Capítulo 23

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Capítulo 23



06 de agosto de 2022, San Rafael, Pirineos



—Has tardado en volver.

—Calla y conduce.

—Daba por sentado que vendrías mucho antes.

—¿Te he dicho ya que te calles y conduzcas?

Era noche cerrada y Milo y yo avanzábamos a través de la montaña en su coche. Quería volver al campo de menhires y comprobar por mí misma todo lo que decía ver. Quería asegurarme de que no había perdido la cabeza... y, sobre todo, entender qué era lo que estaba pasando.

Quería...

Sinceramente, ya no sabía ni qué quería. Después de los últimos acontecimientos, incluida la charla de aquel día con Laura, ya no sabía ni qué pensar.

—¿Qué tal te ha ido la entrevista? Por lo visto hay más candidatos, pero vamos, juraría que ya han puesto tu nombre al contrato.

—Me ha ido bien, juego con ventaja.

—Desde luego, han sido muchos los que te han recomendado.

—Ah, ¿sí?

Milo sonrió, con la mirada fija en el horizonte. Aquella noche, aunque el cielo estaba despejado, se notaba la falta de luz por la ausencia de la luna. Era un día sin ángel, como habría dicho mi padre de haber estado allí.

Un día perfecto para pasar desapercibidos.

—Tu padre ha movido los hilos para que unos cuantos compañeros apoyaran tu candidatura —me confirmó—, y entre ellos estoy yo, claro.

—¿Tú?

Sinceramente, me sorprendió que se hubiese molestado en ello. Milo era de los que te apoyaban desde las sombras, no abiertamente. No es que fuera perezoso, ni tampoco dejado: es que sencillamente no le importaba lo suficiente como para tomar medidas.

Fue una auténtica sorpresa.

—Eres la mejor opción para la reserva —sentenció con convencimiento—. Conoces el entorno y el entorno te conoce a ti: encajas. Además, estás formada y dudo que te fuera a temblar el pulso en según qué situaciones.

—¿Intentas convencerme?

Ensanchó la sonrisa.

—Pagan bien y estarías cerca de tus padres. Además, Bea se criaría en su auténtico hogar, no en un pueblo perdido de la mano de Dios, y podría estar con su familia.

—Ya, bueno, en caso de que lo aceptase sería únicamente temporal, no te equivoques.

—Al menos en la teoría. —Milo endureció la expresión—. A mí me gustaría que te quedases.

Aquella última afirmación me desarmó. Miré a Milo abiertamente, sintiendo el alma un poco más rota de la que ya la tenía, y apoyé la mano sobre su hombro. Hundí los dedos en su piel con suavidad, haciendo presión.

—Sino quieres que salte en marcha, cállate.

Ascendimos hasta el pico del Sol, donde intercambiamos el coche de Milo por uno de los jeeps de la reserva. Después, siguiendo el mismo trayecto que habíamos recorrido días atrás, dejamos atrás los caminos conocidos de la reserva para adentrarnos en su corazón, allí donde, al final de la alfombra de hierba y árboles, aguardaba el campo de piedra.

El renacerWhere stories live. Discover now