Capítulo 22

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Capítulo 22



05 de agosto de 2022, San Rafael, Pirineos



—¿Una mesa para uno?

—Sí, para un...

—¡Para dos! ¡Una mesa para dos, por favor!

Laura entró a la carrera en el restaurante, con la coleta floja y la cara colorada de haber estado buscándome por la calle. Tras intentar contactar conmigo por teléfono varias veces sin éxito, se había puesto las deportivas y había salido a la carrera, convencida de que no había vuelto a casa. No le gustaba cómo habían sido las cosas en su casa, sentimiento que compartíamos, y antes de que pudiese ir a más, había decidido salir en mi búsqueda.

O al menos eso decía, claro. En el fondo, la duda sobre si temía que pudiese decirle algo a Milo de lo ocurrido estaba ahí, rondando mi mente.

Pero en el fondo no era mi problema el que Laura le pusiera los cuernos o no a su marido, por lo que cuando me cogió del brazo, dispuesta a comer conmigo, no me negué. Al contrario. La saludé con una sonrisa tensa, tratando de pasar por alto lo ocurrido, y juntas entramos en el salón, siguiendo de cerca a la camarera.

Nos acomodamos en una mesa en el lateral derecho, bajo la fotografía que se había hecho el alcalde unos años antes, cuando vino a comer con su familia. En ella aparecía sonriendo, como hacía prácticamente todo el mundo en el pueblo. Feliz en apariencia, pero lleno de secretos por dentro.

Pedimos dos menús del día y un par de refrescos.

—Javier ha venido a verme al ayuntamiento —dijo tras unos primeros minutos de silencio incómodo. Esperó a que la camarera nos trajese las bebidas para asegurar de que no habría demasiadas interrupciones—. Hace ya unas semanas que viene, de hecho, desde que Natalia hizo su aparición estelar.

—¿Por qué?

—Ya sabes por qué: están preocupados con lo que está pasando. Independientemente de lo que digan las autopsias, ni él ni su padre creen que esas muertes hayan sido accidentales.

—Pero esa no es la postura oficial de la policía. Hasta donde sé...

—Conoces la versión oficial que no han tenido más remedio que dar, pero la realidad es mucho más complicada, Elisa. Quieren ayudar, pero no les dejan.

Su versión coincidía con la de Javier, por lo que quise pensar que no estaba mintiendo.

—¿Y por qué recurre a ti?

—Pidieron la colaboración del alcalde, pero no ha colaborado. —Negó con la cabeza—. No quiere escándalos. Sabe que San Rafael vive en gran parte de la reserva, y en cuanto salga a la luz lo que sea que está pasando allí, los turistas dejarán de venir.

—¿Entonces le dio la espalda?

Laura esperó a que la camarera dejase la cesta de pan y un pequeño playo con encurtidos para seguir hablando. De todos los restaurantes de todo el pueblo, probablemente aquel fuese en el que había más peligro de que nos espiasen.

—Robles cogió un cabreo de cuidado. Creo incluso que discutieron, aunque no llegué a escuchar bien lo que pasaba. Yo estaba en mi despacho, y desde allí solo se escuchaban gritos.

—¿Y tú qué papel juegas en todo esto?

Laura le dio un largo sorbo a su lata antes de responder.

El renacerWhere stories live. Discover now