Capítulo 78

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Capítulo 78



Mayo de 2023, Reserva Natural de San Rafael, Pirineos



Antes incluso de volver, supe que mi futuro se decidiría en los siguientes minutos. En mis manos traía la verdad que durante tanto tiempo había atormentado a Óscar Tizona y que probablemente él no había querido ver. Es más, estaba convencida. Se había negado a aceptar que la víbora estaba en su nido.

Admito que me entristecía la situación. Aquel hombre se había volcado para intentar que Luís Escudo formase parte de su vida. Le había antepuesto a la inquietud y los temores de su hija, y la incomodidad de su esposa, y el resultado había sido devastador. Escudo había decidido ganarse su lugar eliminando a los oponentes, y nada le había logrado parar. Fuese cual fuese la realidad que planteaba Tizona, ahí estaba él, para arreglárselas y acabar con su familia. Para convertirlo en el hombre que era: su amigo, su maestro, su familia.

En el fondo, Luís Escudo era feliz en aquella situación. Disfrutaba de la eternidad en compañía de las personas a las que quería, por lo que no quería que nada cambiase. Cualquier estímulo o situación que pudiese poner en peligro su estabilidad, era eliminado de raíz.

La familia de Tizona.

Los amigos de Tizona.

Yo misma.

Era sorprendente que hubiese podido jugar sus cartas con tanta libertad durante todo aquel tiempo. Tras lo poco que había podido ver de él, era conocedora de que contaba con el apoyo total y absoluto de Ordóñez. Suponía que él era un alma tan perdida como el propio Luís, o puede incluso que más. Parecía dispuesto a cualquier cosa con tal de no perder su núcleo. Pero también contaba con Cristian. O al menos había contado hasta entonces. Después de matar a sangre fría a Milo de intentar hacer lo mismo conmigo, tenía serias dudas de que siguiesen las cosas igual. Sea como fuera, también tenía a Tizona, y su grado de unión era lo que me preocupaba.

Volví, arrastrando los pies de puro agotamiento, y me dejé caer en el suelo, donde Tizona ya me aguardaba con una botella de agua. Aquel día se había trenzado el pelo y parecía algo más descansado. Probablemente el agotamiento le hubiese obligado a descansar unas horas.

Permanecimos unos minutos en silencio, el uno junto al otro, con la mirada perdida en los túneles. A ambos nos quedaba tan solo un camino que recorrer: el que marcaría nuestro futuro... nuestro destino.

Un destino que, irónicamente, estaba unido.

Bebí agua, tratando de refrescarme la garganta. Hasta entonces había funcionado. Después de aquel último viaje, sin embargo, ya no lograba saciarme, ni tampoco quitarme la sensación rasposa. Era como si el cuerpo ya no reaccionase a los estímulos.

Le devolví la botella de agua y me toqué la cabeza, allí donde había recibido los golpes. Estaba tan abultada que resultaba extraño que no me hubiese dado cuenta hasta entonces. Debía tener la cara deformada incluso.

Preferí no imaginar mi aspecto. En el fondo, poco importaba. Estaba a punto de dar un salto de fe, y dudaba mucho que fuera a sobrevivir a él. Lamentablemente, no tenía otra alternativa que hacerlo: era la pieza clave para cambiarlo todo.

—He visto a Teresa y a Aurora —empecé, logrando con ello captar su atención.

Los ojos de Tizona rodaron hasta mí, con la desesperación tiñéndolos de sombras. Sabía que había ido a verlas, por supuesto, le había pedido la fecha, y desde mi partida había esperado ansioso mi regreso. Le había dicho que quizás yo podría ver algo que a él se le escapaba... y lo había hecho.

El renacerWhere stories live. Discover now