Capítulo 61

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12 de febrero de 2023, San Rafael, los Pirineos



Me pasé el siguiente mes yendo al descampado al final de la calle a diario para intentar dar con Luís Escudo. En nuestro encuentro había dicho que iba una vez al mes, por lo que confiaba en que al menos una vez nos encontraríamos. Sin embargo, si realmente fue, no vino a verme. Desoyó mi petición, mi grito mudo en el que le suplicaba poder ver una vez más a Cristian. Mi excusa era que quería explicarle lo que había pasado con Roberto, y así lo narraba una y otra vez todas las noches, confiando en que me escucharía.

La realidad, obviamente, iba más allá.

Lamentablemente, Escudo no quería entrar en razón. No quería que nos volviésemos a ver, y muestra de ello era que, durante aquel tiempo, se mostró ante algunos de mis compañeros. No demasiados, pero sí lo suficientemente cercanos como para que entendiese el mensaje que quería transmitirme. Estaba dispuesto a verse con el resto, pero conmigo no.

Conmigo jamás.

Pues bien, aceptaba el reto.



El doce de febrero seguía haciendo mucho frío en San Rafael y Natalia aún no había vuelto. En la acusación a Roberto Garrido se había incluido el asesinato de Cristian, por lo que, a pesar de que el proceso se prometía lento, estábamos esperanzadas. Lamentablemente, no estaba siendo fácil trabajar con la justicia francesa, por lo que a Natalia y sus asesores les tocaba viajar cada cierto tiempo a París. Debido a ello, prefería estar en Barcelona, cerca del aeropuerto. Decía que volvería a San Rafael, pero cuando ya no tuviese que viajar. Solo cuando las cosas estuviesen tranquilas...

Si es que alguna vez llegaba ese momento.

Mientras tanto, yo había seguido llevando a cabo mi trabajo con gran éxito. Era muy feliz en la reserva, y la empresa me tenía muy bien valorada. En parte por mis esfuerzos, sí, pero también por Quiroga. Mi antiguo maestro estaba encantado con tenerme en la plantilla y no dudaba en repetírselo una y otra vez a Máximo.

Con Máximo no había vuelto a quedar para cenar, pero sí a comer como compañeros. A veces tenía que ir a la oficina para tramitar algunos pedidos de material quirúrgico, y él tenía que aprobar mi solicitud. Aquellas reuniones eran largas, pero muy productivas. A Máximo le gustaba entender qué era lo que estábamos solicitando. Quería conocer la utilidad de cada producto y las distintas posibilidades que había para adquirirlo. Gracias a ello habíamos logrado ajustar bien los precios, permitiéndonos así explotar en condiciones el presupuesto. Algo que, al parecer, no se había podido hacer hasta entonces, pues la distancia había impedido que Máximo se implicase tanto.

Desde que había llegado yo, sin embargo, las cosas habían cambiado.

Con quien no habían cambiado tanto era con Javier Robles. A pesar de que su gran gesta había logrado que nos uniéramos, la distancia con Milo volvía a ser la misma, o puede que incluso peor. En los últimos días había pasado algo que le había provocado una enorme discusión con Laura. Por el momento no sabía el motivo, ninguno de los dos me lo había querido explicar, pero llevaba ya tres días instalado en casa, y todo apuntaba a que iba para largo.

—¿Vais a romper? —le pregunté al caer la noche, después de que cenásemos los tres frente a la televisión.

Al día siguiente Beatriz tenía que ir al cole y yo a trabajar, así que la había acostado pronto.

—Sinceramente, ya no lo sé.

—Ya... pues tiene mala pinta. No me vas a contar qué ha pasado, ¿verdad?

El renacerWhere stories live. Discover now