Capítulo 73

65 15 10
                                    

Capítulo 73



13 de enero de 2016, San Rafael, los Pirineos



Cervezas.

Risas.

Diversión.

Vuelta a casa, rápida. Inesperada. Milo se encontraba fatal, no va a ir a trabajar. Laura quería quedarse con él, a cuidarlo. Estaba especialmente cariñosa aquel día... yo no tanto. Tenía ganas de vomitar, pero no de la bebida.

Tenía ganas de vomitar de los nervios.

Salimos del bar y Cristian y yo nos encaminamos hacia su casa. Aquella vez no me subí a la jardinera, me temblaban demasiado las manos como para poder mantener el equilibrio.

Me temblaban las rodillas.

Tenía miedo.

Nos detuvimos bajo la luz de una farola para besarnos. Él con cariño, como de costumbre, yo con desesperación. No quería perderlo. No quería tener que llorar su muerte nunca más.

No lo soportaba.

—Eh, ¿estás temblando? —me preguntó con preocupación, cogiéndome la cara para poder mirarme a los ojos—. ¿Qué pasa, Elisa? ¿Va todo bien?

Aún tenía el sabor salado de las lágrimas de haber llorado su muerte en el recuerdo cuando volvía a estar allí, en San Rafael, a su lado. Sentía su calor, más real que nunca, sus manos sobre las mías, y su corazón palpitando.

Le abracé con fuerza, deseando que aquel momento no acabase nunca.

Deseando que el tiempo se paralizase para siempre.

Cerró los brazos alrededor de mi cintura, inquieta, y me cogió en brazos, para llevarme hasta el banco más cercano. Una vez allí, me depositó con delicadeza y se acuclilló ante mí, para poder mirarme a la cara.

—No puedes seguir bebiendo tanto —me dijo en tono paternal—, te transformas.

—No he bebido tanto —me defendí—. ¿De veras crees que estoy así por la cerveza?

Cristian se encogió de hombros. El pobre no sabía ni qué pensar.

—¿Qué sino? ¿Ha pasado algo acaso? Hace una hora estabas bien, y ahora...

Le miraba, pero no le escuchaba. Mi mente tan solo podía pensar en las próximas horas, en que llegaría la noche y trataría de ir a la reserva, y en que no podía permitirlo. Pasase lo que pasase, no podía dejarle partir.

Y lo iba a hacer. Sabía que, aunque me prometiese lo contrario, lo haría. Porque era su trabajo, era su deber... pero también era su pasión.

Empezó a dolerme la cabeza. La mezcla de alcohol y preocupación me imposibilitaba pensar con claridad. Además, había que sumarle el miedo a volver a equivocarme y las hormonas disparadas. Estaba embarazada, punto importante en mi contra. ¿Pero debía decírselo? Había querido pensar que le detendría, pero me había equivocado.

—¿Elisa? Eh, Elisa, ¿me oyes? Estás empezando a preocuparme...

Parpadeé y volví a verle ante mí, con sus grandes ojos azules, mirándome con una chispa de miedo en la mirada. En los últimos tiempos las cosas no habían ido demasiado bien entre nosotros, lo recordaba. Antes él guardaba secretos, ahora los dos. A pesar de ello, nos queríamos lo suficiente como para mantenernos unidos.

El renacerWhere stories live. Discover now