Capítulo 21

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Capítulo 21



05 de agosto de 2022, San Rafael, Pirineos



—¿Fantasmas? —preguntó Natalia con perplejidad.

Y entonces, aunque no me lo había planteado, se lo expliqué. Le narré todo lo que había pasado en nuestra visita a la reserva, sin obviar ningún detalle. Le hablé del campo de menhires, del lecho de margaritas y de la brisa que en aquel entonces me había traído el olor de su hermano. Un perfume que volvió a mi memoria con tantísima claridad que descarté por completo la posibilidad de que fuese producto de la sugestión.

No había sido una simple percepción... había sido mucho más, y así se lo hice entender. Le hablé de mis sensaciones, de absolutamente todo lo que en aquel entonces sentí, y de lo que vi. Le describí la extraña aparición del hombre al que llamaban Luís Escudo y de las últimas palabras que me había dedicado Milo antes de que nos fuéramos.

Palabras que, aunque al principio me habían parecido absurdas, con el paso de los días habían ido germinando en mi interior, sembrando un océano de dudas en mí.

Finalizada la narración, Natalia necesitó unos minutos para reflexionar. Tiempo suficiente para que ella se acabase su cerveza y yo fuese a la cocina a por la quinta. A aquellas alturas estaba ya muy bebida, pero mi mente estaba especialmente clara, como si hubiese necesitado liberarme de toda aquella carga para al fin poder volver a ser dueña de mí misma.

—De veras que... no sé ni qué decir —dijo al fin un rato después, de pie en el salón, con la cerveza en la mano y la mirada sombría—. Ya te lo he dicho antes, Milo está trastocado, pero de ahí a ver al fantasma de mi hermano... —Respiró hondo—. Tú no lo viste, ¿verdad?

—No, pero ese olor...

—El olor, sí. —Dio un largo sorbo a su cerveza—. No sé, sinceramente, suena todo muy rocambolesco. Si me preguntas si creo en fantasmas, mi respuesta es clara: no. Por supuesto que no. No creo en esas fantasías. Sin embargo...

—Es la reserva.

Natalia asintió con gravedad.

—Tú lo has dicho: es la reserva. Hay tanto misterio a su alrededor que ya no sé ni qué pensar. Y encima con todo eso que describes... joder, no sé. Me cuesta creer que sea real, ¿sabes? Si realmente tienen eso oculto en la montaña, ¿cómo es posible que no haya salido a la luz? Estoy convencida de que podría considerarse un lugar de interés cultural. Un yacimiento arqueológico, o algo así. No estoy muy puesta en las leyes al respecto, pero no creo que sea legal que lo mantengan oculto.

—Hoy en día la reserva pertenece a Elinor, por lo que entiendo que hasta que ellos no lo reclamen, poca cosa se puede hacer al respecto. Creo, vaya, yo tampoco sé demasiado al respecto... y sinceramente, puedo entender que no quieran que salga a la luz. Es un lugar único.

—Lo sé, lo sé, pero...

—Generaciones y generaciones de nuestras familias han estado velando por proteger la reserva y ese lugar. Si ahora saliese a la luz por nuestra culpa, ¿acaso no les estaríamos fallando? —Negué con la cabeza—. Hacen bien protegiéndolo.

Natalia me miró con fijeza durante unos segundos, y en sus ojos vi una expresión extraña. Un brillo que hasta entonces no había visto nunca... una duda en su armadura de determinación. Miró su lata, pensativa, y regresó al sillón únicamente para dejarla junto a la mesa.

—Empiezas a hablar como Cristian —me advirtió—. Hace años, cuando decidí que yo no iba a seguir sus pasos en la reserva, me dijo algo parecido. Me dijo que, si durante siglos nuestras familias habían estado protegiendo el bosque, quién era yo para romper la tradición. Que hacerlo sería sinónimo de darle la espalda y de traicionar la memoria de nuestros padres. —Sonrió sin humor—. ¿Sabes qué le respondí? Que se podía meter la puta reserva por donde le cupiese, que no era mi problema. Ni me había importado antes, ni me iba a importar nunca. Irónicamente, ahora me tengo que comer mis palabras.

El renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora