Can't take my eyes off you

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Mini maratón 3 de 3

Laura

Llevaba tantas semanas sin saber lo que era una pesadilla que sentir que nuevamente esa tempestad que nublaba todo mi ser era el único reporte metereológico que existía en mis costas, me devastó por completo.

No sé cuántas veces me removí intranquila en la cama tratando de no caer en ese precipicio que eran mis recuerdos, pero de lo que sí fui consciente es que incluso dirigir mi mirada hacia los tulipanes de Carla no fue suficiente para prender fuego a todas esas memorias que revoloteaban libremente en mi cabeza y que fueron la causa de que me quedase despierta hasta que amaneciera.

Resoplé abrumada en un intento de no llorar ante la desesperación que estaba comenzando a apoderarse de mí porque sin quererlo estaba cayendo nuevamente en ese bucle de dolor de donde me había costado por fin elevar mi cabeza y respirar.

«Vamos Lau, no podemos volver a caer en esto», me regañé mentalmente mientras sentía cómo todo mi cuerpo se encogía tratando de buscar refugio ante la lluvia llena de marcas de mi pasado que me atacaba sin piedad.

«Sabes perfectamente cómo salir de aquí, yo sé que puedes... solo respira profundo y sácanos de aquí», retumbó en mi mente una y otra vez porque sabía a la perfección que tenía la fuerza necesaria para salir de aquella pesadilla.

 Pero a su vez la fuerza de la gravedad que ejercían mis miedos era incluso más fuerte que mi parte consciente así que no fue hasta que escuché a mi padre de fondo que pude salir a la superficie de ese bucle y al fin respirar.

—Bebé, tu madre dice que no puedes ir al cementerio sin desayunar —dijo desde el marco de la puerta a lo que suspiré antes de asentir ya que la misa del aniversario de muerte de la hermana de Carla era a las diez de la mañana, por lo que había decidido ir un poco más temprano para poder hacer un poco de apoyo moral a la rubia, debido a que sabía lo duro que iba a ser este día al tener que lidiar nuevamente con su familia.

—Ya...—susurré antes de secar mis lágrimas para que mi padre no me descubriera llorando, sin embargo, no fue necesario que me mirara porque él pudo notar que algo no iba bien y solo se acercó a mí para saber qué sucedía pero sin dejar de marcar esa distancia propicia que yo misma había propuesto para que nadie traspasara mis límites.

—¿Pasa algo, Lau? —preguntó preocupado mientras yo solo me quedaba en silencio mientras mis lágrimas me atacaban despiadadamente ante los dardos del destino que no dudaban en quebrantarme una y otra vez—, bebé...

—¿Podrías...podrías abrazarme por favor? —musité angustiada por esa opresión que estaba comenzando a apoderarse de cada punto cardinal de mi cuerpo.

Pero a pesar de lo desesperante que era sentir que estaba retrocediendo todos los puntos que había avanzado, también había una cierta parte de mí que me gritaba orgullosa que lo estaba haciendo estupendo porque en cualquier momento del pasado jamás le hubiese pedido ayuda a nadie, sino que más bien esperaría que la marea se calmara.

No obstante, ahora tenía la confianza suficiente como para saber que mis batallas no solo eran mías y aunque a la personas que me querían les dolía verme sufrir, también era sanador para ellos saber que podían ayudarme aunque fuese con algo tan insignificante como lo era un abrazo.

Mi padre asintió mordiendo su labio ante las lágrimas que también se atestaron en sus mejillas y no dudó en entrar a mi cama y cederme ese abrazo que fue el refugio que necesitaba contra mis demonios internos.

—Ya está bebé —me susurró mientras besaba mi frente con todo el amor del mundo a lo que asentí entre sollozos—, estoy aquí, ¿sí?, nadie va a hacerte daño nuevamente —musitó dejando que sus brazos se convirtieran en todos los horizontes que necesitaba en aquel preciso momento.

Amar en tonos grisesWhere stories live. Discover now