Somewhere over the rainbow

377 38 123
                                    

Carla

Aquella mañana el cielo dejó de ser el protagonista del día porque sin dudarlo ni por un segundo se lo cedió por completo a la morena que se encontraba sentada sobre la arena con un traje de baño verde esmeralda y la mirada más seria que le había visto jamás, la cual se encontraba completamente fija en el mar.

Sonreí embelesada ante la forma en que los colores celestes despeinaban los pequeños rizos que habían empezado a formarse en la música desde hace unas semanas atrás ante el hecho de que tenía el cabello un poco más largo, mientras que el dorado del sol remarcaba su piel en una tonalidad morena que la hacía lucir incluso más atractiva de lo que ya lo era a diario.

Y es que era increíble que aunque estuviese de espaldas, la silueta de Laura parecía haber sido esculpida con el fin de transmitir una serenidad infinita como si se tratase de una aurora boreal que había perdido su rumbo en el círculo ártico y había caído a mi vida para admirarla y descubrir cada fragmento de su ser que la hacía ser única en su especie.

Me quedé por un par de segundos perpleja ante cada detalle del lienzo en blanco que era el cuerpo de la pelinegra, ya que desde el punto donde me encontraba era imposible no tomarte tu tiempo y comenzar a contar cada lunar que recorría su espalda como si fuesen pequeñas constelaciones bajadas del mismo firmamento con el único fin de que jugaran tranquilamente sobre su piel.

Sin embargo, mi sonrisa alegre trasmutó en una triste cuando pude notar esas cicatrices invisibles que la perseguían a diario aunque ella se esforzara por ocultarlas de todo su ser.

Estas iban desde la forma en que su cuerpo tomaba una posición de defensa incluso sin nadie en la playa hasta el hecho de que incluso un año después de su cautiverio, su espalda era la prueba viviente de que había pasado más de la mitad de su vida en condiciones infrahumanas donde el hambre había sido el pan de cada día.

Un suspiro amargo se coló entre mis labios al también reconocer que la pelinegra se removía incómoda y cada cierto tiempo miraba desconfiada hacia los lados con el afán de estar siempre en alerta, lo que fue la primera señal que mi mirada detectó para afirmar que Laura no se encontraba del todo tranquila aunque estuviese en silencio y con la mirada fija en el mar, por lo que me acerqué en silencio a su lado con el deseo de abrazarla por la espalda.

No obstante, aquella idea fue desechada después de un par de segundos porque sabía que con ella aquellos actos tan repentinos no eran la mejor opción, debido a que nunca estaba del todo segura de su reacción ni mucho menos sabía si se encontraba conmigo o en el infierno de sus recuerdos.

Así que solo me senté a su lado con una sonrisa que intentaba reparar sus heridas y no tardé en tomar su mano para llamar su atención.

—¡Hey! pensé que me esperarías en el balcón, no en la playa —comenté serena mientras los ojos oscuros de la morena simplemente me ignoraron porque estaban más ocupados persiguiendo las olas del mar.

—¿Te ha molestado? —preguntó finalmente a lo que negué antes de besar su frente.

—No, solo me he preocupado por unos segundos hasta que te he visto sentada aquí —concreté sin más—, viniste preparada para meterte eh...chica precavida vale por dos —mencioné apretando sus mejillas dulcemente, lo que hizo que Laura riese con la suavidad de una brisa de verano, pero aun así llevaba tanto tiempo conociéndola que no me era difícil reconocer las distintas tonalidades de su risa y esta era una de mis menos favoritas, ya que estaba cubierta con la paleta más gris de sus penas.

—¿Pasa algo? —inquirí dudosa a lo que ella solo suspiró sin darle relevancia a mi pregunta—, igual si no quieres contarme no pasa nada.

—¿Alguna vez has sentido que has agotado tu cuota de felicidad? —dijo agachando la mirada a lo que fruncí el ceño sin entender lo que me estaba diciendo—, es decir, que tienes miedo de seguir siendo feliz porque en tu interior hay una vocecita que te dice que pronto la vida te va a cobrar factura porque pasaste tu cuota —murmuró inquieta ante sus propias palabras hasta que un suspiro amargo pintó cada una de sus palabras—. Tengo miedo de que la factura por todo esto llegue y que no logre defenderme de la manera correcta...

Amar en tonos grisesWhere stories live. Discover now