Capítulo 20

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Actualizo con mucho retraso :D Lo siento, he tenido una semana infernal. Por suerte, las aguas vuelven a su cauce y recupero un poco de estabilidad... (O ESO ESPERO PORQUE ESTOY A PUNTO DE PERDER LA CABEZA).

Espero que os guste ^^




04 de agosto de 2022, San Rafael, Pirineos



Natalia estaba en el jardín de la casa, charlando tranquilamente con mi madre, cuando Javier me dejó en la puerta. El policía se despidió con un ademán de cabeza y se perdió carretera abajo, dejándome cara a cara con un nuevo frente. Uno inesperado, además.

Abrí la verja y entré, encontrándome de pleno el espectáculo. Mientras que Beatriz y Ulfo jugaban a perseguirse, Natalia y mi madre la contemplaban embelesadas, intercambiando algún que otro comentario. Ambas parecían muy cómodas la una con la otra, y por el modo en el que Natalia sonreía, parecía bastante más relajada de lo habitual.

No tardó en cambiar su expresión al verme aparecer.

—Hola, Elisa, ¿qué tal con el poli? ¿Todo bien? Ya me ha dicho tu madre que os habéis ido a tomar algo juntos.

Si fue un ataque, o no, fue algo que no pude adivinar de primeras. Además, no me importaba. Me acerqué a Bea y le planté un beso en la frente cuando vino a saludarme.

—¿Qué tal te lo has pasado? ¿He tardado?

—¡Un poco!

—¿Estás preparada para que nos vayamos?

Bea asintió y mi madre la acompañó a dentro para que se lavase las manos y fuese al servicio antes de coger el coche. No íbamos a volver hasta la noche, por lo que cuanto más preparase fuera, mejor.

Natalia no se movió un paso. Con los ojos tan pintados como de costumbre y la expresión lacónica, me seguía con la mirada, atenta a cada uno de mis movimientos.

Me senté a su lado.

—No me ha dicho nada interesante. Estuvo hablando con Guzmán, sí, pero poco más.

—¿Qué hace Guzmán en el pueblo? Está investigando las muertes, ¿verdad?

Asentí. No me lo había transmitido con aquellas mismas palabras, pero daba por sentado que las muertes de Narváez y Gutiérrez habían sido los auténticos precursores de su llegada.

—La policía está atada de pies y manos. Intentan investigar, pero no les dejan. Los veteranos de la reserva se han cerrado en banda.

—Ya lo he notado, ya. Hay una especie de ley del silencio.

—¿Y ahora?

—¿A ti qué te parece? A seguir, por supuesto: esto no ha hecho más que empezar.

Bea volvió al jardín y me cogió de la mano, dispuesta a emprender la aventura de aquel día. Me puse en pie, me despedí de mi madre y salí, donde Natalia nos siguió en silencio. Suponía que estaría pensando en lo que acababa de decirle.

—Nosotras nos vamos —anuncié, dedicándole un asomo de sonrisa—. Por lo visto hay una feria muy bonita en San José de Calderas y vamos a pasar el día.

Natalia asintió, dando por finalizada la corta velada, y se agachó para despedirse de Beatriz con un abrazo. Un gesto tan inesperadamente cariñoso que incluso logró emocionarme un poco. No estaba acostumbrada a que rompiese su coraza, y mucho menos que la niña se mostrase tan encantada.

El renacerWhere stories live. Discover now