🥀Capítulo 40🥀

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Hola, les traje capítulo rápido, así que comenten mucho, porfa♥️

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Abby

Cuando abrí los ojos, todo mi ser era una extensión de dolor.

Mi boca se sentía pastosa y mi garganta rasposa, tenía los labios resecos y partidos. Una sensación de enfermedad se apoderó de mí, como si estuviera con un resfriado, me dolían los huesos y apenas podía respirar bien.

Trémula, erguí la espalda, cayendo en cuenta del estado en el que me encontraba, y mientras más me percataba de todo, más se pronunciaba el dolor, pero esta vez, dentro de mi pecho, donde se acentuó un vacío inmenso que me provocó ganas de vomitar.

Mi cuerpo estaba desnudo, había semen entre mis piernas, moretones en la cara interna de mis muslos, más marcas en mis caderas que no estaban ahí. Lo peor, fue ver a mi costado el cuerpo de Rowan, descansaba sin pena y en total tranquilidad sin una prenda encima, así como una gasa en la parte posterior de su cabeza.

Entonces recordé lo que pasó.

Su exigencia, mi respuesta que le causó esa herida, la oscuridad y la nada.

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Por qué no recordaba nada?

Quería llorar.

Con dificultad tomé asiento en el borde de la cama, en mi mesita de noche estaban los frascos de pastillas, todos abiertos y unas cuantas capsulas desparramadas sobre la madera y el suelo, como si la persona que las abrió las hubiera tomado rápido.

Él me había drogado otra vez, volvía a poner lagunas mentales en mi cabeza y me hacia sentir así de débil y perdida.

—¿A dónde vas? —Articuló su voz ronca a mi espalda.

—Lejos de ti.

Tomé impulso y me puse de pie, tambaleé y respiré hondo, trataba de encontrar el equilibrio. Estaba mal, todo esto estaba mal. Ya no podía más. La sensación que me brindó Eros desapareció, la fortaleza que tenía y Mac me recordó que todavía seguía dentro de mí, era destruida por los fármacos y la presencia dominante y asfixiante de Rowan. Me derrumbaba y debía aceptarlo: no podía luchar contra él.

En un segundo lo tenía frente a mí, su mirada dulce se extinguió y solo estaba esa maldad ventajosa que disimulaba muy bien con sus sonrisas y sus atenciones. 

De improviso, cerró los dedos alrededor de mi cuello. Me empujó sobre mi espalda, dejándome en la cama otra vez. Ahora mismo mis fuerzas para enfrentarlo eran nulas, por eso él amaba drogarme, me volvía débil, como una muñeca frágil a la cual trataba a su antojo.

—¡Suéltame! —Exigí, me removí como pude, pero su peso era mayor que el mío.

—Las cosas van a cambiar, mi amor, lo que me hiciste...

Eros ©On viuen les histories. Descobreix ara