Capítulo 36

141 18 10
                                    

12 de agosto de 2022, La Galera, los Pirineos



Al siguiente amanecer me desperté pronto, con las primeras luces del alba. Apenas había podido conciliar el sueño, dándole vueltas a la conversación de la noche anterior. A veces me preguntaba si no habría sido mejor no verlo. El que el espíritu de Cristian se hubiese cruzado conmigo había sido una bendición para mi alma dañada. Sentía que había podido despedirme de él, cosa que no había podido hacer la primera vez. Incluso le había abrazado y besado, aunque no había calor alguno en él. Simplemente era él, su alma, su esencia, y con ello me había sentido feliz.

Por desgracia, mi alegría había sido tan efímera como nuestro encuentro. Volver a verlo había reabierto la herida que nunca había llegado a cicatrizar y ahora me veía obligada a hacer frente de nuevo su pérdida.

Por suerte, las circunstancias habían cambiado. Elisa ya era algo mayor y a mi lado estaba Milo, que me creía ciegamente. Para él nada de aquello estaba siendo fácil tampoco, y saber que estaba tan perdido o más que yo me reconfortaba. Los problemas eran mucho más fáciles de soportar si se hacía con alguien.

Salí de la habitación pronto, en pijama y de puntillas, tratando de no despertar a mi invitado. Para mi sorpresa, sin embargo, él tampoco había podido dormir. Estaba en la terraza, cigarrillo en mano, pensando en sus cosas. De vez en cuando sacaba el teléfono para mirar algo, pero en general parecía más serio de lo habitual.

Lo observé desde dentro de casa, preguntándome si debería salir con él. Era pronto y no creía que quisiera tener compañía. Lástima que me viese reflejada en la ventana de los vecinos del bloque de delante. De lo contrario, probablemente ni me habría acercado.

Se giró al verme y alzó la mano a modo de saludo.

—Un poco pronto, ¿no? —le dije al salir a la terraza.

—¿Para fumar?

—Para todo en general. —Le saqué el paquete de tabaco del bolsillo del pantalón y me encendí un cigarro. Nunca fumaba a aquellas horas, pero dadas las circunstancias y la ansiedad que había sufrido durante toda la noche, era de agradecer—. No he dormido apenas, ¿tú?

Respondió con un simple encogimiento de hombros.

—Ya... genial, vaya. El día promete.

—Lo raro habría sido lo contrario... por cierto, estuve hablando con Natalia anoche. No le di demasiado detalle al respecto, prefiero hacerlo cara a cara, pero...

—No sé yo si no vais a estar demasiado ocupados morreándoos como para hablar.

A ambos nos sorprendió mi comentario. Fue desagradable y fuera de lugar. De hecho, sonó a novia celosa. Consciente de ello, lo acompañé de una sonrisa, tratando de suavizarlo.

—Cualquiera diría que te molesta —comentó, sacudiendo la cabeza.

—Laura es mi amiga.

—Y yo también, y dudo mucho que le eches a ella en cara que se acueste con Robles.

Sinceramente, no sé cómo llegamos a aquella conversación, y mucho menos tan pronto. Supongo que el haber dormido poco me tenía de mal humor. O quizás la charla sobre Cris. No lo sé. Sea cual fuera la respuesta, había ofendido a Milo y lo lamentaba. No había sido mi intención... aunque, en el fondo, tenía que admitir que me molestaba. Y no porque le pusiera los cuernos a mi amiga, que también, sino porque, en teoría, él no debería hacer aquellas cosas. Él era el bueno, el tímido, el introvertido... al que le eran infiel y no se revolvía. Ahora que aquella realidad había cambiado, me costaba enfrentarme a la gran verdad: todos habían evolucionado menos yo. Yo seguía atrapada en mi pasado, en Cristian, y en mi pena.

El renacerWhere stories live. Discover now