Lux

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Laura

Las gotas frías sobre mi piel ayudaban a que aquel sentimiento de estar condenada a los rastros que las personas habían dejado impregnado con tinta indeleble en mí lograse ser disuelto como si el agua fuese suficiente para purificarme del paso de los demonios sobre mi cuerpo.

Me encorvé sobre la ducha mientras sentía cómo las gotas en mi cabello caían una a una con la intención de parar aquella marea en mis ojos que me repetían una y otra vez todo lo que había sucedido.

Las voces en mi cabeza, la dilatación del espacio tiempo y sobre todo las marcas que no lograban ser visibles para nadie excepto para mí, eran las causantes de aquel apocalipsis mientras mis lágrimas trataban de combatir todas esas batallas perdidas del pasado.

El frío traspasaba mi piel pero yo no lo sentía ya que lo único que podía sentir era el peso de un mundo cruel que no había tenido ningún tipo de misericordia conmigo durante mucho tiempo.

Sin embargo, tuve que volver abruptamente a la realidad en el momento en que mi hermana comenzó a golpear la puerta del baño en un intento de saber si estaba ahí.

—Lau, ¿estás ahí? —gritó mientras los retazos de dolor en mi rostro aún eran predominantes en toda mi armadura interna deshecha.

—Sí —respondí quitando mis lágrimas notando que no me encontraba en el lugar de mis pesadillas sino en la bañera de mi habitación mientras Irene intentaba que le prestase atención—, ¿qué pasa? —dije con un hilo de voz que me hizo morder los labios porque cualquiera que me viese no dudaría en salir a mi ayuda porque estaba hecha un desastre.

Es por esto que volví a abrir la llave dejando que corriera el agua caliente contra ese mar lleno de fantasmas en el fondo de la bañera.

—Mamá dice que si quieres ir con ella al centro comercial —prosiguió como si no hubiese sido capaz de adivinar mi estado detrás de la puerta—,bueno más bien dice que te apures que la vas a acompañar y no tienes excusa para no ir.

Suspiré observando mi cuerpo desnudo lleno de cicatrices y que entre un falso estado de normalidad comenzaba a adquirir kilos en zonas que antes solo marcaban huesos.

Pasé mis manos sobre mi abdomen mientras notaba la clara diferencia con mi yo casi famélico de hace un año y mi presente donde parecía más viva que muerta pero no importaba cuánto tiempo pasara yo seguía sintiendo el miedo de verme en el espejo y ver todas esas sombras que eran parte de aquel país del ayer.

—Sí, dame diez minutos —respondí sin más notando cómo mis senos rozaban con mi cabello largo el cual odiaba desde hace tanto tiempo por lo que sin pensarlo dos veces decidí que ya era tiempo de dejarlo atrás.

Es por esto que volví a entrar a la ducha en busca de un poco de calor y tranquilidad que solo el agua era capaz de ofrecerme y sin más tomé una de las tijeras que se encontraba en los cajones del taburete y comencé a recortar mi cabello con la necesidad de que aquel acto catártico fuese capaz de atraer la luz hacia la nueva Laura que deseaba ser.

No sé cuánto tiempo real estuve haciendo aquello pero de lo que si fui consciente fue que cuando mi respiración entrecortada se normalizó, ya no tenía el cabello largo de toda mi vida sino que éste apenas llegaba a tocar mi nuca y como si fuese Sansón y le hubiesen quitado toda su fuerza solo me dejé caer en los azulejos del baño mientras encogía mi cuerpo a la pared sintiendo cómo todos esos golpes del pasado me buscaban de forma desesperada hasta que la luz llegó a través del rostro asustado de mamá por estar tanto tiempo en la ducha y mi cabello decorando el suelo del baño.

Amar en tonos grisesWhere stories live. Discover now