—Sé que no es la gran cosa, pero seguro te funciona —volvió a hablar.

—Es perfecto.

Asintió.

—Mi habitación es la de enfrente y al fondo del pasillo está el baño. Ya viste la pequeña sala, la cocina es cocina y comedor y eso sería todo.

—Gracias, Bill. Realmente me has salvado hoy.

El pelirrojo sonrió nervioso y rascó su nuca tratando de buscar algo qué hacer.

—Me daré un baño. Puedes hacer lo que quieras. Si tienes hambre, creo que hay algunas cosas en el refrigerador... en realidad, hace días que no he hecho las compras.

—No te preocupes, Bill. La verdad sólo quiero descansar.

Asintió.

—Bien. No tardaré en el baño, luego puedes ir tu si quieres.

Bill salió de la habitación para dejar sola a la chica. Cuando el pelirrojo cerró la puerta detrás de él, Alanna se dejó caer en la cama mientras un profundo suspiro salía de lo más profundo de su pecho.

Sonrió tontamente sin querer. ¿Bill se había vuelto más atractivo o era su imaginación?

 ¿Bill se había vuelto más atractivo o era su imaginación?

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Bill y Alanna se acoplaron muy bien a vivir juntos. Por la mañana, Bill era el primero en despertar y se encargaba de hacer el desayuno para ambos. Los dos salían a trabajar a las nueve y Alanna era la primera en regresar a eso de las seis, entonces era ella la encargada de preparar la cena para ambos.

Cuando los dos estaban en casa por la noche, se la pasaban largas horas charlando en el sofá. Riendo y contando sus aventuras del día.

El fin de semana, Bill llevaba a Alanna a recorrer los lugares más interesantes de Egipto y ambos lo pasaban de maravilla.

A los dos les gustaba la compañía del otro, pero lentamente el mes llegaba a su fin y por más que querían alargar el tiempo, resultaba complicado. Tarde o temprano se tendrían que decir adiós.

Aquella era su última noche juntos. Estaban sentados en el sofá hablando, aunque sin muchos ánimos. No se querían decir adiós.

En algún momento se quedaron en silencio, cada uno mirando un punto fijo. Alanna suspiro y levantó la vista.

—Mañana me iré —dijo finalmente.

Bill asintió antes de mirarla. Cuando sus ojos se conectaron, sonrieron un poco.

—Me gustó pasar este mes contigo. Fue divertido y sin duda te voy a extrañar.

Alanna sonrió avergonzada, sintiendo sus mejillas calentarse lentamente.

—También te voy a extrañar, Bill. Gracias por todo.

—Yo, uhmm... —aclaró su garganta— tengo un regalo para ti.

Ella frunció el ceño.

—Bill... —

—Ten. Espero que te guste.

Le entregó una caja pequeña. Alanna la abrió con cuidado y sonrió al ver una pulsera.

—Gracias, Bill. Me encanta.

El pelirrojo sonrió orgulloso y le ayudó a ponérsela. Entonces la chica de acercó un poco más a él y le dio un gran abrazo que Bill no fue capaz de rechazar. Sus cuerpos estaban muy cerca, Alanna se separó un poco del hombre pero dejó sus manos en sus hombros.

—También tengo un regalo para ti —habló en voz baja.

Bill la miró fijamente a los ojos.

—Pero tienes que cerrar los ojos —volvió a hablar. Bill hizo lo indicado.

Alanna se acercó a su contrario hasta que sus labios se unieron. El pelirrojo se sorprendió un poco pero accedió al besó que poco a poco se profundizaba. La chica se sentó sobre el regazo de su contrario con cada pierna a un lado de sus costados.

Las manos de Bill se dirigieron a la cadera de la chica y ella llevó sus manos a la nuca del hombre, enlazando sus dedos en las fibras pelirrojas.

Se separaron un poco, los dos sonrieron cómplices y luego de un momento, volvieron a unir sus labios.

Pasó algún tiempo antes de que Bill y Alanna se reencontraron de nuevo

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Pasó algún tiempo antes de que Bill y Alanna se reencontraron de nuevo. Habían mantenido contacto por cartas pero cuando Bill le avisó que regresaría a Londres para tomar un puesto de escritorio, la chica muy emocionada le comentó que ella también estaría en Londres haciendo trabajo de escritorio.

Bill salía del banco cuando vio a Alanna de pie en la entrada, sonrió con emoción y apresuró su paso. Cuando la chica notó a Bill, corrió hacia él y corrió a abrazarlo.

El pelirrojo le dio un par de vueltas en el aire antes de detenerse y mirarla con una gran sonrisa. Acomodó un mechón de cabello de la chica detrás de su oreja.

—Te extrañé.

—Yo también te extrañé.

Se unieron en un profundo beso que ambos habían estado anhelando por bastante tiempo. Ahora podrían estar juntos sin que nada se los impidiera.

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