerí antes de morder mi labio al no saber cómo representar en palabras lo que sentía—. Que siempre va a la tienda y me ha ayudado muchísimo a interactuar.

Mi terapeuta me miró asombrada al punto de que parpadeó un par de veces tratando de creer que lo que había escuchado no era una ilusión.

—¿Has hecho una amiga? —inquirió a lo que me encogí de hombros antes de asentir sonrojada por la potencia que tenía esa palabra entre mis labios.

—Somos amigas —confirmé orgullosa por tener la oportunidad de cargar con aquel título a la estudiante de bellas artes.

—¡Eso es demasiado bueno, Laura! —exclamó emocionada antes de reír y dejar su libreta—. ¿Deseas contarme sobre ella?, ¿cómo te hace sentir?.

—Nos conocimos un día en la tienda de discos, siempre viene a escuchar las novedades o solo por un poco de charla. La verdad es que es inevitable no caer rendida ante sus ojos y esa felicidad innata que todo su cuerpo reproduce, es una persona agradable.

—Entiendo, agradable —recalcó mordiendo la punta de su lápiz para luego mirarme fijamente—. ¿Has hablado con ella sobre esto? —preguntó a lo que chasqueé la lengua antes de suspirar.

—No quiero —tartamudeé ante el hecho de que prefería tenerla lejos

de la imagen que todo el mundo tenía de mí, no quería pasar de ser Laura la chica de los cds a la chica destrozada que tenía pesadillas a diario—. No quiero meterla en ya sabes. —proseguí sin saber la dirección de mis palabras pero Elizabeth

no dijo nada solo siguió el hilo de lo que salía de mis labios—. Prefiero no hacerlo —determiné.

Mi terapeuta asintió.

—Entiendo que no quieras hablar sobre tu pasado, es algo completamente normal, pero de eso se trata la amistad, Laura —dijo mientras removía nerviosa su lápiz ente sus dedos—. Verás, poder crear amistades es un paso muy pero muy importante en la terapia porque ayuda a la víctima a no sentirse sola, lo que has logrado es algo majestuoso, pero la amistad es algo más que solo hablar de momentos felices también se trata de conversar de lo que nos duele y nos acompleja, por lo que creo que te ayudaría demasiado lograr eso con esta chica.

Amar en tonos grisesWo Geschichten leben. Entdecke jetzt