❝Bruning.❞
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-ˏˋ En donde Cerys hará todo lo que sea necesario para que su hermana se siente en el trono de hierro, aún si eso significa destruir a su propia familia. ˎˊ˗
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El reino estaba de fiesta, en cada esquina de los siete reinos se estaba celebrando el nacimiento de la primogénita del príncipe Viserys con su esposa Aemma. La pequeña había nacido cuando los primeros rayos de sol apenas comenzaban a iluminar el cielo, justo en el momento del día que su madre prefería. Tenía los ojos violetas y su cabello era una combinación del oro y la plata más puros que sus padres jamás hubiesen visto, era la niña perfecta. El propio rey Jaehaerys estaba encantado con la niña llamándola la luz de los Targaryen y llenándola de regalos cada vez que tenía la oportunidad, nadie lo podía culpar, el nacimiento de un Targaryen aseguraba la posición de la familia en el trono y el poder que tenían en los siete reinos. Por eso se celebraba sin escatimar en gastos.
El príncipe Viserys y su esposa la habían nombrado Cerys Targaryen para simbolizar todo el amor que había recibido apenas nació, deseando que en el futuro fuese igual de amada por la gente de los siete reinos. La única persona que parecía estar disgustada con el nacimiento de Cerys era el hermano menor de Viserys, Daemon, quien se había negado a ver a su sobrina cuando nació y después de verla por primera vez la comenzó a evitar como si la niña tuviera algún tipo de enfermedad. A los ojos de Aemma el comportamiento de Daemon era gracioso, para ella estaba claro que él soñaba con sentarse en el trono de hierro cuando tuviese la edad suficiente, pero el nacimiento de más Targaryens solo lo empujaba hacia abajo en la línea de sucesión, por eso evitaba crear lazos con cualquiera de los niños. Ella comenzaba a pensar que Daemon planeaba matar a toda su familia para poder sentarse en el trono, pero no creía que fuese capaz de semejante cosa, por lo menos ahora, quizás en un futuro llegue a hacerlo.
—¿Crees que Daemon acepte a Cerys?—Aemma miró a su esposo desde la cama donde descansaba con la niña.
—Daemon solo necesita tiempo—Viserys dejó el libro que estaba leyendo para mirar a su esposa—, sabes como es.
La mirada de Aemma se posó sobre el rostro durmiente de su hija, a sus ojos era imposible no amar a Cerys. Era un bebé tranquilo a comparación de los que nacieron antes que ella en la familia, apenas lloraba, y se la pasaba durmiendo, para todos ella se convertiría en una señorita de buenos modales digna de llevar el frente de una casa. Claro que a medida que fue creciendo todo rastro de tranquilidad fue borrado y sus padres comenzaron a pensar que Cerys sería un dolor de cabeza para la familia cuando creciera.
El cambio en la actitud de Cerys llegó cuando su hermana nació, la pequeña Rhaenyra había llegado al mundo cuando Cerys tenía cinco años de nacida convirtiéndola en una hermana mayor. Aemma se había preocupado en un principio porque su niña aún era muy pequeña para entender que ahora tendría que compartir todo, pero para su sorpresa Cerys quedó totalmente encantada con Rhaenyra y en lugar de compartir sus cosas dejaba que su hermana se quedara con todo. A medida que las niñas crecieron se volvieron cada vez más inseparables y la mayor de las dos reemplazó su amabilidad con hostilidad hacia aquellos que decían algo malo sobre su hermana, llegando tan lejos como para golpear a un par de niños. Era muy extraño ver a Cerys sin Rhaenyra siguiéndola como un patito siguiendo a su madre, a todos les parecía demasiado tierno que las hermanas fuesen tan unidas, a todos menos a Daemon.
